ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La reconocida bibliógrafa Araceli García Carranza. Foto: Medium

Por los años 50 vio alzarse el edificio donde hoy se ubica la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Solía pasear los domingos, con sus hermanas y su padre, por esos lares, y se detenían para admirar la hermosa construcción que se erigía en la entonces Plaza Cívica. La adolescente Araceli García Carranza no podía suponer que unos años después ese recinto se convertiría en una de las más poderosas razones de su prolífera existencia.

La destacada bibliógrafa, que a sus 85 años continúa enfrascada en descubrir los misterios que guardan las letras, recuerda entre sus primeras lecturas los cuentos de hadas y el catecismo, y con especial devoción el Libro de lectura, de Luis Pérez Espinos.

–¿Le dio la vida alguna temprana señal para saber que la suya estaría para siempre ligada a los libros?

–Es posible que el interés de mi padre por mis estudios, y mi afán por complacerlo siempre en todo, me llevara a los libros. Nunca olvidé el ambiente de la Biblioteca Nacional cuando estaba en el Castillo de la Fuerza. Allá me llevaba a hacer las tareas del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Mis padres nos inculcaron el estudio y la superación y, sobre todo, el no depender de otros, el valernos por nosotras mismas.       

–¿Cuánto hace que la Biblioteca Nacional le abrió sus puertas?

–Trabajo en la Biblioteca desde el 1ro. de febrero de 1962. Entre índices analíticos, bibliografías, jefaturas de departamentos, servicios y colaboraciones sobre la profesión, en revistas, catálogos y otros documentos, han transcurrido estas seis décadas. Me siento incrustada en las colecciones y en los mármoles de la Biblioteca, me siento parte de ella.

Una larga lista recoge los más importantes emprendimientos de la Carranza, una profesional a la que siempre se le ve, en diversos espacios literarios, como un libro ella misma, discurriendo sobre lo que escriben los otros. «Tuve la oportunidad de ayudar a María Lastayo, jefa de Selección del centro, a trasladar la biblioteca de don Fernando Ortiz a la Biblioteca Nacional, y al colocar la papelería en los estantes se me ocurrió hacer su biobibliografía. Antes había hecho índices analíticos de las revistas del siglo xix, y sabía de este tipo de trabajo porque en la Revista de la Biblioteca, su director fundador, don Domingo Figarola Caneda, lo cultivó en los años 1909-1913 y, además, a partir de 1965 fue muy útil como pequeña sección en nuestra Bibliografía Cubana, la cual publicamos hasta 1989. El director Sidroc Ramos enseguida me aprobó el proyecto».

«Un año antes, en 1968, Cintio Vitier funda la Sala Martí y empieza a publicar el Anuario Martiano, y me pide –a partir del Anuario 2– que compile la bibliografía de José Martí, la cual publiqué hasta el Anuario 7. Cuando se funda el Centro de Estudios Martianos, a instancias de Roberto Fernández Retamar, la seguí publicando en el Anuario del Centro, hasta nuestros días».

«En 1972 Alejo Carpentier dona su colección a la Biblioteca. La procesé y sistematicé hasta que fue depositada en la fundación que lleva su nombre. Desde ese año hasta hoy compilo su biobibliografía. Después he compilado las bibliografías de otras grandes figuras de la cultura cubana como Carlos Rafael Rodríguez, Elías Entralgo, María Villar Buceta, José Lezama Lima, Cintio Vitier, Roberto Fernández Retamar, Emilio Roig de Leuchsenring, Eusebio Leal y Armando Hart Dávalos, sin olvidar mis textos en la Revista de la Biblioteca, relacionados con la  historia y teoría de la bibliografía y los ensayos bibliográfico-críticos sobre algunas figuras como  Alejo Carpentier. Otras bibliografías como las de las guerras de independencia y de otras figuras relevantes, que harían muy larga la lista, creo que han sido y son útiles a estudiosos e investigadores».     

–Quienes la conocen coinciden en que su generosidad es un rasgo que la identifica. ¿Qué es para usted ser, «en el buen sentido de la palabra», buena?

–Mi generosidad se debe a que me apasiona servir. Me siento muy satisfecha cuando doy servicio porque, desde el trabajo interno o desde cualquier posición, el bibliotecario no debe perderlo de vista. Con el servicio se aprende y se es cada vez mejor profesional. No debe olvidarse que el bibliotecario es también un maestro que enseña, que allana los caminos del

conocimiento. Y no creo que deba decir que soy buena, lo que pasa es que encontré mi vocación. 

–Cuando recorre su largo y azaroso historial, ¿qué nombres le resultan inevitables?

–Más que en colegas y discípulos, pienso en esa otra función del bibliotecario que es descubrir talentos entre lectores y usuarios, y si bien es cierto que a todos debemos servir por igual, es un privilegio servir a jóvenes que sabemos prometen y que llegarán muy lejos. Yo he visto nacer y crecer como intelectuales a Virgilio López Lemus, a Luis Toledo Sande, a Fernando Rodríguez Sosa, a  Rafael Acosta de Arriba, a Pedro Pablo Rodríguez, por solo citar algunos.

–Alguien la ha llamado «paradigma de la biblioteca. ¿Qué es para usted esa institución?

–Para mí es el lugar donde tan bien se está porque, aun en medio de dificultades y problemas, la fuerza de la vocación me ha hecho salir adelante; y debe ser porque en ella se ejerce la profesión más bella del mundo, aunque ya García Márquez haya dicho esto del Periodismo.

Equipada con esa valía insuperable que ofrece la experiencia, Araceli actualmente sigue «trabajando» a Martí, a Carpentier, a Lezama. Ha iniciado la bibliografía de la doctora Graziella Pogolotti, con Eloísa Carreras compila la obra de Armando Hart Dávalos, y es jefa del Departamento de Investigaciones de la Biblioteca.

Habiendo vivido para mostrar la obra ajena, hoy la fiesta es para esta dama que se considera «tímida, respetuosa, disciplinada y amante de la verdad». Junto al escritor Julio Travieso Serrano, la 31 Feria Internacional del Libro de La Habana le estará dedicada. Entretanto, Araceli asegura estar «muy consciente de que no sé lo suficiente, que me falta mucho, porque si alguien sabe que no sabe es el bibliotecario, que de una manera u otra se enfrenta a todas las ramas del saber, al inmenso mundo del conocimiento. Siempre asumo aquello de “solo sé que no sé nada”».

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Reinaldo Cedeno dijo:

1

9 de febrero de 2023

22:21:35


graciass

Maria Antonia Wong dijo:

2

12 de febrero de 2023

14:17:28


No tengo palabras,la mejor persona del mundo,fue mi jefa y me enseñó el valor del trabajo,siempre me ayudo