Bolívar, Venezuela.–El arte puede cambiar el mundo, no solo por lo que dice, sino también por la forma en que lo logra desde el momento en que mueve las entrañas mismas de los creadores. Bien lo sabe Dayron Martínez Cordero, quien ha decidido poner sus días en función de transformar su entorno desde las tablas y la interpretación.
Con esa certeza llegó a esta tierra sudamericana en 2010, como instructor de arte en el estado de Anzoátegui. «Fue una experiencia satisfactoria, pues tuve la oportunidad de llevar la creación artística hasta esa zona, conocer la cultura venezolana y ejercer dentro de ella nuestra metodología en las escuelas del territorio».
En 2022 regresó, esta vez como asesor de la Misión Cultura Corazón Adentro, en el estado de Bolívar. Con poco más de un año en su segunda colaboración internacionalista, considera que esta etapa ha sido de un trabajo reforzado, pues se desempeña como asesor de la misión, a la par de que acompaña el quehacer del proyecto colmenero de su zona. «He trabajado en comunidades de bajos recursos, lo que me obliga a buscar las formas para conseguir que los habitantes se interesen por nuestra labor.
«En este nuevo periodo de cooperación conocí a un niñito que, desde que lo vi, me recordó a mi hijo menor. Ese pequeño tenía problemas fonoarticulatorios, de ahí que los demás muchachos de su taller de dibujo le hicieran bullying. Él se sentía cohibido a la hora de hablar. Poco a poco me fui acercando a él y a sus padres. Su mamá me confesó que se le intervendría quirúrgicamente».
Desde sus conocimientos pedagógicos, Dayron sabe que hay otras metodologías para ayudarlo a superar sus dificultades con el habla. «Antes de llevarlo a un salón de operaciones, puede tratarlo con un logopeda», recomendó.
Sin embargo, mientras se llevaba ese proceso, el instructor de arte lo incluyó en el movimiento cultural de La Colmenita Bolivariana Mineros de Luz, del estado de Bolívar.
De esa manera, desde las artes escénicas, logró desarrollar habilidades fonoarticulatorias en él, y «así los demás dejaron de molestarlo, pues vieron que, a pesar de sus dificultades, tiene cualidades artísticas.
«También le expliqué a la mamá que, a través de juegos, el niño puede hacer las tareas sin sentir que es una imposición. Si en lugar de pedirle que haga una, le dice que dibuje un círculo, obtendrá mejor respuesta. Hoy todos estamos muy felices con los avances que ha tenido. Él es el primero en llegar a nuestros talleres».
Esta y otras tantas experiencias vividas en la tierra morocha han hecho «crecer y madurar» a Dayron. El joven instructor sabe que de las pequeñas acciones –siempre que se hagan desde el bien– pueden nacer árboles fuertes y perdurables. Así, como quien planta un árbol, él pone la semilla del arte en quienes necesiten oxigenarse para salir adelante.












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