
Edvard Munch hizo seis versiones de su obra Amor y dolor y, sin embargo, su amigo Stanislaw Przybyszewski, al verla en exhibición, la llamó Vampiro, y así ha quedado. Un hombre inclina la cabeza sobre la cual una mujer parece buscar el cuello. El dolor, ese acompañante fiel de Munch, está en todo el cuadro, desde los tonos que usa, hasta la posición del hombre derrotado que ha inclinado el torso y, junto a él, la cabeza. En su grabado La Mordida, es el hombre quien agarra el pecho de la dama con la boca, como buscando allí el alimento universal. En el rostro de ella está la lividez de la muerte, y a él no se le ve el rostro hambriento, vaya usted a saber de qué fiebres delirantes. Hay algo vampiresco en Munch, imposible de eludir en el implícito de su obra, y que Stanislaw capturó en un título. Es algo más que un deseo a sangre, y comienza con el hipnótico conjuro de sus obras, que te hacen volver a ellas una y otra vez con la mirada fija y los sentidos embotados.
No hay que ir a la Lucha contra la muerte para hallarla en la obra del noruego. Si el dolor y la angustia fue el sino que cargó en vida, la idea de la muerte era solo la conclusión de su estado depresivo. Y así lo reflejó, implícita, Munch, en gran parte de su obra. Todos recuerdan los gritos, pero también hay mucho de silencios en sus cuadros. Ya al final de su vida, casi octogenario, la llegada del fascismo nazi solo hizo afirmarle el sentido de desespero que marcó lo más significativo de su legado.
Pero si de muerte se ha de hablar, La Madonna corona todos los excesos. Otra vez, la lividez semidesnuda de la mujer evoca la muerte, y el dolor fluido rodea la figura modelada a partir de la esposa de Przybyszewski, la escritora Dagny Juel-Przybyszewska, quien terminaría asesinada años después, en Tbilisi.
Sacándola del frío oscuro, Munch nos muestra que, al parecer, la muerte también puede mirar enamorada. Y en tal estado de cosas, qué le pide ella a la vida, entre suspiros. ¿Con qué puebla sus insomnios? ¿Qué anhela? Por mucho que la pongan en la picota pública, la muerte siempre es una cosa privada. No importa si obscena, se empeña en hacerse colectiva: la empujan a ello, y a pesar del intento, cada muerte, por pública que parezca ser, es, en el fondo, íntima.
¿Podrá la muerte mirar, enamorada, al niño destrozado, ese pequeño sacado del derrumbe provocado, con el rostro inerme, apenas sorprendido, desconcertado, ignorante? ¿Podrá la muerte mirar, enamorada, el reino de los escombros sobre las cabezas sangrantes? ¿Podrá la muerte mirar, enamorada, el estruendo de los edificios caídos? ¿Podrá mirar, enamorada, la falta de agua, el sol que abraza las gargantas sobrevivientes, por ahora? ¿Podrá la muerte mirar, enamorada, el imperio del hambre que le hace filas en sus fronteras pidiendo asilo, mientras le niegan el paso al alimento? ¿Podrá la muerte mirar, enamorada, la indiferencia que califica al crimen como ajeno?
Pero si la muerte es cosa privada, sus ejecutores son cosa colectiva, social, deshumana. Munch miró al fascismo y no le gustó el rostro. El verdugo colectivo que celebraba la muerte con un grito de ¡Viva! Por más que la tuviera presente, Edvard nunca celebró a la muerte. Ahí están sus obras que lo atestiguan.
Malaventurados sean los nuevos fascistas porque ellos nos han arrebatado el reino de este mundo. Malaventurados, los que provocan el llanto, porque ellos no nos han dejado ni el consuelo. Malaventurados los que provocan la guerra, porque ellos nos niegan la tierra que nos pertenece. Malaventurados los que se sacian de la pobreza de otros, porque ellos nos dejan con hambre. Malaventurados los inclementes, porque nunca les basta su egoísmo. Malaventurados los descorazonados, porque ellos ciegan a los que tienen corazón. Malaventurados los que medran de las guerras, porque no son sus hijos quienes mueren en la contienda. Malaventurados los que condenan la justicia, porque ellos causan el infierno sobre la Tierra. Malaventurados son, imperiales burgueses, porque por su causa existe la mentira y la persecución, y hagan contra todos el mal, mintiendo.
¿Podrá la muerte mirar, enamorada, a la muerte?










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Victor ramos dijo:
1
22 de junio de 2024
23:14:52
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