ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

LA  historia de amor más célebre de la literatura, Romeo y Julieta, escrita en el siglo 16 por William Shakespeare fue convertida en una maravillosa ópera por Charles Gounod en el 19. Cada año tiene cientos de representaciones en el mundo. En La Habana se estrenó este 2018. Cinco siglos atrapando a lectores y espectadores: la verdadera definición de ser «un clásico».   

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  Tan solo dos funciones en la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba no fueron suficientes para valorar un hecho cultural que provocó gran expectativa.

  De cualquier manera hay mucho que agradecer al Teatro Lírico Nacional de Cuba por permitir al público cubano amante de la ópera, y hay que decir que en la Isla el arte lírico tiene una fuerte tradición, acercarse a esta puesta, una versión en dos actos.

  La ópera original, estrenada en 1867 en el Théâtre Lyrique de París, cuenta con un prólogo y cinco actos, y el libreto es obra de Jules Barbier y Michael Carré, basado, ya se dijo, en la tragedia shakesperiana. Fue un gran éxito para el compositor, gracias a las magníficas arias y los ardientes dúos de amor.

  Como se explicara en rueda de prensa previa, esta versión se debe a Helson Hernández, director artístico del Teatro Lírico Nacional y de la puesta, quien sintetizó el argumento principal, poniendo énfasis en la relación de amor entre los protagonistas.

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  Hernández dijo haber apostado por un espectáculo sencillo, pero, según algunos criterios recogidos, resultó demasiado minimalista.

  La puesta tuvo además como atractivo la presencia en el rol titular de Julieta, de Bárbara Llanes, una de las sopranos líricas más reconocidas en Cuba, quien regaló, como acostumbra, una perfecta interpretación, en especial de la bella aria del primer acto Je veux vivre, ese querer aprovechar el momento de felicidad y juventud.
  Je veux vivre ha sido interpretada, para hacer aún más célebre la ópera, por la mítica Adelina Patti — quien por cierto actuó en el famoso Teatro Tacón, hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso― y por otras grandes sopranos como Maria Callas, Joan Sutherland y Montserrat Caballé.

  Un joven tenor del Lírico, Harold López, debutó en el también protagónico personaje de Romeo, y acometió con valentía un aria que sigue cautivando,  Ah! Lève-toi, Soleil!, bella declaración de amor, en el jardín de Julieta, que ha tenido notables intérpretes, entre ellos Franco Corelli, Alfredo Kraus, Plácido Domingo…

  También fue invitada la soprano francesa Juliette Vialle para compartir con la joven soprano cubana Angélica Martínez el rol de Stéphane, paje de Romeo, tradicionalmente caracterizado por una mujer.

  Para dirigir la Orquesta Sinfónica del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) fue invitado el israelí Assaf Leibowits, radicado desde hace varios años en Chile, quien en su trayectoria ha conducido la Orquesta Nacional de Francia, Orquesta de la Paz, International Symphony Orchestra y la Orquesta Filarmónica Juvenil de Israel.

  El estreno de Romeo y Julieta de Gounod es parte de los festejos iniciados en 2017 por los 55 años de fundado el Teatro Lírico Nacional, heredero de una rica historia que se remonta a los siglos 18 y 19 cuando por La Habana pasaban, y actuaban, las grandes compañías operísticas y sus mejores intérpretes, dígase María Barrientos, Enrico Caruso, Beniamino Gigli, Jenny Lind, Adelina Patti, Titta Rufo, a los que deben añadirse, en el siglo pasado, Kirsten Flagstad, Renata Tebaldi, Victoria de los Ángeles y Pedro Lavirgen.

  De las figuras cubanas, voces maravillosas en todas las generaciones, una lista interminable, por lo tanto solo algunos nombres: José Lematt, Ana Menéndez, Ángel Menéndez, Armando Pico, Gladys Puig, Ramón Calzadilla, Alba Marina, María Remolá, Pedro Arias, Yolanda Hernández, María Eugenia Barrios, Adolfo Casas, Lázara María Lladó, Hugo Marcos, María Luisa Clark, Lucy Ferrero y Ulises Aquino.

  Se representaron los grandes títulos de Pergolesi, Puccini, Mozart, Verdi, Rossini, Donizetti, Bellini y Wagner, y las temporadas del Lírico continúan haciéndolo. Por ejemplo, en 2016 se estrenó Tannhäuser de Wagner, en una versión y puesta en escena del director artístico alemán Andreas Baesler.

  Tannhäuser es la cuarta ópera de Wagner estrenada en Cuba,  precedida por Lohengrin (Teatro Tacón, 1891); Tristán e Isolda (Teatro Auditórium, 1948) y El holandés errante (Gran Teatro de La Habana, 2013).

  Las puestas de aniversario se iniciaron en junio de  2017 con el estreno de  Dido y Eneas, de Henry Purcell (1659-1695) un clásico de la música barroca, considerada la primera ópera nacional inglesa. Fue una coproducción del Lírico Nacional, el Ballet Nacional de Cuba y la Florida State University. La Orquesta Sinfónica Nacional, que acompañó la puesta, fue dirigida por la francesa Nathalie Marin.

  En noviembre regresó a escena la emblemática zarzuela cubana Cecilia Valdés, de Gonzalo Roig, seguida por una nueva puesta de La Traviata de Verdi.

  Y este año las ininterrumpidas celebraciones han deleitado con el demorado estreno de Romeo y Julieta, esos amantes de Verona que inmortalizara Shakespeare, y Gounod pusiera hermosísima música.

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