La Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa ha merecido varios elogios por estos días, en premio al disfrute y a los aplausos arrancados a cada presentación, a veces tan incómoda por el relieve y las circunstancias, como hermosas por lo singular del paisaje, los públicos y la pasión de quienes las hacen.
Los «cruzados» iban con bolsos; y en ellos llevaban cuerdas, máscaras, disfraces; en los brazos títeres, mascotas, guitarras; a las espaldas mochilas con medios necesarios para el teatro; en la cabeza consejos y apoyo mutuo para que las cosas salieran mejor.
Rebasados los mediodías, rostros y miradas acusaban cansancio, sin que faltaran por ello sonrisas ni manos tendidas para aligerar la carga de algún colega, al precio de agregarle peso a la espalda propia.
En La Cruzada vi frutas pequeñas multiplicadas y compartidas en minúsculos pedacitos; el sabor de la hermandad se degustó a plenitud. «La comunidad de espíritu que este evento genera entre los participantes ha sido una de las cosas más reveladoras y magníficas que he visto aquí, más allá de su significado social», pondera Verónica Medina, integrante del grupo villaclareño Teatro Adentro.
«Durante estos días de vida en campaña, mucho he recordado que “subir lomas hermana hombres”, martiana conclusión extraída en estos parajes. Pasar vicisitudes juntos, en una naturaleza hermosa, hace que surja un tipo de relación humana que va mucho más allá de lo familiar, es como conocer a las personas en una esencia mucho más profunda».
Cuando evoca una de sus vivencias, cambian de tono los ojos de la muchacha: «al final de una función en Los Ranchos de Sabana, ya estábamos cambiándonos la ropa; en eso llegó un niño de preescolar, nos invitó a compartir el jugo y el pedazo de pan que tenía para su merienda; fue lindo, sentimos como que nos decía, “le brindo lo que puedo, lo que tengo”; eso nos impactó; algunos lloramos».
«Para mí fue un descubrimiento –confiesa Wendy Oliva Martínez, otra villaclareña, de 21 años–, fue como descubrir la verdadera humildad, la de los que, sin recibir ni un céntimo de ganancia, dejan la comodidad del hogar y les traen su arte a estos niños, a esta gente de las montañas, que en pago les ofrecen afectos, cariño, agradecimiento, un café o una fruta; lo que tienen; es la humildad en su estado puro».
«La Cruzada es un evento extraordinario, hecho por seres extraordinarios», dice Verónica Medina. Es un taller de virtudes, digo yo, de humanidad, de bondad. Hace mejores a los humanos. Quien va a La Cruzada regresa siendo otro... mejor.
COMENTAR
Responder comentario