Caracas, Venezuela.–Silencio en el auditorio. Sobre el escenario, una madre pregunta: ¿Y los zapatos, Pilar, / Los zapaticos de rosa? / ¡Ah, loca! ¿en dónde estarán? / ¡Di dónde, Pilar!
En voz baja, buena parte del público recita el texto a la par que los artistas. Y es que el graderío está repleto de colaboradores de las misiones sociales cubanas en esta nación.
En el Complejo Cultural Infantil Andrés Eloy Blanco, La Colmenita Bolivariana de Fuerte Tiuna esparce su miel. Como si estuviese de fiesta la primavera, lazos, flores, globos con los tonos del tricolor nacional engalanan la tarde caraqueña. Sobre las tablas los joropos oriental y llanero, la parranda, la danza nacional, la música tradicional y, desde Cuba, Los zapaticos de rosa llevan a los asistentes de paseo por toda la tierra morocha.
Así sucede desde hace cinco años, cuando quedó fundado en la zona este proyecto sociocultural, cuya experiencia va más allá de los límites del Distrito Capital. Hoy en Venezuela existen alrededor de 120 colmenas, con el apoyo de la Misión Cultura Corazón Adentro.
«Tenemos niños de cuatro años hasta adolescentes de 15», explica José Meléndez, coordinador nacional del Proyecto Colmenita Bolivariana.
«En el marco de este quehacer en familia, el trabajo con nuestros pequeños artistas se rige por el método de “aprender haciendo, enseñar produciendo”. Partiendo de principios martianos y bolivarianos, estamos creando espacios socioculturales y estamos sembrando la paz y dándoles las herramientas a los nuevos ciudadanos que nuestra América necesita», insiste.
Adalay Sofía Meléndez tiene 12 años; de ellos, cinco han sido una fiesta de las artes, pues el vínculo con la Colmenita de Fuerte Tiuna le ha brindado la posibilidad de ser artista. «Me siento muy agradecida por lo que me han enseñado los profes, y por su paciencia», manifiesta.
Teatro, danza y música convergen, y luego nacen los espectáculos que estas laboriosas abejitas regalan a lo largo y ancho del país.
Así fue como Milexis Miranda, asesora de la Misión Cultura Corazón Adentro en el Distrito Capital, eligió Los zapaticos de rosa para que los pequeños se enfrentasen por primera vez a un texto dramático. «Las obras de Martí son recurrentes en los ejercicios en clase –explica–. Esta práctica les aporta a los niños elementos de proyección escénica, y los adentra en el ideario martiano a través de La Edad de Oro».












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