Un murmullo arrullador recorrió por estos días la urbe capitalina. En parques, plazas, calles del Vedado y del Centro Histórico la palabra centelleó ante la mirada cómplice de niños y padres. Cobraron vida personajes conocidos y otros nuevos. Saltaron de las páginas de los libros, del recuerdo de los más ancianos y de la fértil imaginación de los narradores, para desandar la ciudad en busca de quienes quisieron escuchar nuestros patakíes, las leyendas de pueblos de Latinoamérica y obras de la literatura cubana y universal.
Muchas voces –de México, Costa Rica, Perú y Cuba– se unieron para regalarles historias a los más pequeños de casa, abrir las puertas del verano en la Mayor de las Antillas y celebrar el Día de los Niños.
Se trata del 11no. Encuentro Internacional Cuentos para una añeja ciudad, «un festival diferente», como aseguró su director, Osvaldo Manuel Pérez Peñalver. Y tiene razón, en esa fiesta callejera el público formó parte del espectáculo, se sumó a los narradores y tejió junto a ellos nuevos finales para las tramas.
Tan popular es la cita que las familias de La Habana Vieja esperan cada año el mes de julio, para disfrutar de la magia de viajar por el mundo a través de la palabra. «Hay niños que han crecido a la par de nuestros festivales», dijo Pérez Peñalver, seguro de «la manera especial» que tiene el arte para transformar la sociedad.
Con esa certeza, como ya es habitual, los narradores no solo se detuvieron en plazas y parques, sino que también llegaron hasta diversas instituciones: hospitales pediátricos y círculos infantiles.
Esta cruzada cultural que, como el propio país, ha regresado a la normalidad tras dos años de necesario aislamiento, desarrolló jornadas de cuentería y juegos de participación en los portales de la Biblioteca Rubén Martínez Villena y en la Casa de África, espacios que desde el inicio forman parte de su itinerario.
La novedad de este 11no. encuentro es que rebasó los predios del Centro Histórico para llegar hasta el municipio de Plaza de la Revolución, cuya Dirección de Cultura auspició por primera vez el festival, acompañada por el Centro de Teatro de La Habana, la Oficina del Historiador de la Ciudad y –el talismán de esta contada gigante– la compañía Teatro de la Palabra, que bajo la conducción de Osvaldo Manuel Pérez ha sembrado en varios países las amistades que recientemente colmaron de color e historias esta ciudad antigua y maravillosa.
En esta edición se homenajeó al perenne novio de La Habana, Eusebio Leal Spengler, y al narrador y músico Daniel Alberto Hernández Acosta, fundador de la cita, fallecidos en los últimos dos años.
Cuentos para una añeja ciudad es, sin duda, un espacio que el público más joven disfruta, sobre todo por el intercambio directo con los artistas, sin la lejanía del escenario ni la formalidad intimidante de un teatro. Mantener en nuestra programación este tipo de espacios es un acierto que sus organizadores defienden, pues son testigos de cuánto se puede hacer desde la narración oral escénica para incentivar la lectura, cultivar el intelecto desde las más tempranas edades y motivar el estudio de la historia nacional y local.












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