En este enero –un día como hoy– se cumplen 15 años de que falleciera el poeta, escritor, crítico y periodista Ángel Augier.
En el propio 2010 se celebraría en Cuba, el 1ro. de diciembre, el centenario de este intelectual de larga vida no solo física, sino también profesional y militante, en tanto en el momento de su muerte –nos recuerda Jorge Risquet Valdés, en un artículo publicado en estas páginas– era el cubano de más antigua militancia en las filas del Partido Comunista.
Que al triunfar la Revolución Augier fuera un activo contribuyente de la nueva realidad política y cultural que habría de edificarse no fue una sorpresa para nadie. El que desde muy joven eligió el camino de la insurrección para cambiar el destino de su país viviría con toda plenitud la aurora que se abría con la Revolución.
Fue presidente de la Sección de Literatura de la Uneac, y después vicepresidente de la organización, uno de los fundadores de Prensa Latina, prolífico investigador, estudioso mayor de la obra de su amigo Nicolás Guillén, y autor de ensayos sobre otras personalidades literarias como José María Heredia, Rubén Darío, Plácido, Martí y Maiakovski.
Fue también fundador de la Upec, miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua, y merecedor de muchos reconocimientos, entre ellos, el Premio Nacional de Literatura. En sus manos puso Fidel la Réplica del Machete de Máximo Gómez; y contó también con la Orden Félix Varela y la Orden Juan Marinello.
Gratas son las impresiones que guardan algunas personalidades que conocieron a Augier. De su laborioso afán como investigador, incluso en su ancianidad, ha dejado sus referencias Nuria Gregory, entonces directora del Instituto de Literatura y Lingüística. El poeta y crítico literario Virgilio López Lemus, en un texto titulado Un ángel de apellido Augier, destacó el ingenio, la tenacidad, la honradez y la disciplina que se precisa para escribir sobre la poesía, todo lo cual caracterizó al poeta al que nunca escuchó «agredir a nadie, ni lanzar ideas más o menos escabrosas sobre persona alguna», y en cuya obra en prosa admiró «el gran sentido de la ética, el evidente deseo de añadir y no de restar, su singular manera de hacer ver lo notable y no callar de manera mezquina los valores».
En el prólogo del título Poesía de la ciudad de La Habana, de Augier, Eusebio Leal cuenta cómo lo conoció cuando comenzaba la obra de restauración en la antigua casa de gobierno y Palacio de los Capitanes Generales, y recuerda el momento sobrecogedor en que halló allí una tarja con el poema que había sido ganador en un certamen poético, en el que se le escribiría al hermoso patio del inmueble. Los versos eran de Ángel Augier, y a partir de esa lectura «surgiría mi interés por su ejecutoria».
De sutiles honduras es la pluma de este hombre que tuvo entre sus luces fundacionales a Martí; y que, en diversas formas, hizo poesía. No hay mejor modo de evocarlo que percibiendo la utilidad de su virtud, que anida en su fecunda obra, gloria de nuestras letras.


 
                        
                        
                        
                    







 
         
         
         
         
        

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NIcolás Hernández Guillén dijo:
1
20 de enero de 2025
09:27:50
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