
Por estos días se cumplieron 125 años del nacimiento, en Oak Park, Chicago, de Ernest Hemingway, el más universal de los escritores estadounidenses. Decir su nombre nos remite a un manojo de pensamientos que nos resultan esencialmente cercanos.
Hemingway, el asiduo visitante del Floridita; el que ocupó con frecuencia la habitación 511 del habanero hotel Ambos Mundos; el que se instaló definitivamente en Cuba, en 1940, para vivir en Finca Vigía, un recinto lleno de historia, convertido desde 1962 en Museo Ernest Hemingway de Finca Vigía; el que dedicó al pueblo de Cuba su Premio Nobel, del que dijo ser el primer «cubano sato» en recibirlo, y cuya medalla decidiera depositar en el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba; el que recibió la llave de la ciudad de Matanzas, de manos de la poetisa Carilda Oliver Labra; el que conoció a Fidel durante el 12, 13 y 15 de mayo de 1960, en las actividades del xi Torneo de la Pesca de la Aguja, en el que el Comandante ganara el Gran Premio Individual.
Así, podrían muchos coterráneos citar hechos que muestran la inmensa confluencia que tuvo con nuestro país el prominente autor que eligió colocarse, en cuerpo y escritura, al lado de las causas humanas. Sin embargo, tomar en nuestras manos el libro Hemingway, ese desconocido, y asomarnos a unas páginas, que tienen a su favor, en primerísimo lugar, la pluma de Enrique Cirules, junto a una factura de cómoda lectura, en formato de revista, nos deja el sabor de lo recóndito.
Incluso cuando tantos elementos de la azarosa vida de Hemingway se abordan en este ensayo (Mención Casa de las Américas, 2013), queda el lector en franca propensión a desentrañar nuevos misterios, esos que dejan en suspense la memoria, cuando lo que se lee nos ha estremecido.
De hombre de ideas y de acción, con aversión profunda a las injusticias, y de antifascista convencido nos califica Salim Lamrani, en el prólogo del libro, al autor de El viejo y el mar. Allí también nos recordará su renuncia a una carrera universitaria para dedicarse al periodismo; su faena en la Cruz Roja italiana, durante la i Guerra Mundial, como conductor de ambulancia; su desempeño como corresponsal en la Guerra Civil Española, consagrado al combate en favor de la República, y como fundador de una agencia antifascista en Cuba, por solo citar algunos de los asuntos que el libro aborda más adelante.
«Nada o muy poco es lo que conocen millones de lectores acerca de lo que aconteció con Hemingway a partir de 1929», asegura Cirules, y después dice: «Durante años recorrí los parajes en los que Hemingway fijó su mito y su leyenda tratando de imaginarlo, de reconstruirlo, de pensarlo en calles, plazas, parques, antiguas tabernas, hospedajes y bares, de Jaimanitas al portete de Cojímar, y del Cayo de Media Luna, en la lejana costanera de Camagüey, a la bocanada del Puerto de Nuevitas. Por tanto, sé de misterios, de viejas aventuras entre compinches y amigos».
De estos y muchos otros recodos existenciales tiene mucho reservado Cirules en este libro inagotable, con imágenes y cronología, que no en balde publica la editora Abril, destinada fundamentalmente a niños y jóvenes. El libro está en las librerías y resulta una excelente lectura en días de vacaciones.










 
         
         
         
         
        

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