ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La compañía DCCuba en Los amores de Marte y Venus. Foto: Ariel Cecilio Lemus

Departamento de Danza Moderna del Teatro Nacional de Cuba, Conjunto Nacional de Danza Moderna, Danza Nacional de Cuba y hoy, Danza Contemporánea de Cuba (DCCuba); más allá de los nombres, de los 14 directores o de las distintas posiciones estéticas asumidas por esa prestigiosa compañía, lo cierto es que la agrupación, que arribó este 25 de septiembre a los 61 años, resplandece con el brillo indiscutible de la nutrida trayectoria que se ha forjado.     

El bailarín y profesor Miguel Iglesias, director de DCCuba, en conversación telefónica con Granma, expresó que «la entrega, la inquietud por lo novedoso, saber que quedan muchas cosas por aprender y el respeto al trabajo», han hecho de ese conjunto –capaz de llevar a la escena danzaria la poesía de la vida–, una obligatoria referencia cuando se le menciona en la Mayor de las Antillas.

«Los cirujanos matan a sus pacientes si no efectúan correctamente los procedimientos quirúrgicos, pero los artistas matan la sensibilidad del público si no se entregan con amor en cada obra, por eso intento que todos sientan respeto por su trabajo, porque no puedo traicionar la calidad, la originalidad ni el empeño», aseguró.

Precisamente, dada la compleja situación epidemiológica que vive el país a causa de la COVID-19, se ha dificultado el ritmo constante de ensayo que caracteriza a la compañía, pues desde el 23 de marzo se detuvieron los encuentros. Soluciones se han buscado muchas, pero nada suple del todo la necesidad del contacto con el otro bailarín, de la guía del coreógrafo. Además, varios son los integrantes que no poseen en sus hogares las condiciones para entrenarse individualmente, al menos para mantener la forma.

Durante las semanas en que la capital se mantuvo en la primera fase de recuperación, Miguel Iglesias dibujó puntos en el tabloncillo de ensayo con una distancia de un metro y medio entre cada uno, pero «el baile implica contacto, cercanía».

También la agrupación usó, para bailar, nasobucos confeccionados por la empresa Tecnoescena, que dejaban un espacio prudencial entre los orificios nasales y la tela, dado que «el esfuerzo físico necesita oxígeno y se podían desmayar los bailarines», explica.

«Los muchachos están ansiosos, deseosos por trabajar, pero tenemos que esperar a que estén las condiciones –afirmó–.  «Con esta pandemia te cuidas o te mueres, y yo, a mis 53 años de carrera en la danza, aún no me imagino las clases sin desplazamiento, ¿cómo bailar sin tocarse? Sin embargo, no hay mal que dure cien años, bienvenida sea la vacuna y después seguiremos bailando».   

 Los asientos de los teatros de ciudades como Montreal, donde las entradas para las funciones de DCCuba se vendieron dos meses antes de la fecha prevista para la presentación, siguen a la espera de que la vida retome su curso cotidiano y que los bailarines de este caimán irrumpan en el escenario.

Entre tanto, la compañía arribó a su 61 cumpleaños con el ímpetu que los mueve cada día, «celebraremos como siempre: trabajando. Será un día de agradecimiento a quienes han apoyado a la agrupación, sobre todo a Ramiro Guerra. Espero que esta pausa, demasiado larga sobre todo para el arte, sirva para que los cubanos tomemos en serio cuidarnos».

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