ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Dulce María Loynaz fue querida y respetada en la patria de García Lorca y de Juan Ramón Jiménez. Foto: Juvenal Balán

La intelectualidad cubana del siglo XX se distinguió por sentir muy de cerca lo hispano, por ver en España y en su cultura algo propio. Recordemos a Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Juan Marinello, Fernando Ortiz y José María Chacón y Calvo. Sin embargo, Dulce María Loynaz (La Habana, 1902-1997) fue, quizá, la que con más ardor y expansión literaria abrazó la tierra del Quijote y la vinculó con el Nuevo Mundo. Devino así, de modo inconsciente, embajadora de las letras y del idioma hispanos en nuestra América, y aun en Estados Unidos, durante toda su vida.

A su vez, España no dejó de reconocer los importantes méritos de nuestra poetisa y su especial amor por las letras, la cultura y el pueblo españoles. La intelectualidad de ese país le confirió varios galardones en el pasado, y el 5 de noviembre de 1992, la más alta distinción de las letras hispánicas, el Premio Miguel de Cervantes. El jurado reconoció en Dulce María a una de las creadoras más originales del idioma y de la poesía hispanoamericana del siglo XX.

Dulce María efectuó numerosos viajes a la patria de Juan Ramón Jiménez, de Federico García Lorca y de Federico de Onís. Allí fue querida y respetada, afecto que ella reciprocó en Cuba a los escritores españoles.

Durante la visita de Lorca a La Habana, en 1930, lo acogió con inmensa alegría en su residencia. Juan Ramón, por su parte, incorporó a la autora habanera en la antología La poesía cubana en 1936. Y Federico de Onís, reconociendo sus valores, la invitó a Estados Unidos a ofrecer conferencias y lecturas de poemas.

En Madrid, Salamanca, Granada e Islas Canarias, dictó conferencias literarias. En 1947 se publicó en la capital española su poemario Juegos de agua, y recibió la Cruz de Alfonso X El Sabio, importante condecoración. En 1951 viajó por varios países de Europa, incluida España. En Madrid apareció su novela Jardín. Recorrió también Islas Canarias y desarrolló conferencias y lecturas de poesía.

Fue 1953 uno de los años más intensos de la insigne escritora. Vio publicados, en Madrid, sus libros Poemas sin nombre y Carta de amor al rey Tut-Ank-Amon. La Universidad de Salamanca la invitó a la celebración del v aniversario del nacimiento de los Reyes Católicos. De manera especial la distinguieron con la Cátedra de Fray Luis de León, en la que disertó sobre la influencia de los poetas cubanos en el Modernismo. Junto a unos 800 poetas de Europa y América asistió, como delegada, al Segundo Congreso de Poesía que, presidido por Azorín, se efectuó en Salamanca. Como vicepresidenta del evento, y en sustitución de Azorín, presidió varias sesiones del cónclave. En Madrid, a tenor del éxito de los Poemas sin nombre, las escritoras españolas le ofrecieron un emotivo homenaje. En Cuba llevó a cabo recitales, uno de ellos junto a su amiga, la poeta chilena Gabriela Mistral.

También en Madrid se editó, en 1955, su Obra lírica. Recibió, además, la distinción de Académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, Málaga. En 1958 viajó de nuevo a España, donde se publicó uno de sus libros más apreciados, Un verano en Tenerife, y, al mismo tiempo, el extenso poema: Últimos días de una casa, texto en el que, una vez más, se revela la intensidad, la fuerza lírica, y el elegante dominio del idioma en la poesía loynaciana. En 1987 recibió en Cuba el Premio Nacional de Literatura y la Orden Félix Varela de Primer grado. Como virtuosa de la poesía cubana e hispánica, como puente entre dos mundos, Dulce María Loynaz llevó siempre a España en su corazón. De ahí el justo reconocimiento de esa nación al entregarle, en 1992, su más alto galardón literario: el Premio Miguel de Cervantes.

 

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.