ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La cineasta peruana Melina León Foto: Tomada de Internet

La corrupción, la violencia institucionalizada, el racismo, la discriminación, la indiferencia y desprecio del Estado hacia los indígenas y sus descendientes son males heredados del colonialismo que aún persisten en algunas sociedades latinoamericanas y son visibilizados precisamente en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, escenario de denuncia para directores y actores de varias latitudes de América Latina.  

Canción sin nombre es la ópera prima de la cinematógrafa Melina León, quien se estrena en este rol con un filme sobre el tráfico de personas «que lamentablemente va en alza y se ha convertido en un negocio más lucrativo que el tráfico de drogas», destacó esta peruana que llega por primera vez a Cuba.

La cinta fue estrenada el pasado 16 de mayo durante la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, lo que convierte a su directora en la primera mujer de ese país andino en presentarse en ese encuentro cinematográfico. Canción sin nombre «tiene la doble virtud de permitirme hablar de Perú y de mi reacción visceral hacia el tráfico de niños», comentó. El largometraje de ficción está inspirado en un caso real que en 1981 denunciara en el Diario de la República el padre de la propia realizadora. Cuenta Melina León que «en el primer número de dicha publicación se habla del comercio de niños hacia el exterior», pues aún no era empleado el vocablo tráfico para referirse a estos delitos. «Georgina Condori, la protagonista, son todas las mujeres que fueron raptadas, violentadas y luego les robaron a sus hijos, y son también las que, sin recursos, llegaron hasta la Fundación San Benito para recibir ayuda y una vez que dieron a luz les negaron el paradero de sus bebés».

A finales de la década de los 80 del siglo pasado Perú «estuvo a punto del desborde total», tenía una situación precaria, se dieron cruentos episodios de guerra, «jueces corruptos en complicidad con el Congreso impidieron el trabajo de los fiscales heroicos defensores del pueblo». En ese ambiente se desarrollan los sucesos que cuenta esta película en la que López, a pesar de estrenarse como directora, también tuvo a su cargo el guion, la producción y edición. «Fue un trabajo titánico», afirmó. Pero la mayor hazaña está en el hecho de vencer las trabas que, por ser mujer, le impedían llevar a cabo su producción. Comenta que estuvo varios años tratando de ganar fondos en el Ministerio de Cultura y solo cuando hubo una o dos mujeres en el jurado pudieron ganar un tercio de la financiación. «La dirige una mujer, la protagoniza una andina y aborda temas de corrupción política, teníamos todo para perder por la desconfianza que esto genera en una sociedad patriarcal, donde solo hay espacio para los hombres y las modelos rubias que no tengan el color de los indígenas. No pretendo que con esta

película vaya a cambiar el mundo, solo entrar en el espíritu, la conciencia y el corazón de la gente, para que el cine les cambie como mismo me ha cambiado a mí como ciudadana y como artista».

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