Todas las tardes la televisión cubana en uno de sus canales HD transmite películas de aventuras, y en las noches, series policiales, ambos programas de muy bienvenido entretenimiento, ni qué decir, en tiempos de un virus que ha casi paralizado al mundo.
Es así que luego del almuerzo me dispongo a apreciar filmes catalogados «para todas las edades» y efectivamente me distraen, pero llega un momento en que la mente se dirige hacia otros aspectos y veo mas allá de las imágenes.
Por ejemplo, en dos de las últimas transmisiones las cintas provenían de la literatura, igual que una de las series, y recordé como las intersecciones entre cine y literatura son múltiples.
Las primeras adaptaciones de la literatura al cine se remontan a los comienzos mismos del cine, con los hermanos Lumière, quienes adaptaron Fausto en 1896 y posteriormente George Méliès en 1899 presenta la primera versión de La Cenicienta basada en la historia de Los Hermanos Grimm.
Es indiscutible que el cine tiene que hacer modificaciones de importancia cuando utiliza una obra literaria, como reducciones de tiempo y simplificación de argumentos, y es tal vez por esto que las versiones que se han hecho, por ejemplo, de Don Quijote o de algunas obras de García Márquez no han logrado el resultado que merecen.
Desde los comienzos de la historia del cine ha sido común encontrarse con comentarios que afirman que el libro era superior a la película, que el film no profundizó lo suficiente en la psicología de los personajes y que en la pantalla todo pasó muy rápido, dejando lagunas sin resolver.
Sin embargo, viene siendo ya una discusión bizantina pues son muchos los ejemplos de adaptaciones exitosas, digamos Los pájaros (1963) de Alfred Hitchcock basado en la novela de Daphne du Maurier; El Proceso (1962) de Franz Kafka dirigida por Orson Welles; Muerte en Venecia (1971) de Thomas Mann bajo la dirección de Luchino Visconti, y Romeo y Julieta (1968) de William Shakespeare dirigida por Franco Zeffirelli.
Rashomon (1950) de Akira Kurosawa, inspirada en un cuento de Ryunosuke Akutagawa y El Padrino I y II (1972-1974) de Francis Ford Coppola, adaptación de la obra de Mario Puzzo, se han convertido en clásicos de culto en el cine.
Volviendo a mis horas vespertinas con las películas de aventuras encontré detalles del impacto del cine en el espectador, por ejemplo, convertir lugares imaginados por los autores en reales y famosos.
Uno de los filmes transmitidos fue Sherlock Holmes, dirigido en 2009 por Guy Ritchie, con Robert Downey Jr. (Holmes), Jude Law (Watson) y Rachel McAdams (Adler) en los protagónicos.
Pues bien, casi todos los que conocen al detective nacido en 1887 de la imaginación de Sir Arthur Conan Doyle saben que Holmes vivía en el 221B de Baker Street, una dirección en el centro de Londres.
Es tan real para lectores y cinéfilos que allí fundaron un museo dedicado a recrear el apartamento de Holmes y Watson y está ubicado exactamente en la misma dirección que se menciona en las famosas novelas.
Otro dato, entre las historias de Sherlock Holmes mas llevadas al cine, con 24 versiones, está El sabueso de los Baskerville (1901-1902), la primera data de 1939.
La otra película que me llevó por estos vericuetos fue Harry Potter y el prisionero de Azkaban, de 2004 dirigida Mike Newell. Con ocho películas realizadas de las siete novelas fantásticas en la que se describen las aventuras del joven aprendiz de magia escrita por la autora británica J. K. Rowling, la serie se convirtió en una de las sagas más exitosas del cine.
Con Daniel Radcliffe como Harry Potter, los cuatro directores a cargo de los filmes de la saga incluyeron en los roles secundarios nombres de actores tan reconocido como Ralph Fiennes, Alan Rickman, Gary Oldman, Maggie Smith, Emma Thompson y Helena Bonham Carter.
La estación de Kings Cross, o King's Cross en la ficción, es una de las estaciones de ferrocarril de Londres, y aparece en las aventuras como el punto de partida donde se toma el tren para llegar a Hogwarts, la escuela de magia donde se forman los hechiceros. El tren utiliza un andén secreto, el 9¾, y solo los magos pueden pasar a través de ella.
En la actualidad, en reconocimiento a la fama que la serie ha dado a la estación, se ha instalado una señal en hierro forjado del Andén 9¾ y también hay un carrito portaequipaje que parece que está a medio atravesar la pared, en referencia a la obra donde se indica que para acceder al susodicho andén hay que atravesar la pared. Miles de fans van a buscar el Andén 9¾ para fotografiarse en el lugar y por lo menos tienen el carrito…
Llego a la serie del detective Montalbano, creada a partir de las novelas de Andrea Camilleri. Vigatá, el lugar ficticio donde vive y trabaja el detective, como Baker Street o la Plataforma 9 ¾, también se ha hecho famoso.
Montalbano, interpretado por el actor Luca Zingaretti, trabaja en Vigatá, en la provincia de Montelusa, dos nombres inventados, que en realidad corresponden a Porto Empédocle en la costa suroeste de Sicilia, donde nació Camilleri. De hecho, en 2003, este pueblo cambió su nombre a Porto Empedocle Vigatá
El italiano Andrea Camilleri escribió más de 30 novelas y estas inspiraron dos series de televisión El comisario Montalbano, en 1999, y El joven Montalbano, en 2012. La primera temporada comenzó en 1999 y ya va por la decimotercera el pasado año. Muchos de los episodios de ambas sagas han sido vistos entre nosotros.
¿Otros lugares inventados y reales convertidos por la literatura y el cine en sitios a visitar? Por ejemplo, el Castillo de If uno de los escenarios principales en los que se desarrolla la historia de El Conde Montecristo (1844), del novelista francés Alejandro Dumas (padre). Es el lugar donde Edmundo Dantés, el protagonista, estuvo preso 14 años.
Mas para nosotros el sitio supremo es, por supuesto, Macondo el pueblo creado por el Gabriel García Márquez, inspirado en la colombiana ciudad de Aracataca, que asumió tanto el mundo imaginario del Nobel de Literatura que allí se puede hasta visitar la casa en la que el coronel Aureliano Buendía conoció el hielo. ¿En cuál novela aparece primero Macondo? En la inmensa Cien años de soledad.
No nos asustemos, no es un título profético para esta época viral. Solo esperar que en estos tiempos de aislamiento la literatura y el cine nos ayuden a alimentar nuestra imaginación, a incitarnos a investigar, a aumentar nuestros conocimientos.
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