ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Obra De luces y soledades, de Ernesto Rancaño.

Hay seres que, empecinados en defender un ideal, no saben de escarmientos. No le bastaron a José Martí los años de destierro en España, sufridos por tener en su pecho de adolescente un corazón enamorado de su Patria, para que, al regresar a Cuba, ocho años después, pronto se involucrara en acciones conspirativas en pos de la independencia.

Vicepresidente del Club Central Revolucionario Cubano; subdelegado en Cuba del Comité Revolucionario Cubano de Nueva York; su estreno como orador en la Isla, dueño de un discurso en el que la palabra Patria hizo estremecer a un auditorio acostumbrado a sinónimos menores como país e isla; y el rechazo a responsabilidades ante una Alcaldía Mayor, y a ser diputado a las Cortes españolas por Santiago de Cuba, eran razones suficientes para que el futuro mentor de la Guerra Necesaria fuera identificado por las autoridades españolas como un cubano al que había que mantener distante.

Es septiembre de 1879 y Martí es detenido en su humilde casa, en Amistad número 42. Almorzaba junto a su esposa, Carmen Zayas Bazán, y a su amigo y compañero de lucha Juan Gualberto Gómez, cuando vinieron a buscarlo. A los pocos días, justo el 25 de ese mes, hace hoy 145 años, el vapor Alfonso XII desarraigaba de Cuba al patriota, otra vez para España, en condición de deportado. 

Muchas veces llevará al verso el dolor del proscripto: (…) mis pedazos / Palpo: ya no soy vivo: ni lo era / Cuando el barco fatal levó las anclas /Que me arrancaron de la tierra mía.

De España se irá a Nueva York. Hay que emprender también desde el Norte la revolución. Solo la fibra de sus convicciones y la conciencia de que Cuba tiene que ser libre sustentan sus días. Su mal es rudo: la ciudad lo encona: / Lo alivia el campo inmenso: ¡otro más vasto / Lo aliviará mejor! –Y las oscuras / Tardes me atraen, cual si mi patria fuera / La dilatada sombra.

Para Martí, ¡Sólo las flores del paterno prado / Tienen olor! (…). /Como en vaga nube / Por suelo extraño se anda: las miradas / Injurias nos parecen, y el sol mismo, / ¡Más que en grato calor, enciende en ira! / (…) De carne viva y profanadas frutas / Viven los hombres, —¡ay! mas el proscripto / De sus entrañas propias se alimenta!

Larga es la nómina de grandes cubanos que fueron expulsados de Cuba por procurar su soberanía. La aflicción del desterrado, descrita tan sentidamente por Martí, conduce el pensamiento hacia otros cielos, donde están las «voces queridas» y «los pálidos espíritus amados».

Quedaba, sin embargo, mucho que hacer, y desde todos los confines habría que alzar las armas: «Hay montes, y hay que subir los montes altos». Por conquistarlos, valía la pena tan honda desgarradura. Cuba libre sería el bálsamo y la ofrenda.

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