Las guajiritas hermosas/Tan sencillas como ufanas, /Corren por estas sabanas/ Detrás de las mariposas. (Fragmentos de La Primavera de El Cucalambé)
«Sigue siendo una figura controversial: desde su seudónimo hasta su desaparición misteriosa (…). El Cucalambé ha sido el tema central de controversias incontables, inspirador de repentistas y escritores que se consideran herederos de su mester».

Así describe el intelectual tunero Carlos Tamayo Rodríguez, en su ensayo Oralitura y Laúd, al bardo tunero Juan Cristóbal Nápoles y Fajardo, quien devino máximo exponente del siboneyismo y el criollismo, recreados en la espinela como forma protagónica de su creación.
Su nacimiento en terrenos de la finca El Cornito, propiedad de su padre, hizo que desde que viera la luz el 1ro. de julio de 1829, el entorno del campo, la vida de quienes lo habitaban, y la belleza natural, permearan su existencia y se convirtieran en fuente de inspiración y presencia infaltable entre sus versos, al igual que quien fuera su compañera sentimental y eterna musa, Isabel Rufina.
El Fanal, publicación periódica de la Villa de Santa María de Puerto Príncipe, fue la primera plataforma donde se difundieron sus décimas, también lo fue después la Piragua, órgano del grupo siboneyista. Sin embargo, fue su libro Rumores del Hórmigo, publicado en 1856, una excepcional confluencia de sus versos que califica hoy como un clásico del patrimonio lírico cubano.
Para Cintio Vitier (citado en el mencionado ensayo de Tamayo Rodríguez) en Lo cubano desde la poesía, el mayor acierto de El Cucalambé, radica en que no cantó para el guajiro sino desde el guajiro. Ello de acuerdo con el autor «se debió, en gran medida, a que desde esa posición podía cantar quien se encontraba situado en ese estrato social. El Cucalambé no acostumbraba a fingirse el campesino: era el cantor de los campos de Cuba, poeta popular de cepa campesina y de probada cultura».
En esa propia obra, Vitier apunta también: «Al final del proceso de “cubanización” de la poesía (se “cubanizan” la anacreóntica, la égloga, la silva, el romance, la espinela, el soneto, la octava real), El Cucalambé representa el ápice del empeño nativista en nuestro siglo XIX. Habrá que esperar a la boga de la poesía negra y a la obra de Nicolás Guillén para que se produzca un movimiento análogo, aunque de orientación afrocubana, mestiza».
A 190 años de su natalicio, la obra del bardo es aún motivo de recurrente consulta para quienes buscan en sus décimas la autenticidad de la tradición campesina. Su tierra natal le rinde homenaje a través de la Jornada Cucalambeana, un evento que ha aunado voluntades para preservar su legado, y para devolver a la décima al lugar cimero que supo darle quien fuera también periodista, editor y dramaturgo.
El hombre desapareció para siempre, en circunstancias que aún son un misterio, a la edad de 32 años, en 1861, en Santiago de Cuba, donde residía entonces. Pero el poeta, ese no desapareció jamás ni lo hará, porque dotó a la espinela cubana de un sello imborrable, que merece total reverencia.
COMENTAR
Andrés R dijo:
1
3 de julio de 2019
07:41:42
pjmelián dijo:
2
3 de julio de 2019
14:01:12
Fermín Manuel Fornaris Campa dijo:
3
4 de julio de 2019
10:22:29
Palax dijo:
4
4 de julio de 2019
13:26:35
Responder comentario