Las gangarrias percutían colgadas a las colleras de las parejas de acémilas que trepan calmosas por el trillo de piedras en el macizo montañoso serrano o atraviesan vados de ríos. Subjetivamente su sonido es inusual, pero alegre para los vecinos.
El arria de mulos lleva las cabezas adornadas con cordones trenzados y bolitas de hilos multicolores, se desplaza oronda, como quien va a una noche de gran estreno, de alegre novedad allá en la Sierra Maestra.
Ocurre en la primera década de la Revolución.
Es que esos mulos transportan el arte hasta lo firme de la montaña, donde el cine móvil, en camiones, no podía llegar aún.
Sobre el lomo de las bestias van las máquinas de proyección –hasta con lentes de cinemascope–, las películas y las pantallas de vinil blanco donde se verán las imágenes de los actores.
Así llega el séptimo arte a los pobladores serranos del firme de la Sierra oriental, y dentro de poco tiempo habría de llegar en camiones a esas y otras las montañas cubanas que aún no habían sido surcadas por caminos serranos ni carreteras.
En aquel momento los proyeccionistas eran los propios arrieros, jóvenes procedentes de ese medio abrupto –escenario de numerosos episodios de nuestras luchas libertarias- entrenados por el Icaic en la técnica de pasar películas en esas condiciones. Ellos hacen una vida nómada de arrieros-proyeccionistas durante 25 días de cada mes, programados para llevar el cine a los barrios más aislados en las lomas.
El 18 de septiembre de 1969 al municipio montañoso de Santiago llegó el cine en mulos hasta la cima de las lomas en el regional Palma. Así comenzaba una nueva etapa del cine móvil, creado en 1961 cuando se realizaron las primeras proyecciones, que un año más tarde alcanzaron la cifra de 4 603, incorporando a nuevos espectadores que antes nunca tuvieron oportunidad de ver el cine. Es antológico el documental de Octavio Cortázar Por primera vez.

En su segundo año vieron películas, a través de ese servicio cultural, 1 239 528 personas residentes en regiones campesinas apartadas. Seis años más tarde –en 1968- ese número se había multiplicado por siete; 7 528 494 espectadores, en áreas rurales, participaron de más de 70 000 proyecciones de películas desde camiones del cine móvil del Icaic. Pero el cine en mulo en las montañas se utilizaba también. Donde no llegaban los vehículos de motor, ahí estaban las arrias de mulos.
El cine móvil, a lomo de mulos, culminó un ciclo meteórico, espectacular, de esta modalidad de servicio instituido por la Revolución, con carácter gratuito, para llevar el esparcimiento y la cultura a los más recónditos parajes de nuestro territorio y dondequiera que hubiera concentraciones de trabajadores o estudiantes en labores productivas, y también a las escuelas rurales.
La idea de llevar el cine a las montañas, en mulos, hasta donde no tuvieran acceso los camiones, surgió un mes antes del momento en que se puso en práctica. Un 25 de agosto se realizó la primera prueba con los equipos en la provincia de Oriente, tomando dos puntos: Los Matías en el regional Palma; y Santa Catalina, en el Segundo Frente Frank País que había comandado Raúl Castro.
Pronto estuvieron organizados cinco cines móviles en cinco arrias de mulos, conducidas por arrieros-proyeccionistas entrenados a tal efecto, en Santiago de Cuba. Obviamente los profesores pertenecían al Icaic.
Esas arrias eran las de las gangarrias con un sonar distinto que anunciaron a la serranía la visita del cine. Los cinco nuevos equipos proyectaron también, que recuerde, en los barrios serranos de La Lata, zona de la Comandancia Rebelde del Tercer Frente guerrillero de la Sierra Maestra, dirigido por el Comandante Juan Almeida durante la lucha en la Sierra Maestra; igualmente en Matías La Tabla, Ramón de Guaninao y Dos Palmas, todos ubicados en un territorio histórico donde se libraron también hazañas mambisas en nuestra guerra por la independencia.
El cine móvil, a lomo de mulos, se inauguró en esos barrios con películas de carteleras de estreno, documentales y noticieros; esa programación primaba en los programas móviles. En La Lata se exhibieron Lucía, Fantomas contra Scotland Yard, y el Noticiero Latinoamericano Icaic, dirigido por Santiago Álvarez, uno de los primeros materiales del laureado cineasta, visto en la serranía, fue la visita del dirigente sudvietnamita Tran Buu Klem a Cuba. Pero la programación era variada y lo más actual posible: nacional e internacional.
Al igual que los choferes proyeccionistas, los arrieros exhibían películas en las escuelas de las montañas.
No demoró mucho tiempo para que ese servicio social y cultural del cine móvil, a lomo de mulos, se extendiera a regiones de Manzanillo.
Adonde no podía llegar el sonido de los claxon de los camiones los pobladores identificaban el séptimo arte por las gangarrias de las acémilas. Y bastaba un acumulador o una planta eléctrica insignificante para esa distracción extraordinaria que es el cine. En ocasión de un aniversario más de la creación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos el 24 de marzo (1959-2018), valga este recuerdo del cine en mulo en las montañas.










COMENTAR
Jorge luis dijo:
1
22 de marzo de 2018
22:24:00
José Miguel Rodríguez-Venegas dijo:
2
23 de marzo de 2018
04:12:24
Luis Mac-Beath Respondió:
25 de octubre de 2018
03:36:45
JOSE dijo:
3
23 de marzo de 2018
11:22:20
elena dijo:
4
27 de marzo de 2018
08:47:38
Responder comentario