
De entre sus facetas intelectuales, todas dignamente defendidas, Julia Calzadilla no sabría elegir cuál la ha hecho más feliz.
Desde la altura de sus 80 años acabados de cumplir, la poetisa, traductora, narradora, investigadora y egiptóloga –un nombre de alta resonancia dentro de la cultura cubana– contempla su obra como «una labor aún no concluida».
Con total responsabilidad piensa en «la antorcha del relevo, específicamente en el campo de la Egiptología, en el cual, en calidad de miembro, por Cuba, de la Asociación Internacional de Egiptólogos (I.A.E.) desde 2002, estoy al tanto de los nuevos hallazgos y descubrimientos que deben conocerse y compartirse». En sus otros desempeños «el hecho de aportar, de haber hecho una contribución en las respectivas áreas, me ha propiciado la satisfacción y la felicidad del deber cumplido con amor».
Más de una treintena de títulos y numerosos reconocimientos, como el premio Ismaelillo de la Uneac, en dos ocasiones, por Los poemas cantarines y El escarabajo Miguel y las hormigas locas (en coautoría con Mary Nieves Díaz Méndez); también en dos ediciones el Casa de las Américas, por Cantares de la América Latina y el Caribe, y Los chichiricú del charco de la Jícara; el Especial La Rosa Blanca, por el conjunto de la obra y los aportes a la Cultura Nacional; el Memorial Astrid Lindgren, que concede el Gobierno de Suecia, entre muchos otros, avalan el quehacer de esta dama, a la que varias generaciones de cubanos conocieron desde sus primeros textos escolares.
Al indagar en los asomos iniciales a la que sería después su vocación, recuerda: «Al igual que la gran mayoría de los niños, escribí poemas y algún cuento corto en mi infancia. En la adolescencia leía muchísimo, sobre todo, libros de Historia antigua, además de la poesía y la narrativa que mi familia consideraba adecuada para mi edad, a lo cual yo añadía todo lo que pudiese conocer sobre la cultura del Antiguo Egipto. Ya en la juventud, en 1961 me gradué de Comercio bilingüe (inglés y español) en el Instituto Edison. Retomé la pasión de la infancia por hacer literatura. Me decidí a presentar alguna obra en un concurso, y en 1975 terminé la Licenciatura en Historia del Arte, en la Escuela de Letras y de Arte de la Universidad de La Habana. Todo ello me ha sido inmensamente grato, y si volviera a nacer, estudiaría la carrera que seguí, relacionada con arte, literatura y con historia».
Otros ardores agitan el corazón de Julia –también docente y fundadora del Equipo de Servicios de Traductores e Intérpretes (esti)–, el amor por su familia y sus amigos: «manos firmes que no son esos guantes que, al sujetarlos, se ponchan; escribir literatura infantil para los hijos que no pude tener, hacer el bien al prójimo y a la propia naturaleza».
Días «llenos de trajines domésticos que cumplo cabalmente, sin prisa y con las pausas necesarias», caracterizan las jornadas de esta autora que, en su tiempo libre, perpetúa su probado emprendimiento. En él continúo leyendo y escribiendo, y he podido revisar e incluso concluir un libro sobre el simbolismo de los Arcanos Mayores del Tarot, que no había podido terminar por dos operaciones de cadera. Por otra parte, «libros, lápices, bolígrafos, el teclado de la computadora y, por supuesto, noticias, mensajes, llamadas telefónicas y mi mascota Tica son los acompañantes indispensables en mis días».
Para la autora de El extraño caso de las perlas que estaban y no estaban (cuento policíaco para niños, publicado por la Editorial San Luis), es inconcebible vivir «sin los pajaritos que vienen a mi balcón a comer arroz, sin los gestos de amor de mis seres queridos».
Al preguntársele por lo que espera de la vida, la respuesta llega arropada por la generosidad de su corazón: «Que haya paz por doquier en este planeta».
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Gisela dijo:
1
31 de agosto de 2023
10:02:26
Rodolfo Alpízar Castillo dijo:
2
31 de agosto de 2023
11:18:06
Gerardo Elosegui Fernandez dijo:
3
9 de septiembre de 2023
23:18:27
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