ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Tomada de La Jiribilla

El misterio de las coincidencias toca tanto a las personas como a los libros. Hay momentos en que determinados seres o lecturas nos dejan más que indiferentes, pasan por el lado sin que los veamos y, luego, un día, se nos aparecen con toda la maravilla de lo imprescindible.

Porque en la vida crecemos, no siempre estamos preparados para algunas obras, mensajes, formas… y llegado el encuentro justo, nos preguntamos: «¿cómo no vi esto antes?». Puede que a más de un lector le haya sucedido así con Paradiso, de José Lezama Lima, después de sucesivos intentos y abandonos.

Contribuyen a ello los muchos mitos tejidos alrededor de este clásico inobjetable de la literatura cubana, entre los cuales sobresale su ininteligibilidad. Paradiso es de esas novelas que se supone hay que leerse, de las que se citan sin haberlas leído, y a las que se les teme con la misma fuerza que se les venera.

Es cierto que leer esta obra de Lezama supone, sumada a una cultura base y a la admiración por el lenguaje, cierta predisposición de ánimo, abierta al juego, a la ironía, al derroche de erudición.

Pero si se abandona la postura de alerta, si se acepta el fluir de las palabras, si se asume una actitud de lectura activa (que busca, investiga y complementa), Paradiso se abre y se entrega, y termina por ser una aventura de crecimiento intelectual y personal.

Incluso esa sensación de que hay detalles y significados que se nos escapan termina por ser disfrutable, porque sabemos que hay más de lo que vemos y, por tanto, no será ocioso volver.

Esta no es una obra para élites. ¿Qué habrá más democrático que la lectura? Para leer un libro a nadie le piden títulos ni referencias. Paradiso es, en tanto, patrimonio colectivo. Vale la pena conmoverse hasta las lágrimas por la muerte del Coronel; y también sentir que el discurso de Rialta, la madre de José Cemí, se nos quedará rondando como a él para siempre:

«No rehúses el peligro, pero intenta siempre lo más difícil (…) cuando el hombre, a través de sus días, ha intentado lo más difícil, sabe que ha vivido en peligro, aunque su existencia haya sido silenciosa, aunque la sucesión de su oleaje haya sido manso, sabe que ese día que le ha sido asignado para transfigurarse, verá, no los peces dentro del fluir, lunarejos en la movilidad, sino los peces en la canasta estelar de la eternidad».

Este es un libro tierno, donde leemos que «solo las madres poseen esa mirada que entraña una sabiduría triste y noble (…) solo las madres saben mirar, tienen la sabiduría en la mirada», y donde también entendemos que vivir es balancear lo crudo y lo dulce que hay en la amistad, el amor, el sexo, la muerte, la vocación o la ausencia de ella.

Mucho puede decirse de este libro, pero quizá baste con confesar que es un descubrimiento y que marca; porque tal y como se lee en sus páginas: «La vida es una red de situaciones indeterminadas, cada coincidencia es algo que quiere hablar a nuestro lado, si la interpretamos incorporamos una forma, dominamos una transparencia».

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.