Frank Zappa nuestro que estás en… ¿dónde estás Frank Zappa? ¿No me digas que reencarnado en ese futbolista sueco de apellido eslavo? Pícaro que eres, todo lo tuyo es incesto delicioso. No te niego qué sería lo que esperaríamos de ti, reencarnarte de esa forma, a todas luces tuyas, y darle paradas al balón de la misma forma estrambótica con que hacías tu música.
No creo que te esperen en el cielo, al menos lo veo difícil después de aquello de que «si terminas con una vida aburrida porque escuchaste a tu madre, a tu papá, a tu cura, a algún tipo en la televisión, a cualquiera de las personas que te dicen cómo hacer tu mierda, entonces te lo mereces». Tampoco ayuda mucho andar por ahí diciendo que «la música es la única religión que entrega lo que promete». Por cosas como esa la iglesia católica excomulgó a Saramago.
En Ensayo sobre la ceguera, el mundo de ciegos se pinta monstruoso. Frente a una información incompleta de la realidad, los seres confinados por su falta de visión aparcan el pensamiento racional y se dejan llevar por el desenfreno de los instintos. El resultado es que la individualidad feroz sí provoca un comportamiento colectivo, pero, para un grupo de ellos, no precisamente humanizante.
Se pudiera argüir que la causa de tal dinámica es la incapacidad de prever. Frente a la incertidumbre del futuro, incluso a su más corto plazo, la vulnerabilidad de cada uno se refleja en un afán por maximizar el próximo minuto como garantía de asegurar el que le sigue. Se vive no ya al día, sino al segundo. En esa manera de ser, no hay posibilidad de que surja conscientemente algo perdurable, no hay espacio para la memoria y en esa medida, para crear cultura. Solo en la capacidad del horizonte, la cultura emerge como un instrumento que nos civiliza en el sentido humanista.
Pero aún en esas circunstancias extremas del no ver, siempre hay una oportunidad de redención. Esa capacidad se hace una posibilidad viable si, a pesar de las limitantes, se crean los instrumentos para indagar más allá de lo que alcanza el brazo. Saramago hace una concesión importante en la obra, se busca a un personaje exmachina, una mujer que, entre los ciegos, ve. Ella es espectadora privilegiada de lo que acontece, pero es también un elemento interventor en la trama, que cataliza, para bien, a partir de la excepcionalidad de su mirada.
No se puede entender la aparente excentricidad de Frank Zappa sin saber de su mezcla italiana, griega y árabe. Tal vez nada de eso sea importante, y en realidad tengan algo que ver en ello los tarugos de radio que el médico le insertaba en la nariz como tratamiento para su sinusitis. Inclasificable como músico, Frank es uno de los artistas más versátiles e influyentes de la música popular anglosajona de la segunda mitad del siglo XX.
El 3 de marzo de 1988, en el Chicago Auditorium Theater, Frank bajaba por el elevador y, en el lobby, le presentaron a quien Zappa llamó Mr. Sting. Más tarde, acompañado por el músico británico mientras se preparaba para la actuación, Zappa le dijo: «por qué no sales con nosotros esta noche y haces algo». Sting tenía dudas sobre si actuar esa noche, teniendo en cuenta que no había mediado ensayo y que la banda de Zappa estaba muy lejos del estilo de The Police. Frank le dijo: «no hay manera que puedas perder, porque esa banda siempre hará que te veas bien». Resulta que cuatro años antes, un teleevangelista de nombre Jimmy Swaggart, con motivo de la canción Murder by numbers, había dicho que el número estaba escrito por Satán y cantado por el hijo de Satán.
En esos días se había descubierto que Swaggart había estado envuelto en un escándalo de prostitución. Sting aprovechó la oportunidad para ajustar cuentas con el pastor y, refiriéndose a Murder by numbers, comenzó su actuación diciendo «yo escribí esa canción», y acto seguido la tocó sumergido en una electrizante versión jazzística, improvisada por la banda, para terminar con un solo de guitarra de mano de Frank Zappa que selló la certeza de que, en efecto, aquellos músicos tenían algo de diabólico.
A pesar de esa imagen iconoclasta, Zappa también se ponía serio: «Este país (EE. UU.) existe hace un par de cientos de años, y nos creemos que somos la leche. No nos damos cuenta que hay otros países que tienen miles de años de historia y de cultura, y están orgullosos de ello. Y cuando nos manejamos a nivel internacional, sabes, con política exterior y esas cosas, e intentamos presentarnos como la gran América, el país fuerte y todo eso, ellos deben reírse a carcajadas porque no somos nada. Culturalmente no somos nada. No significamos nada».
Definitivamente, Frank Zappa anima las fiestas de Belcebú, para suerte de todos.












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CNH dijo:
1
22 de marzo de 2023
08:51:38
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