ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
«El arte es un arma para trabajar mejor con la realidad», dice Ernest Pignon. Foto: Juvenal Balán

Entre los artistas extranjeros que participan en la XV Bienal de La Habana está el reconocido artista francés Ernest Pignon-Ernest, un apasionado de la historia, la poesía y las ciudades. Obras suyas aparecen atesoradas en diversos museos internacionales. Su modo de expresarse, a partir de su creación, surca la conciencia del espectador y le deja un mensaje que incita a la cavilación y a tomar partido.

Contemplar su arte es mirar responsablemente el estruendo del mundo y distinguir un talento puesto en función del bien social. Considerado uno de los pioneros del arte callejero y urbano, llegó, en la primera etapa de la Bienal, con la exposición Del trazo a la estampa, exhibida en el museo Nacional de Bellas Artes, y otra propuesta titulada Concierto Barroco, ubicada en la Biblioteca Rubén Martínez Villena, del Centro Histórico de La Habana. Conversar con él es asistir a un acto de revelaciones.

–Usted ha dicho que el lugar es el material esencial...

–Escojo un lugar, y trato de captarlo, de comprender el espacio, la textura del muro, el color, la luz... voy elaborando mi imagen, nutrida de todo este conocimiento de la realidad; mi imagen nace de este acercamiento a lo real, y tiene que, a la vez, operar el lugar desde el punto de vista plástico, de su significado, de su simbolismo, reactivándola o perturbándola.

«Cuando trabajé en el Centenario de la Comuna de París, pegué imágenes de yacentes en todas las escaleras del Sagrado Corazón, pero hice un anacronismo deliberado: las pegué en las escaleras de la estación del metro Charonne, ya que la gente pasa todos los días, sin recordar la tragedia que ocurrió allí. Mi imagen viene a reactivar esta memoria soterrada; por lo tanto, mi trabajo plástico se construye sobre una interacción entre lo real y la ficción que vengo a insertar».

– ¿Qué valor le concede al arte efímero, del que es también un creador?

–El carácter efímero no es más que una consecuencia de mi proceso creativo, que consiste en intentar captar lugares o acontecimientos, y hacer que sean la propia obra. Mis obras son los lugares, las ciudades y los acontecimientos sobre los cuales estoy trabajando. Mi trabajo consiste en intentar captarlos en toda su realidad, lo que se ve en ellos, y lo que no se ve... y entro en esta realidad. Mis dibujos vienen a insertar un elemento de ficción que se convierte en un revelador de los sitios y reinscribe, en ellos, la historia humana. Por ejemplo:  inserto una imagen en lugares donde la gente pasa todos los días (los lugares se banalizan). Entonces, mis imágenes llegan, de golpe, a reactivar el lugar, dar una densidad, una profundidad, hacer que los veamos diferente.

–Es bien conocida su admiración por  Alejo Carpentier.

–En 1980, recibo una llamada telefónica de la Embajada cubana, y me confirman la muerte de Alejo Carpentier, y me piden que nos vayamos al aeropuerto. Allí veo a Régis Debray, René Depestre, Max-Pol Fouchet, todos ellos personalidades conocidas.

«Cuando bajamos del avión, la esposa de Carpentier preguntó quién era Ernest Pignon. Vino hacia mí y me dijo que a Alejo le había

interesado tanto mi proceso creativo, que ella quería que yo asistiera a sus funerales. Me quedé profundamente conmovido, porque para mí, su erudición era tan grande, su humanismo, su cultura, que nunca me hubiese atrevido ni siquiera a acercarme a él. Fue un momento formidable, excepcional. Debo decir que, cuando vine al funeral de Alejo Carpentier, vi a Fidel Castro a tres metros de mí; era inmenso. Me dio la impresión de que medía dos metros de altura».

–La poesía toma forma en su arte...

–Es esencial.  Son los poetas los que mejor dan cuenta de lo real, los que tienen la visión más incisiva y amplia. Baudelaire dijo: «La ira de los poetas es clarividencia; ven las injusticias antes que los demás».

«Estuve trabajando hace unos años en Palestina; Mahmoud Darwish encarna el exilio, encarna el 48, encarna el drama de Palestina, físicamente. Pasolini, con él concluyo mi exposición aquí, encarna los dramas de la Italia del siglo 20, las contradicciones, el fascismo y la intolerancia».

–¿Qué sentimientos lo embargan en el momento de la creación?

–Hay una profunda necesidad de captar la realidad que quiero abordar. Veo mucho mis intervenciones como cuestionamientos de la realidad. Es, quizá, sentir más intensamente. Me nutro de lecturas, de escuchas, de realidades. Fui a trabajar a Soweto, a Puerto Príncipe, así que intento captar realidades muy intensas y densificarlas más aún, a través del conocimiento. Espero que lo que propongo sea una combinación de conocimiento y de placer.

–¿Cómo selecciona los temas?

–Los temas que he tratado han ido surgiendo a lo largo de los años. Son las preguntas que nos han planteado los 80 años, y que nos conciernen a nosotros, a nuestro tiempo. He trabajado sobre los problemas del empleo, la inmigración, la liberalización del aborto, el apartheid, y cuando se trató del apartheid, tuve la suerte de conocer a Mandela.

«Esa fue la realidad a la que me enfrenté desde la guerra de Argelia. Fui a trabajar a Chile porque estábamos conmovidos por lo que había pasado en Chile, porque teníamos muchas esperanzas con lo que se estaba desarrollando allí. Fui a Argelia, porque me marcó la guerra colonial; a Sudáfrica, por el apartheid. Nos conmueve tanto lo que se está infligiendo al pueblo palestino, pero también fui allá por Mahmoud Darwish. Siempre hay una conjunción de la cultura y del conocimiento. En Haití, son los escritores haitianos los que me han interesado mucho.

«Cuando uno ha trabajado en Haití, como yo trabajé, y viene a Cuba, se siente emocionado. Visitamos escuelas y vimos a niños de ocho años llegar con sus violines, sus medias blancas y sus uniformes. En Puerto Príncipe, vimos a niños analfabetos, descalzos, pidiendo dinero. Casi lloro en la escuela, cuando vi a los niños cubanos».

–¿Contribuye el arte a aliviar el dolor de la humanidad?

–En el sentido de que, si los entendemos mejor, somos más capaces de actuar sobre ellos, y en ese sentido sí, probablemente. Es un arma para trabajar mejor con la realidad, para entenderla mejor. Pero desconfío del arte que tiene que ilustrar una política de forma demasiado directa.

«No repararlos, pero como nos permite comprenderlos mejor, vivirlos mejor, nos permite afrontarlos mejor, e incluso, cuando damos testimonios de la violencia, es un llamamiento a reaccionar. La poesía es un llamamiento a comprender y a luchar, de cierta manera. No tengo una visión ingenua como para creer que la obra de arte, el arte va a sacudir lo real, pero sí ayuda a vivir mejor, a comprender, a enfrentar la realidad».

Pieza de la obra Concierto Barroco. Foto: Madeleine Sautié Rodríguez
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