La danza, como ninguna otra manifestación artística, está íntimamente ligada al hombre. Es una prolongación del ser humano. Desde los mismos comienzos de la vida en la Tierra, el movimiento impulsó al cuerpo a deambular, e «inspiró» a aquellos hombres primitivos, en sus más lejanos anhelos, para comunicarse con los dioses, que supuestamente le ayudarían a sobrepasar las penurias cotidianas y a alcanzar sueños y realidades. Por eso bailaban para ellos. Era la manera de hablarles, de llegar tan alto…
Millones de años nos separan de los inicios, y la Danza sigue impertérrita en su lugar privilegiado, de interlocutora de aquellas divinidades, como ninguna otra expresión humana. Captar ese instante de diálogo con lo extraterrenal no es tarea fácil. Es un segundo, un soplo fugaz, un relámpago que nos acerca al mismo misterio de la existencia y subsistencia de los seres que habitamos este planeta. Y, los artífices del lente, con la fotografía, desde que apareció en este mundo, se encargan de hacer prolongar la danza más allá de su efímera existencia en la realidad del instante, de llevarla a otra dimensión, de rastrear por todas las aristas de la vida enfocando ese momento preciso, en búsqueda de la eternidad.
Como ninguna otra arte, la fotografía respira en su propio seno con todas las demás. Música, teatro, literatura, artes plásticas, cine, danza…, que se involucran, siempre, como en un todo amalgamado en el tiempo. Pero, más allá del baile, se pone nuevamente de manifiesto la relación nutricia entre este arte danzario y la imagen que la eterniza en un mundo paralelo, inerte, que no tiene movimiento, pero si vida. Por eso, las artes, durante los Festivales Internacionales de Ballet de La Habana Alicia Alonso, danzan todas juntas, pero ninguna otra, como esta, la Fotografía que protagoniza ahora muchas historias.
Cada dos años, las sedes del encuentro, galerías, museos y otros espacios alternativos, abren sus puertas a una inmensa colección de imágenes extraídas del lenguaje universal, protagonista. En esta 26ta. edición, se inauguraron muchas: Imágenes, de Luis Joa (teatro Mella); La torre de marfil, de Michel Johnson (Casa Estudiantil, K y 27, Vedado); Giselle, de Leisys Quesada y Desde el paraíso, de Nancy Reyes, en el vestíbulo (primero y segundo piso) de la sala Avellaneda, del Teatro Nacional (Plaza de la Revolución); A través del lente, Anni Collier (Estados Unidos), Alicia Alonso-Giselle: Aniversario 75.
En ese maremágnum de imágenes que hacen renacer la danza más allá de su hábitat natural –la escena-, se rescatan dos importantes exposiciones, entre muchas otras que deambulan por disímiles espacios de la ciudad, focalizadas en el vestíbulo de la sede central del 26. Festival: la sala García Lorca del GTH Alicia Alonso: Detrás del telón, del galardonado artista del lente y cineasta estadounidense John Rowe, quien en los últimos diez años, su trabajo lo ha llevado fundamentalmente a la India, Myanmar y Etiopía. El creador que ha obtenido innumerables premios en estos terrenos del lente, se acercó al BNC, en 2016, para fotografiar a Viengsay Valdés, primera bailarina de la compañía. El Gran Teatro de La Habana lo incluyó en su Libro de Honor, ese año, por la exposición Retrato de una bailarina cisne, expuesta como parte de las actividades del 25. Festival.
Ahora regala a los espectadores, en 26 instantáneas, los momentos, personajes, escenas y hechos anónimos, para el ojo de los espectadores, todo aquello que se mueve Detrás del telón. Cámara en ristre, deambulando con su mágico lente atrapa el esfuerzo mancomunado de vestuaristas, técnicos, maîtres, coreógrafos, tramoyistas y bailarines, que se unen aquí, de manera insólita, espontánea, colectiva para hacernos sentir/ver/disfrutar/conocer aquellos hechos que no advertimos más allá de la escena en la función, y que son parte intrínseca de cada dia en ese espacio. Una suerte de vida paralela esa que insufla aliento al hecho artístico, la que lo sostiene y apoya para llegar a ser… Es un ciclo de vital sacrificio donde se dan la mano: acción, esfuerzo, solidaridad, amor y el éxito final de la puesta, que es una labor en conjunto.
La otra exposición Paralelos, llega como fruto visual de los cazadores de imágenes: Ramsés H. Batista (Cuba), y Eric Politzer (Estados Unidos), para entregarnos una parte de su andar cotidiano por el universo de la danza, que en parte, y de otras facetas, han mostrado al público cubano en diferentes ocasiones y espacios. En esta edición regresan con una original muestra, en la que su ágil prisma escudriña detrás de la vida de los bailarines, diríamos, como en esa otra existencia paralela que, como seres humanos, respiran en la cotidianeidad común que los acoge, haciendo un contrapunteo realidad/irrealidad, vida/teatro, como lo que hay detrás de la persona.
Y por arte de fotografía y, por qué no de magia de las imágenes captadas, el público puede ver algo de la vida cotidiana, sus gustos, costumbres y momentos que viven esos bailarines, más allá de las tablas, del mundo ficticio del teatro. Con la finalidad de darlos a conocer en su dimensión real, en el día a día, como hombres y mujeres normales que son. Y como cuentan las palabras del catálogo de la original exposición: «…nos muestran una nueva arista de su obra. Se enfrentan, a los bailarines consigo mismo, y nos proponen que nos enfrentemos a su obra, estableciendo Paralelos en todos los sentidos».





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Enrique dijo:
1
6 de noviembre de 2018
08:57:42
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