Hubo un largo tiempo, entre los años 60 y los 80 del siglo pasado, en que a nivel popular, cuando a un cubano se le preguntaba por una soprano, pronunciaba un nombre: María Remolá.
La televisión, en sus programas de variedades, acogió su presencia, era cosa de ver el asombro y la admiración que despertaba al interpretar Escucha al ruiseñor, de Ernesto Lecuona, con sus trinos y las notas agudas sostenidas con limpieza. Los de mayor edad y conocimiento más especializado entonces convinieron en que ella cubría el vacío de Rosario García Orellana, a quien el compositor guanabacoense dedicó esa página de su cancionero, grabada por primera vez en 1935.
El entusiasmo en torno al ejercicio virtuoso de la Remolá alcanzó, por momentos, niveles de paroxismo entre los que aplaudieron su versión de Ah! vous dirai-je, Maman, de Adolphe Adam sobre un tema original de Mozart, en el que la voz compite con la flauta.
Más vale evocar y tener en cuenta ahora y en adelante a una María Remolá mucho más abarcadora y raigal en la vida musical cubana. La soprano, fallecida el 9 de diciembre en Santo Domingo, a los 91 años, es parte inalienable de nuestro legado cultural.
Nació en España y vino a la isla en 1956, por unos 15 días, y quedó aquí buena parte de su vida. Debutó en la Marina, de Arrieta, y tras el triunfo revolucionario de 1959 participó en la fundación del Teatro Lírico Nacional, institución en la que protagonizó momentos estelares en producciones de ópera y zarzuela.
Luego de regresar a España por motivos familiares en los 80, y dedicarse a la docencia en la vecina República Dominicana, mantuvo contacto con sus colegas cubanos, a los que reencontró en una muy emotiva visita en 2011.












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Evel Ramon Garcia. dijo:
1
13 de diciembre de 2021
15:14:37
arq. Guillermo Morán Loyola dijo:
2
16 de diciembre de 2021
10:15:07
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