Cuenta Kerry Livgren que el estudio donde grababan Leftoverture, en Louisiana, estaba ubicado en un lugar de la nada, tal que al salir de él «había caimanes frente al estudio, mosquitos del tamaño de aviones B-52 y de vez en cuando armadillos corrían dentro del cuarto de control».
El cuarto álbum del grupo Kansas se grabó bajo la presión de lograr un éxito, pues los productores y la casa discográfica con la que tenían firma se estaban cansando de que el grupo no lograra listarse entre las bandas favoritas. Las complejas elaboraciones musicales de Livgren no lograban entrarles a los oídos de la afición norteamericana al rock. Una mezcla entre rock progresivo y duro, con algunas fintas de pop, no ayudaban a definir el carácter de la banda. El álbum fue un éxito, y su canción más conocida Carry on wayward song, la preferida hasta que, en el próximo álbum, la canción más boba de toda la carrera del grupo se volviera el himno de la agrupación hasta el día de hoy.
Kansas cargó con varias maldiciones, algunas de su propia factura y otras ajenas a su voluntad. En primer término, la influencia del rock progresivo inglés, en pleno apogeo, era evidente, pero a diferencia de sus colegas británicos, la experimentación donde fundían elementos del jazz, el blues, el country, el folk y el rock, no lograba cuajar, en el grupo norteamericano, a la misma altura.
Las letras grandilocuentes y épicas del rock progresivo tampoco ayudaban. Ese fervor por lo grandioso, que resultaría en la enfermedad que terminaría agotando al rock progresivo, en Kansas se combinó con un Kerry Livgren místico, cuya religiosidad, que trasladaba a las canciones del grupo, solo comenzaba a andar hasta darle, años después, jaque mate al grupo.
Pero en 1976 Leftoverture fue un buen disco. Eran tiempos en que los álbumes de este tipo se concebían como conceptuales. Obras completas desde la primera canción hasta la última.
A pesar de aspiraciones que no se coronaron, Leftoverture buscaba hacer puente con la herencia aborigen indoamericana del continente norteño, a la vez que tiraba guiños desorganizados a Jethro Tull, Genesis y Yes. De toda esa confusión emergieron piezas que, si, difícilmente podían ser identificadas con los cherokees, cheyennes o sioux, no dejaban de ser una evocación honesta a un pasado que el rock de Estados Unidos no había abordado.
En Wounded Knee, localidad de Pine Ridge, ocurrió la matanza que cerró la tragedia aborigen de los pobladores originarios de aquella tierra. Murieron 200 sioux asesinados por los soldados estadounidense, el 29 de diciembre de 1890. Se estima que la mitad de los muertos eran mujeres y niños. Catorce días antes habían intentado arrestar a Toro Sentado, el jefe sioux, lo que resultó en su muerte. La séptima caballería del ejército invasor rodeó la tribu y buscó una justificación para comenzar la masacre de una población esencialmente desarmada. En sus mentes de revancha aún pesaba la extraordinaria victoria de los guerreros aborígenes en Little Big Horn, 14 años antes. La matanza ejecutada por el ejército imperial fue castigada con la medalla de honor. De esta forma parecía culminar la gran epopeya heroica de un pueblo dispuesto a morir antes de dejarse arrebatar su tierra y su modo de vida.
En 1972, hombres blancos en la reserva de Pine Ridge asesinaron a un nativo sioux. Un grupo del Movimiento Indio Americano, fundado en 1968, aliándose con los jefes de tribus de la reserva, denunciaron el asesinato y lograron que los culpables recibieran una sentencia de cárcel de seis años. Era un castigo injusto, por insuficiente, para la magnitud del crimen, pero para las tribus de la reserva constituyó una victoria importante, acostumbrados a la impunidad con que las injusticias contra los suyos eran sistemáticamente cometidas. Al frente del grupo del Movimiento Indio Americano un líder joven se destacó. Su nombre era Leonard Peltier.
Aprovechando las divisiones entre los líderes tribales, fomentadas por años por el poder hegemónico, una confrontación, en apariencia entre los propios aborígenes, terminó con un sitio a 200 miembros del Movimiento, que se habían atrincherado en el mismo lugar donde décadas atrás había ocurrido la matanza en Wounded Knee. El acoso de las fuerzas federales de EE. UU. contra los patriotas originarios duró 72 días, hasta que un acuerdo se logró y un juez del Gobierno colonizador absolvió a los combatientes, pero Peltier quedó marcado como el alebrestado principal. Tres años más tarde, y después de más de cien indoamericanos asesinados en la propia reserva, fruto de la guerra civil aupada por las autoridades norteamericanas, el Gobierno imperial por fin pudo echar mano a Leonard Peltier y acusarlo de la muerte de dos agentes federales. Un año después de la salida de Leftoverture, el líder aborigen fue condenado a dos cadenas perpetuas.
Leonard Peltier es el prisionero político más viejo del mundo. Retenido en la prisión de la Florida, en Coleman, a pesar de los pedidos de clemencia por parte de figuras de la talla de Nelson Mandela y Madre Teresa de Calcuta, y las evidentes violaciones procesales, sumadas a la endeblez de las pruebas en su contra, su perdón presidencial fue negado por última vez por el presidente negro Barack Obama. Ya había sido negado por William Clinton y George Bush. El imperio no perdona a los que no se les someten.
La séptima pieza de Leftoverture se titula Himno cheyenne. Escrita por un hombre blanco buscando quizá entender un dolor, que le es, a su vez, dolorosamente ajeno. Su letra dice: Pronto estos días pasarán \ Por nuestra libertad debemos pagar \ todas nuestras palabras y obras son llevadas por el viento \ en el suelo nuestros cuerpos descansan \ aquí nos quedaremos...
Un intento sincero por ponerse en la piel del oprimido, como lo fue el poema de otro blanco, Stephen Vincent Benet, de 1931: No estaré allí / me levantaré y pasaré / entierren mi corazón en Wounded Knee.
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