
La muerte de Jean Paul Belmondo en París, a los 88 años de edad, además de ser una sensible pérdida para el cine, y en especial para la Nueva Ola francesa, que lo tuvo entre sus figuras principales, reactiva las polémicas que lo acompañaron en aquellos días de salas repletas para no perderse un filme suyo.
Belmondo llevaba años retirado tras un accidente cerebrovascular ocurrido en el año 2001 y del cual se fue recuperando con una dedicación ejemplar. En 1960 entró por la puerta ancha al protagonizar el icónico Sin aliento, de Jean-Luc Godard, y desde entonces se erigió en un actor «a cazar» no solo por los realizadores de la floreciente Nueva Ola, sino también por otros de consolidado prestigio, como Vittorio de Sica, que lo unió a Sofía Loren en Dos mujeres.
Los filmes de la Nueva Ola convirtieron al «feo» joven de la nariz quebrada en una figura adorada por un público cansado de los galanes clásicos. También la intelectualidad de la época se rindió ante Belmondo. Sin embargo, el cine comercial no se mantenía ajeno a las posibilidades de fomentar un ideal moderno muy vendible, a partir de la masculinidad y el vitalismo emanados de aquel actor frente al cual las mujeres se intranquilizaban en pantalla. Y llegaron populares películas de acción, como El hombre de Río, y otras menos significativas, empeñadas en alimentar una supuesta rivalidad taquillera con otro ícono del cine francés, Alain Delon (finalmente ambos coincidirían en un mismo filme y se darían de trompadas en Borsalino, de 1970).
Las películas de acción rendían mejores dividendos que aquellas en las que se iniciara el actor y, llegado el momento de decidir, su inclinación fue categórica. La crítica no lo perdonó, ni tampoco la «alta cultura» de su país.
Belmondo reaccionó: «A los intelectuales no les gusta el éxito. Si estoy desnudo en una película, está bien para los intelectuales. Pero si salto de un helicóptero, creen que es terrible».
Entre polémicas, vimos, aplaudimos, o cargamos las tintas contra algunos de sus filmes. Pero lo cierto es que a la hora del recuento final –nostalgias influyendo, por supuesto–, hay que despedir a Belmondo, o a todos los Belmondo que una vez fueron, con el sombrero en alto.










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Eugenio leyva dijo:
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7 de septiembre de 2021
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FASV dijo:
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Wilfredo Jesús Blanco. dijo:
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El Guille dijo:
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Publio ReyesReinel dijo:
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Adela dijo:
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9 de septiembre de 2021
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