De la duda a la certeza fue el tránsito por los 50 capítulos de los de Motel Bates (Multivisión), por suerte presentados de corrido, sin la ansiedad de saber si de una a otra temporada, entre 2013 y 2017, ganaba altura o caía para siempre.
Progresión ascendente en la pantalla doméstica, como para salir de dudas, con independencia de costuras evidentes y chapuzas que no faltaron. Lo que en un principio hizo a muchos fruncir el ceño –mire usted, venir a competir con el recuerdo de un clásico del cine de suspenso, Psicosis (1960), de Alfred Hitchcock– dio lugar a una impresión favorable debido a que la serie escrita por Anthony Cipriano, en colaboración con los experimentados Carlton Cuse y Kerry Ehrin, y el productor Mark Wolper, se desmarcó de lo que se ha dado en llamar precuela –narrar los hechos que antecedieron a la trama de la película– para desarrollar un argumento con entidad propia, bien distante por demás de las nuevas y lamentables versiones que entre 1983 y 1998 trataron inútilmente de reflotar en el cine la obra original.
Tanto Hitchcock como los guionistas de Motel Bates reconocieron como punto de partida la novela Psycho (1959), del estadounidense Robert Block, autor de mediana solvencia literaria montado en el auto de la narrativa que vende crímenes y misterios. A su vez, Bloch, sin el talento de un Truman Capote (A sangre fría), aprovechó sucesos reales: el caso de Ed Gein, apodado el Carnicero de Plainfield, sujeto que entre 1947 y 1957 asesinó a varios vecinos. Cuando el sheriff del condado allanó la casa del sospechoso, halló un panorama aterrador: cadáveres colgando, restos de cuerpos humanos, montañas de basura, excrementos, libros de Medicina y Anatomía, y artículos elaborados con piel humana: el cadáver de su madre yacía aún en la cama de su habitación. Nunca recibió sepultura.
Thomas Harris, al escribir la novela El silencio de los corderos (1988), conocía la historia de Ed Gein, por entonces con vida en reclusión siquiátrica perpetua, y fijó detalles de los cadáveres desollados por el asesino. Joseph Stefano, el guionista de Hitchcock, y los escritores de Motel Bates, se concentraron en recrear los aspectos sicológicos del drama en torno a la relación entre madre e hijo. Hitchcock fue a los hechos consumados; Cipriano, Cuse y Ehrin al origen. Estos rinden homenaje al mago del suspenso, pero no lo copian. En Psicosis, el terror y la encuesta policial se reparten la atención; Norman Bates, por el inmenso Anthony Perkins, es alfa y omega del nudo argumental.
La serie va por otro camino, aunque porque la acción tenga lugar en un motel perdido en una pequeña comunidad ya haya más de un guiño a la película; aunque Rihanna, mejor cantante que actriz, no llegue a Janet Leigh y evada, por obra y gracia de un giro sorprendente de los guionistas, las cuchilladas de una de las más célebres secuencias (77 planos) del cine de terror, la de la ducha.
Norma y Norman se retroalimentan en la pasión, la enfermedad y la perversión. Complejo de Edipo y ceguera voluntaria de Yocasta. Idolatría del hijo y sobreprotección materna. Ni siquiera la indagación policial de los capítulos finales importa, pues el telespectador presume lo que va a suceder. Si acaso, luego de un comienzo incierto y desenfocado, habría que considerar al hermano Dylan como parte de la ecuación, no tanto por su esperada mediación en el conflicto como por encarnar una a veces olvidada cualidad humana: la compasión.
Muchos vericuetos molestan y distraen: subtramas que poco aportan durante las tres primeras temporadas, y lo peor, el enrevesado comportamiento del sheriff Romero (Néstor Carbonell), poseído por un desmedido deseo de venganza por el amor tan poco creíble que profesó por Norma.
De no haber intereses comerciales de por medio, que dictan la obediencia a ultranza de los patrones dramatúrgicos de las producciones estadounidenses seriadas, Motel Bates sería mucho más compacta y elocuente, con 20 capítulos menos. Se dibujaría con mayor intensidad el formidable duelo actoral entre Vera Farmiga y Freddie Highmore. Complementariedad sin desperdicio.










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18 de septiembre de 2020
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