ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Carmen, por el Ballet Español de Cuba. Foto: Palomino

La ópera Carmen vio la luz en 1875, en París. Tres meses después fallecía el compositor George Bizet, quien supo llevar al ámbito musical la célebre novela de Prosper Merimée. La Carmen del Ballet español de Cuba, estrenada en 1998 y con coreografía del maestro Eduardo Veitía, se sumaba en aquel momento a la rica tradición tejida en torno a un tema profundamente español, entre cuyos exponentes más notables se cuentan numerosas versiones cinematográficas y los ballets con coreografía de Roland Petit y Alberto Alonso. Esta última tuvo a Alicia Alonso en su papel estelar.

Esta Carmen alcanza sus mejores momentos cuanto más se aleja de otras influencias y más se adentra en el universo flamenco. Una parte del triunfo se debe a la coreografía y a su estructura dramática; al decorado sencillo y funcional e imaginativo; a la dualidad del vestuario, informal y teatral al mismo tiempo, y a esas luces que crean y desaparecen espacios escénicos. La otra parte de la notoriedad llega con los bailarines, con la labor de equipo de todos y cada uno. En las funciones de viernes 6 y sábado 7 de noviembre –el domingo se suspendió por Eta–, las huestes del director Eduardo Veitía entregaron, en la centenaria escena del gth Alicia Alonso, lo mejor de sí para rendir homenaje a la maestra Alicia Alonso en su centenario, por ser, además, inspiradora y fundadora de esta compañía. Los roles protagónicos de Carmen y Don José fueron compartidos por dos parejas: Leslie Ung/Daniel Martínez y Claudia González/Ricardo D. Quintana. Los primeros construyeron un diálogo íntimo de mucha fuerza escénica, pues hay una especial química en los intérpretes, quienes dejaron en claro su clase en baile y actuación. Mientras que en el otro dúo, Ricardo desató esa manera de bailar de amplios registros que motivan al auditorio, buscando siempre soluciones que realzan la puesta, y ella (Claudia), creciendo en la escena, fue sensual y adecuada al rol. Vale la pena destacar en la función del sábado –excepcional–, de esas que no se olvidan, dos muy jóvenes bailarines: Analía Feal, quien desató todo su arsenal técnico-interpretativo en un toro «electrizante» que provocó las más fuertes ovaciones de las jornadas, junto al Escamillo del juvenil Eduardo Arango. Su torero, elegante y mesurado, fue elevando su nivel con la función, hasta subrayar que se puede contar con él para empeños superiores. Otras recién graduadas se sumaron al lado positivo en esta puesta: la noveles Daimet M. Santana (toro), y las Doña Frasquita, de Karina Lambert y Denisse Romero, quienes realizaron una faena digna de elogios. No pasaremos por alto el superlativo torero Escamillo que el viernes vivió en la piel de ese inmenso artista que es Daniel Martínez, así como el desempeño del cuerpo de baile, que apoya siempre el buen quehacer de una compañía emblemática de 33 años.

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