
Ballet pantomima o comedia coreográfica, como también se le ha llamado, La fille mal gardeé, en la versión coreográfica de Alicia Alonso sobre la original de Jean Dauverbal, resume en tres cuadros, la historia de los amores de Lisette y Colín, que triunfan frente a los calculados intentos de Mamá Simone por buscarle un buen partido matrimonial a su hija.
Precisamente, esta antigua obra del repertorio del ballet fue el centro del programa de la primera semana de la temporada del Ballet Nacional de Cuba (BNC) en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, junto con Temas y variaciones, de George Balanchine y Yo, tú, él y ella, de Regina Hernández, que se caracterizó por los debuts en importantes roles de un grupo de noveles figuras de la compañía.
El sábado 18 de noviembre, en esta comedia creada hacia 1789, todos los protagonistas se estrenaban. La juvenil Chanell Cabrera (Lisette) confirmó estar dotada de las cualidades ideales para crear la imagen escénica de la traviesa muchacha, y atrapó la esencia del personaje con convicción y seguridad. Por delante tiene aún muchos recursos por explotar en el rol.
Mientras, a su lado Colin (Yankiel Vázquez) hizo gala de sus condiciones: saltos, extensiones, giros, destreza técnica para juntos «armar» una juvenil y graciosa pareja escénica. Y aunque fue una buena actuación, es un bailarín que aún puede dar más. El Alain de Narciso Medina, un muy joven artista, con buena técnica fue correcto, pero en el baile tiene para hacerse sentir más. Ya del lado interpretativo tendrá la oportunidad de ir caracterizando algunos rasgos del personaje, que de seguro logrará.
La Mamá Simone, interpretada por vez primera por el primer bailarín de carácter Ernesto Díaz, convenció, despertó la hilaridad entre los asistentes, logró instantes de plena integración a la trama y fue muy aplaudido, aunque debe, en algunos momentos, ser un poco más mesurado para no transgredir fronteras.
Don Tomás, en la piel de Adniel Reyes estableció una adecuada relación de estímulo-respuesta con los demás personajes, convirtiendo el acto escénico en un «juego» asumido con la mayor seriedad, camino por el que incursionaron las también noveles Patricia Santamarina y Ailadi Travieso en las Casamenteras para motivar la acción de la comedia.
En otras jornadas Viengsay Valdés/Patricio Revé en los protagónicos ofrecieron una función donde brilló el estilo y el baile casi perfecto. Ella volvió a vibrar en las tablas, mientras que su compañero se comportó como un experimentado artista.
El binomio Anette Delgado/Rafael Quenedit, en los roles principales, se caracterizó por la elegancia en los gestos, la musicalidad, el cuidado de las posiciones, en un quehacer virtuoso que elevó al máximo no solo el aspecto danzario sino el decir escénico. Y es menester mencionar aquí a un bailarín que descolló como debutante: Daniel Rittoles en una justa faceta caricaturesca en interpretación, descontando su preciso nivel técnico, y cuya actuación los dos días fue premiada con fuertes aplausos; así como las Casamenteras de Mercedes Piedra y Yilliam Pacheco que dejaron una grata impresión, mientras que Yansiel Pujada, en el Don Tomás, aunque estuvo bastante acertado, se esperaba con un poco más de matices.
La Mamá Simone de Félix Rodríguez es una clase del estilo que debe primar en un ballet tan antiguo como La fille…, y de la cultura escénica del artista, algo que deben tener en cuenta las nuevas generaciones. Pues, en este tipo de interpretaciones se corre el riesgo, si no son bien encaminados los noveles bailarines, de caer en facilismos o en un alejamiento del contexto geográfico, anecdótico y epocal en el cual tiene lugar la acción. Por eso, cuando son abordados con buen gusto y sin procacidades, se convierte de hecho en una interpretación valedera.
Es justo agradecer la labor de la Orquesta Sinfónica del teatro, dirigida por el maestro Giovanni Duarte.
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Daniel dijo:
1
29 de noviembre de 2017
17:04:03
Cazwell dijo:
2
1 de diciembre de 2017
09:24:25
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