El piso por camas, tendidos ya sobre él, los artistas se disponían al descanso. Después de otro día fatigoso, como todos los de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa, la noche adulta, con luces de linternas y celulares, no lograba disimular su aspecto de anciana en Boca de Yumurí, Baracoa, en medio de un apagón.
«Buenas noches». El saludo entró por la puerta. Invitado a pasar el recién llegado, lo hizo en compañía de algunas personas más, entre ellas los timoneles de la Cruzada; se agitaba al instante la legión de «quijotes».
Espontáneo, sin pose almidonada ni frases preconcebidas, con empatía natural, Yoel Pérez García, máxima autoridad política de Guantánamo, oxigenó el ánimo en «los cruzados». Dardos de sensibilidad fueron sus preguntas y observaciones; respetuoso su silencio para escuchar.
Luego, ya en un círculo más estrecho, a petición de Emilio Vizcaíno, titiritero y director del proyecto, continuó la plática afuera, en una esquina del corredor frente al mar, con el piso del propio albergue campestre por asiento común. «Gracias por su quijotada», dijo Yoel, con la mano en el pecho; luego escuchó.
Para llevar la felicidad del teatro y de otras manifestaciones artísticas, año tras año, a quienes viven en comunidades agrestes, los «cruzados» encaran los inconvenientes y desafíos de un entorno geográfico hostil, aunque hermoso.
A esos riesgos naturales, ahora se suman incertidumbres logístico-financieras. Según quienes lo dirigen, el proyecto bordea «precipicios» derivados de la actual coyuntura y asociados a la creación teatral en el territorio, lo que amenaza su continuidad en el tiempo.
«La Cruzada no puede morir, no permitiremos que eso suceda», reaccionó el interlocutor. Ideas prácticas suyas, desgranadas allí, ahora nutren un nuevo proyecto de gestión para las finanzas que en lo adelante la sustentarán, lo cual involucra a distintos actores económicos y a gobiernos municipales.
Si la Cruzada muere, con ella moriría un pedacito de esta Revolución, razonaba Yoel Pérez. Esas palabras las recordé luego, cuando una joven artista villaclareña, en referencia al carácter transformador del proyecto, lo ponderó como un taller de moldear virtudes, y como «la humildad en su estado más puro».
Razones sobran para impedir que la Cruzada se apague. Cuesta arriba, sin reparar en obstáculos, va ella, nacida en Guantánamo en 1991, por conciencia, no por decreto. Hija o réplica acaso de la «cruzada madre» que vio la luz el 1ro. de enero de 1959, va con su mano emancipadora en busca del ser humano. Démosle gracias de nuevo, y larga vida a esta quijotada.


 
                        
                        
                        
                    







 
         
         
         
         
        

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