
No seré un simple dato verificable / mientras me asista el rumor de la poesía (…) ¿Acaso se puede morir / si hay alguien en el mundo que pronuncia tu nombre? En estos versos de Retrato a cierta hora se trasluce la honda fe de su autor, el poeta y periodista Otoniel Guevara (El Salvador, 1967), en un género que no solo ha cultivado con fervor, sino que ha contribuido a promover.
Precisamente, por ser fundador de varios festivales de poesía en América Central, Guevara mereció, recientemente, la Distinción CubaPoesía al Mérito Cultural, entregada en el marco de la trigésima edición del Festival Internacional de Poesía de La Habana.
Declarado Gran Maestre en poesía, por el Ministerio de Cultura de El Salvador, su obra literaria es, asimismo, patrimonio nacional de ese país.
Quien fuera parte de las filas guerrilleras del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, está convencido de que la poesía es la paz, «la solución de todos los problemas».
–La escritura, ¿de dónde le viene?
–Primero, del asombro, luego de la rabia. Finalmente, del compromiso con la belleza, y la verdad, toda la verdad.
–Usted ha expresado que: El poeta es un ángel y todo ángel que se respete contiene algo demoníaco. ¿Hasta qué punto el acto de hacer poesía resulta una experiencia –enriquecedora o desgarradora– para su espíritu?
–La vida es un completo desgarramiento, a la par que un milagro interminable. La poesía es la fuerza con que uno se levanta de entre lo muerto.
–¿Cómo definiría su poesía?
–Estilísticamente modesta y vitalmente vibrante.
–Si se sometiera al ejercicio de una mirada retrospectiva, ¿cuánto le queda por hacer?
–Me queda mucho por leer, algo por escribir, bastante por conversar y un poco por discutir. Percibo que ya no tengo mucho que ver. Me gustaría instalarme en el campo, cerca de un río, rodeado de animales, pájaros y libros. Y gente que quiera compartir un poema.
–Ante los recientes escenarios bélicos que vive el mundo, ¿qué reflexión pudiera ofrecer acerca del valor de la palabra?
–La palabra tiene el poder para resolverlo todo, pero se empecinan algunos en preferir malas palabras: cosas estancadas que no pueden producir sino podredumbre, náusea, cuchilladas.
«El origen de todos los males es la propiedad, por eso nadie podrá jamás privatizar la palabra; simplemente no es posible, porque es la llave que abre todas las puertas».










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