ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Retrato de Franz Kafka. Foto: TOMADA DE MEISTERDRUCKE.ES

Tal vez entre los cubanos los tres adjetivos mejor asimilados y utilizados de la literatura universal sean «quijotesco», «kafkiano» y «voraginoso». No todos se utilizan, naturalmente, por un conocimiento de origen, sino con mayor frecuencia a partir del diario bregar.

Esta vez, sin embargo, deseo referirme únicamente a la palabra kafkiano, ya que en el presente año conmemoraremos el centenario de la desaparición física de Franz Kafka, escritor universal nacido en Praga, en 1883, y fallecido en  Austria, en 1924. De vida abrumada a causa de su fina sensibilidad y los graves conflictos con el padre, un comerciante judío opuesto al amor de su hijo por las letras, Franz se vio obligado a estudiar Derecho para complacerlo, y a trabajar intensamente en esta profesión, desde 1906.

Sin embargo, nada pudo alejar al joven de su real vocación. Aprovechó las horas libres, hasta el quiebre total de su salud, para escribir relatos y novelas fabulosos, ficciones de suprema eficacia y estilo tan personal que lo llevaron a convertirse en una de las figuras  cimeras de la renovación literaria europea y global del siglo XX, y de todos los tiempos.

Junto a las valiosas contribuciones estéticas de sus historias, Kafka se distinguió también por sustentarlas con alusiones al dilema paterno, a los problemas sociales de inicios del siglo XX, los desmedros de la burocracia, la explotación de los trabajadores, el absurdo de la existencia y otros conceptos análogos  devenidos después argumentos periódicos en las letras de Europa, Estados Unidos y América Latina.

Tales vivencias anímicas y filosóficas condujeron a Kafka a encontrar sus propios derroteros artísticos; es decir, a erigir una poética especial, en la que  el realismo tradicional no bastaba para ofrecer las sensaciones de angustia, irracionalidad existencial ni los complejos conflictos de los personajes. Así, recurrió en sus relatos y novelas al expresionismo en boga, a lo fantástico, al absurdo y a la deshumanización.

En este sentido, La metamorfosis simboliza, de modo inequívoco, su orbe ficcional. La narración cuenta cómo el vendedor Gregorio Samsa amanece cierto día convertido en insecto. Algo ocurría rutinariamente en la existencia de Samsa que lo hacía sentir un repugnante insecto. De ahí a serlo mediaba solo la fantasía, y eso fue lo que hizo Franz. La vida era tan aplastante, insensible y absurda, que solo un cambio semejante en el protagonista podía sacudir al lector y ponerlo a pensar seriamente en el suceso.

A grandes rasgos, esa impresión de absurdo y desvalimiento existencial representa lo kafkiano. Sin duda, tal adjetivo significa un aporte de la literatura del siglo XX a la humanidad. Cualquier individuo del planeta, en circunstancias desfavorables, absurdas, de indefensión o soledad, puede experimentar sensaciones kafkianas, al modo de Gregorio Samsa en La metamorfosis, o de José K en la novela El proceso, del propio autor. Y, a no dudarlo, otra brillante aportación del joven escritor praguense consistió en romper las barreras de la tradición literaria y concebir lo fantástico como parte del orden real.

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Kafkiano dijo:

1

8 de febrero de 2024

10:17:48


Un orgullo para la literatura universal. Muy necesario es reeditarlo en Cuba pues de las ediciones existentes quedan pocos ejemplares. El acceso a su obra es casi exclusivamente digital y todos no tenemos la tecnología para ello.

El lector dijo:

2

8 de febrero de 2024

11:06:35


Excelente comentario como siempre. La lectura de sus cuentos es algo inolvidable para el que lo haga. Sin lugar a dudas uno de los autores necesarios en la literatura universal.