Yankiel Vázquez, más cerca de las estrellas

 Cuando niño Yankiel Vázquez  presenció una función de La Colmenita en su natal Mantua, Pinar del Río, e imaginó recibir los aplausos del público. Esa es la motivación por la cual, desde los nueve años, enfrenta sacrificios, dolores inimaginables y en una ocasión tuvo que comenzar de nuevo para convertirse en una gloria de la danza.

«Cuando estoy en escena pienso en hacerlo bien, darlo todo y disfrutarlo y así el público puede disfrutarlo también. Sacar de cada experiencia lo positivo: Esto me falló, pero para la próxima lo puedo mejorar», comentó el primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba (BNC), quien a propósito del Día Mundial de la Danza, accedió a conversar con Granma.  

Al graduarse en 2011 de la Escuela Nacional de Arte (ENA), cumplió una de sus metas, ingresar al BNC. «Es la compañía a la que todos soñamos llegar, la más prestigiosa». Ser primera figura es la máxima categoría a la que puede aspirar un bailarín.

Yankiel no es alto y tiene pendiente interpretar los roles protagónicos de Giselle y El lago de los cisnes, requisitos que generalmente se tienen en cuenta en el proceso de promoción.

Debido a su talento y entrega a la compañía por más de diez años, los maestros, de conjunto con Viengsay Valdés, directora del BNC, consideraron que era apto para ser promovido. «Cuando entré al ballet, no sabía si llegaría a primer bailarín, pero decidí trabajar para ir escalando, y me dieron esa sorpresa».

Entre los nuevos retos y sueños en su carrera contó: «Seguir en lo que un día decidí y por lo que me he esforzado tanto. Tener otras oportunidades como los clásicos que todavía no he hecho y espero que estén por venir».

Según explicó, la vida cotidiana de un bailarín es muy sacrificada.  Tienen que despertarse temprano, ensayar más de tres horas en el día, aprender coreografías difíciles, llegar a la casa con dolores, entregarse sin tener otras distracciones. «Pero hay un resultado y es la satisfacción que uno se lleva al final de cada presentación», refiere.

Muchas veces atraviesa por situaciones que lo agobian, sin embargo, sobre el escenario siempre deslumbra su amplia sonrisa. «Por momentos se me olvidan esos problemas, pero igual pasan por la mente, eso es inevitable. Pienso que el público no debe darse cuenta por lo que estoy pasando. Trato de concentrarme y hacerlo bien. Si se tiene una buena preparación, el nerviosismo es menor porque uno se siente confiado y seguro de que lo puede hacer bien».

Con la experiencia también ha superado la timidez. Al bailar transmite mucha alegría, disfruta ese momento como si fuera la primera y la última vez. Cuando le faltaba poco tiempo para cumplir su primer año en el BNC, sufrió el Síndrome de Guillain Barré, una enfermedad que paralizó su cuerpo y lo puso entre la vida y la muerte. Al estar fuera de peligro, pasó por dos etapas de recuperación, la primera para volver a caminar y la otra para reincorporarse al ballet. Ambos procesos que le ocasionaron grandes dolores físicos y emocionales, pero su amor por la danza fue más fuerte.

El tener memoria muscular influyó en la recuperación. Con mucha fuerza de voluntad, al cabo de un año estaba listo para subir nuevamente al escenario. Recuerda que Alicia Alonso siempre se preocupó por él y le tocaba los músculos para asegurarse de que estaba bien. «Uno nunca puede dejar de perseverar», agregó.

Desde entonces Yankiel Vázquez ha llevado su arte a los escenarios más importantes del mundo. Sin embargo, su lugar favorito es la tierra donde nació. «Ahí encuentro mi paz interior», precisó.

Cuando tiene tiempo libre le gusta cocinar, ver películas y editar videos. Disfruta pasear en bicicleta por el campo acompañado de su mascota. «Soy muy apegado a mi familia», comentó.

En Mantua pasó la mayor parte del tiempo durante la etapa de la pandemia. En el aula vacía de una escuela le permitieron entrenar. «Estaba muy delgado de la cantidad de ejercicio que hice. Gracias a eso me pude mantener en forma».

En la última gira que el BNC realizó a Pinar del Río en 2022, fue la primera vez que Yankiel bailó para su pueblo, el cual lo reconoció después de su interpretación como parte de las funciones en el Teatro Milanés. «Fue un viaje muy bonito, nostálgico e inolvidable. Recordé todo el proceso que viví hasta llegar al BNC». Quizás pensó en los niños colmeneros que lo motivaron a ser artista.

Tras ese recorrido se convirtió en inspiración para muchos pinareños, entre ellos Helen, la primera niña con la cual Yankiel compartió sus conocimientos. «La mamá vino hasta La Habana para que viera a su hija. Le di consejos sobre aspectos que podía mejorar antes de la prueba que tenía. Aprobó y comenzó la carrera de bailarina. Fue muy bonito».

El bailarín es uno de los tantos que el municipio Mantua ha aportado a la cultura cubana. Allí comenzó sus estudios de ballet, primero en los talleres infantiles y después en la Escuela Vocacional de Arte de Pinar del Río. En quinto grado bailó la obra Una juguetería. «Lo recuerdo como lo primero que hice en mi carrera», puntualizó.

Matriculó después en la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, en La Habana, bajo la guía de la maestra Ramona de Saá. Durante su etapa en la ENA, obtuvo dos medallas de plata y una de oro en los Concursos de los Encuentros Internacionales de Academias para la Enseñanza del Ballet.

Yankiel da fe de que los sueños corresponden a quienes luchan incansablemente por hacerlos realidad. Es un ejemplo de perseverancia y superación, no solo para las nuevas generaciones de bailarines, sino para todos. Seguirá elevándose tan alto como le sea posible, para estar cada vez más cerca de las estrellas.