
Escondida de su mamá se presentó en El Programa de José Antonio Alonso, que transmitía CMQ-TV. Antes de comenzar el espectáculo se puso un vestido que le habían prestado, y salió a escena a interpretar una canción compuesta por el hombre que pintaba su casa. Él la acompañaría en la guitarra.
¡Cuánto acierto el de nombrarla, en ese show, Estrella Naciente! Rebosante de luz propia, en ese momento y para siempre brillaría inapagable por su carisma arrollador, por su autenticidad en el escenario y en la vida, por su indiscutible talento.
Aurora Basnuevo Hernández, la sonrisa de un país, la improvisadora contundente, la artista convincente, cubana de raíz, falleció ayer en La Habana, donde vivió desde los 12 años, tras partir junto a la familia de su natal Colón, en Matanzas.
De maestra normalista a cantante, actriz, presentadora. La mulatísima, como la bautizó para siempre su público, conquistó el cenit del panorama artístico cubano y aseguró la inmortalidad de su obra en la memoria colectiva de esta nación.
Pizpireta, jaranera, ocurrente, prestigió con su histrionismo a la radio, el teatro, el cine, el cabaret y la televisión. La Estervina Zuaznábar y Zubizarreta en Alegrías de sobremesa, de Radio Progreso, y la mujer del sargento Arencibia, en San Nicolás del Peladero –quizá sus personajes más queridos– calaron hondo en los espectadores. Tanto así que frases como: ¡Qué vida más sana, qué aire más puro! y ¡Con sumo gusto y sana distinción! forman parte de nuestra cotidianidad.
Pero a Aurorita Basnuevo no podemos encasillarla solo en el humor. Muestras irrefutables de su valía y desdoblamiento son los otros tantos roles que, con maestría, asumió en dramatizados de varios géneros, y en producciones de dentro y fuera de la Mayor de las Antillas, adonde siempre regresó.
Fue una mujer fuerte, diva, capaz de ser por sí sola una lumbrera; sin embargo, resulta imposible pensar en su vasta carrera profesional y en la vida, sin mencionar a quien la acompañara desde los 18 años hasta la hora misma de su deceso. Junto a Mario Limonta, otra figura cimera de nuestra cultura, conformó un dúo despampanante, un banquete, como decimos los cubanos.
Aunque fuese reconocida con los premios nacionales del Humor y la Radio, el Premio Actuar a la obra de la vida, la Réplica del Machete Mambí del Generalísimo Máximo Gómez, y otros tantos lauros, su alegría mayor estuvo siempre en el cariño de toda la Isla, porque ella no se parecía a nadie, pero era, a la vez, el pueblo mismo.
En el aplauso del público que agradece un humor bien pensado, criollo; en Juan me tiene sin cuidado, La pavita pechugona y en las más de 30 canciones infantiles en las que dejó su voz como recuerdo grato para quienes crecimos escuchándolas; en la carcajada alborotadora del pueblo que tanto la admira; allí estará siempre Aurorita Basnuevo, la mulatísima de esta tierra caribeña, por su talla elevada como artista y como ser humano, por ser leyenda y, ante todo, por ser cubanísima.










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joaquin Sanchez dijo:
1
27 de septiembre de 2022
06:24:26
gilberto crowe swaby dijo:
2
27 de septiembre de 2022
07:36:50
Leo dijo:
3
27 de septiembre de 2022
11:07:23
JOSE dijo:
4
27 de septiembre de 2022
11:08:39
TAnia dijo:
5
27 de septiembre de 2022
11:41:43
marina dijo:
6
27 de septiembre de 2022
13:45:04
deisy dijo:
7
27 de septiembre de 2022
14:30:45
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