Tú, que no sabes ausentarte

Fue en aquel espacio tuyo, El patio de la gorda –donde el último domingo del mes, en la calle A de El Vedado, te encontrabas con tu público– que aquel 26 de diciembre de 2011, prácticamente, te despediste de nosotros, quizá augurando en silencio tu cercano adiós, ocurrido el 1ro. de febrero de 2012, y lo hiciste con esa valentía que solo tienen los que han vivido haciendo el bien, ofreciendo intensas ráfagas de amor y de firmeza, al lado de tu Revolución y de Fidel.

Te despediste diciéndole a tu gente: «Después de esta actuación, en esta tarde, lo que me queda es desearles muchísimas cosas lindas, muchísima felicidad, desearles salud –sobre todo salud–, para lo que les queda por vivir a todos. Que sean felices, que sean tan felices como se sienten ustedes cada vez que vienen aquí. Todos los días tenemos que darle gracias a la vida por lo que estamos viviendo».

Habías heredado de tus padres la cubanía, el amor por la música y una fuerte decisión de justicia que te hizo estar al lado de los humildes de esta tierra y defender con tus canciones el derecho a la vida. La victoria, Su nombre es pueblo, A los que luchan toda la vida, ¿Qué dice usted?, Cantando al amor, son canciones que se te ajustan, que dicen quién fuiste y quién sigues siendo.

Bastó tu ternura para que Cuba y el mundo te quisieran. Un temperamento muy tuyo, al defender mensajes cuyo contenido se te hizo cada vez más propio, marcaron tu escena, la misma que hoy se nos repite ante los ojos cuando la Patria llama a que no abandonemos su defensa.

Cuando se precisa el canto encendido, te nos presentas en el recuerdo y regresas. Tú no sabes ausentarte. Vuelven tus canciones a ser fusiles, disparos dignos contra el enemigo que intenta destruirnos, el mismo que combatiste con tu poesía, junto a tus compañeros de arte, desde siempre. Tu victoria también es mi victoria, la de todo un pueblo en Revolución, el único acorde posible en medio de tanta resistencia.