En su caminata cultural de 20 años, el Festival Internacional de Cine de Gibara no renuncia a convocar y propiciar las discusiones entre creadores en una sucesión de exhibiciones de filmes, talleres, paneles, conferencias y muchos otros espacios que adquieren trascendencia porque dan participación al público.
Esa apertura hacia la gente común la formuló Humberto Solás al crear en 2003 el evento, que en su concepto de «cine pobre», a la par de estimular la reducción de los costos de producción, buscaba que grupos sociales y comunidades se insertaran en la creación cinematográfica para hacerla más democrática.
Así se ha seguido la tradición de no esquivar temas. Y un ejemplo de lo sucedido en la XVII cita es el enfoque de género en los contenidos audiovisuales, que tuvo uno de sus momentos más significativos en un panel sobre el tema, que, precedido por la apertura de una exposición de carteles concebidos por talentosas creadoras cubanas, expuso peculiaridades de proyectos de transformación social desde el arte.
Humberto Solás legó a sus sucesores la admiración por Gibara. Dicen que lo embrujó su estilo colonial. Por eso la cita, en justa apreciación, no ha pasado por alto el tema patrimonial, en el que el célebre cineasta reconoció un transmisor de cultura para la comunidad, la cual hoy reconoce que el festival la ha llevado a indagar más en sus raíces y crecer desde lo endógeno con énfasis en el turismo, que le ofrece la oportunidad de mostrar riquezas naturales y valores arquitectónicos y arqueológicos únicos.
Es significativa la cantidad de obras participantes, como bien indican los diez largometrajes de ficción presentados, entre ellos tres cubanos, como es el caso de El mundo de Nelsito, de Fernando Pérez. Pero si esa cifra no parece amplia, se añaden 13 largometrajes documentales de Alemania, Brasil, Haití, Uruguay, Colombia, Cuba y otras naciones, así como 16 cortometrajes de ficción, 14 cortometrajes documentales y diez cortos de animación, que han mantenido muy ocupados a los jurados.
Edición tras edición, el festival ha confirmado que es una fiesta de todas las artes. En esta ocasión, a la par de la labor de los jurados a cargo de evaluar las obras en competición, y de los eventos teóricos como los tradicionales talleres de realización audiovisual dirigidos a adolescentes y jóvenes, La Colmenita, dirigida por Tim Cremata, en sus osados montajes de campaña, trajo La Cenicienta según los Beatles y La Cucarachita Martina, dos emblemáticas obras del elenco.
En espacios abiertos y en patios interiores actuaron conjuntos teatrales y de danza, por lo que fue posible observar la madurez profesional de Codanza. También la música deleitó con el quehacer de destacadas agrupaciones y hubo un homenaje especial a la Trova, ocasión en la que cantautores y público confraternizaron.
Para bien de todos, el festival y sus organizadores siempre van tras anhelos que los hacen fuertes. Para Sergio Benvenuto, director del evento, este ofrece una gama de posibilidades que en lo adelante deben ser mejor aprovechadas por los realizadores y especialistas cinematográficos de la región oriental, con los consiguientes beneficios para la cultura nacional.
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juan ricardo mesa hernandez dijo:
1
5 de agosto de 2023
10:15:06
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