Puri Faget

Llegó del centro de la Isla, más bien del sur de ese centro, irrumpiendo en La Habana con un don, no común en nuestros días, que es: llevar consigo todos los misterios y todas las claves del monte, y aun de la vida urbana, nada sencilla, para traerlos a la capital y, asentándolos, crear nuevos horizontes.

Los horizontes de Puri Faget, y sus objetivos innatos, siempre estuvieron a favor de la imagen y, a través de la imagen, fomentar el amor hacia nuestras cosas, nuestros valores, nuestras costumbres, vinieran de donde vinieran.

Incesante realizador de audiovisuales, entrevistas, documentales, así como de una infinidad de trabajos para la difusión de las técnicas narrativas y el arte cubano de su tiempo, Puri perfiló, con buen gusto y elegancia, los temas más complejos.  Buscaba lo recóndito, lo inédito, aquello que a veces escapa a nuestra mirada, a la posibilidad de cada cual de apresar lo conocido, lo que se revela a simple vista, o aquello que es prácticamente imposible de comprenderse al primer contacto.

Príncipe de los medios masivos, de la oralidad, de todo aquello que sirviera para el mejoramiento del pueblo, le agradecemos a Puri un documental impecable en su factura, en su irradiación y en su entrega de la imagen más auténtica del poeta y periodista camagüeyano, Nicolás Guillén. Son pocos los trabajos de este tipo, capaces de

llevarnos de la mano por los sitios, los ambientes y los testigos presenciales de una poesía que buscó su primera raíz en el complejo insular, allí donde el factor étnico alcanza su mayor esplendor.

La última vez que nos encontramos fue en el Museo Nacional de Bellas Artes. Coincidimos los dos en una excelente exposición de fotos cuyo asunto meridiano era el complejo mágico religioso de las manifestaciones sincréticas cubanas. Admiramos, juntos, escenas conmovedoras protagonizadas por máscaras, altares, procesiones, bailes en el medio de una ritualidad imposible de definir o encasillar.  Admiramos el manejo de la luz, las sombras, la energía que se desprende de los paisajes de Regla, eterna ciudad habanera, junto al mar. Y conversamos por más de tres horas, juntos.

Puri era de esas personas con las que, cuando uno se encontraba, no podía haber un alejamiento, una distancia, sino una compenetración inolvidable.  Así lo quiero recordar: en la distancia, como dice la hermosa canción. En esa dimensión alcanzo a verlo creando, arreglando esta vida suya que acaba de dejarnos sin consuelo. De sábado para domingo se fue tranquilo, sin miedos, como quien cumpliera con creces la obra de su existencia, ahora en plena fuga. Ana Maura por siempre lo comprenderá, que es su más hermosa prueba de amor.