ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Ocurridas en 1960, 1980, 2007/2008 y este año, estas protestas parecen ser un mal cíclico en la industria. Foto: Tomada de CNN

Desde su misma protohistoria, Hollywood operó como un sistema industrial que, contradictoriamente, asumía expresiones feudales en su funcionamiento interno.

Era sede de extraordinarios privilegios para unos pocos (los presidentes de las majors o grandes estudios y los gerifaltes de la producción eran los únicos señores), y de oportunidades limitadas para técnicos, guionistas y actores, salvo excepciones. Eso permitió, a través de las décadas, la entronización de marcadas desigualdades salariales, continuados abusos sexuales de los jefes de las compañías a las actrices, chantajes emocionales a intérpretes y escritores, unidas a otras disímiles vergüenzas recogidas en diversos estudios históricos sobre La Meca del cine.

Aunque los tiempos, ciertas leyes y determinada actividad sindical menguaron varias de aquellas prerrogativas totales de los directivos y su derecho para hacer cuanto les viniera en ganas, la diferencia salarial constituyó un fenómeno perdurable en el tiempo.

La distribución de la riqueza en un negocio generador de ingresos multimillonarios anuales se mantuvo muy desigual, lo cual dio como resultado algunos paros, conatos de huelga o huelgas al corte de las efectuadas en 1960, 1980, 2007/2008 y la de este año.

Como anunciaron los medios recientemente, luego de 146 días de paro, el Sindicato de Guionistas de Hollywood (WGA) y la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP) alcanzaron un principio de acuerdo, o acuerdo tentativo, para concluir la protesta que interrumpió buena parte de las producciones audiovisuales que iban a ponerse en marcha durante los últimos meses.

Ello podría suponer la mejora en demandas relativas al salario, la limitación del empleo de la inteligencia artificial y, quizá –aunque dudo mucho sobre su alcance real–, una repartición más equitativa del pastel de la difusión de los productos en plataformas.

Si bien cualquier beneficio será recibido de forma positiva, luego de meses de estoica resistencia que, a la larga, hacen mella en lo físico, pero, fundamentalmente, en los bolsillos, uno tiene el derecho a ser escéptico en cuanto a los resultados, e incluso asegurar que poco o nada va a cambiar la ecuación eterna del poder en Hollywood.

Sigue siendo una «meca» de castas, dominada por élites subordinadas a los dictados de los centros de poder, que desdeña a sus artífices, especialmente a esos «piojosos de la gleba» encargados de tareas tan «insignificantes» como escribir una película o una serie.

La historia de la exclusión a guionistas, por criterios políticos, de simples simpatías humanas u otros, dilatada en el tiempo, alcanza en los años recientes cotas inusitadas en el orden de la retribución monetaria, cuando vieron disminuir sus ingresos en cerca de un 25 %, tras limitarles, paulatinamente, sus posibilidades en contratos que contemplan menos y más breves trabajos.

Sus sueldos, de modestos a paupérrimos, no les dan en muchos casos –así lo denunciaron–, ni para un seguro médico.

Aunque no se habla del tema, al leerse sobre la huelga, esta devaluación ha perjudicado la calidad del formato serial estadounidense que, desde la última edad de oro de la televisión (el momento de Los Soprano, Mad Men, The Wire, Dos metros bajo tierra, Deadwood, Carnivale…) no ha podido reeditar semejante escenario de gloria.

Ojalá estos miles de orfebres del cine y la televisión, sin cuyo ingenio no podría existir algo en ninguno de ambos mundos, puedan granjearse su merecido reconocimiento, como los otros tantos actores (por cada sueldo de 20 millones de dólares, de las estrellas comerciales, hay un número abismal de pagos misérrimos) que han sido el centro de esta rebelión contra el atropello.  

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