ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Escultura dedicada a Aimé Césaire, en Martinica. Foto: Imagen tomada de alamy.es

Hay versos a los que se les respira la osadía. Tras las palabras, se filtran los tensores que los hicieron nacer y afianzarse. A veces se esconden en la prosa, pero no pueden ocultar ni su fibra ni las verdades con las que el poeta construyó, de entre la desdicha, una página curtida de hermosura.

«Al morir el alba, la extrema, engañadora, desolada pústula sobre la herida del agua; los mártires que no testimonian; las flores de sangre que se marchitan deshojándose en el viento inútil como gritos de loros parlanchines; una vieja vida sonriendo mentirosa, sus labios abiertos por desmoronada angustia; una vieja miseria pudriéndose silenciosamente bajo el sol; un viejo silencio reventando de postillas tibias, la aterradora inanidad de nuestra razón de ser».

Desde las primeras líneas, el dolor estalla. Persuadido de que en lo adelante se enfrentará a un pasaje funesto, avanza el lector por las páginas de Cuaderno de un retorno al país natal, un canto de insumisión escrito en 1939 en lengua francesa, por un antillano colosal: el martiniqueño Aimé Césaire (1913-2008).

El libro fue un suceso. De él dijo el poeta Benjamín Péret, una de las más influyentes voces surrealistas: «Por primera vez resuena una voz tropical en nuestro idioma, no para sazonar una poesía exótica (…), sino para hacer brillar una poesía auténtica, (…) poesía que es el grito salvaje de una naturaleza dominadora, sádica, que se traga a los hombres y a sus máquinas como las flores a los insectos temerarios».

Nieto del primer maestro negro de Martinica, Césaire entendió la poesía como una revolución, lo que concebía a partir de la fuerza interior que la hacía posible. Cuaderno de un retorno…, expresión de sentimiento agudo, es muestra de ello. En sus páginas está la inconformidad ante una dolorosa realidad que se torna inaceptable, la que discrimina y mira con desprecio al negro colonizado, al someterlo a una vergonzosa supervivencia.

Con Cuaderno de un retorno…, se eleva en la voz de su autor –considerado el padre de la negritud– un estruendo colectivo, el que describe y denuncia las bestialidades del colonizador, pero también el que se sacude la inmundicia que la opresión lanzó sobre sí:

«Y ahora estamos de pie mi país y yo, (…) y la fuerza no está en nosotros, sino por encima de nosotros, en una voz que perfora la noche y el oído con la agudeza de una avispa apocalíptica».

La defensa de las culturas de África y del Caribe subyacen en la obra política y literaria de quien fuera miembro del Partido Comunista Francés, fundador del Partido Progresista Martiniqués y, por más de cinco décadas, alcalde de Fort-de-France. Sus discursos, su teatro y su ensayística son espacios en los que se libró una batalla en pos de la justicia y la descolonización cultural.

A 15 años de su partida física, el eco de sus clamores preserva la fuerza suficiente para acompañar a todo pueblo digno que precise deshacerse del látigo o la bota. El Cuaderno de un retorno… es canto de combate en el que caben todos los pueblos, es ese «grito que se oyó el día en que una selva de grandes árboles se puso de pronto a hablar francés, y en que el árbol más generoso, más viril y más sensual de esa selva se apartó bruscamente de la columna de sus camaradas, y se adelantó como una antorcha negra y verde, para cantarle a los hombres la historia del mundo». 

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Reinaldo Cedeño dijo:

1

19 de abril de 2023

00:54:12


Un poeta raigal. Gracias por evocarlo...