El concierto monográfico Y la negra bailaba…, dedicado a Ernesto Lecuona, clausura del evento Habana Clásica, resultó la coronación perfecta de unos días entre músicas y músicos sublimes.
El pianista Marcos Madrigal centralizó una noche donde el genio cubano al que se le extendió tan oportuna reverencia, reafirmó su condición de zona de confluencia, puente esencial. Lo español, lo africano y lo que pudiéramos llamar lo específico-cubano, encuentran en Lecuona centro y síntesis.
Un programa pensado más que en la biografía, en la inclusión y la representatividad, tuvo con Ante el Escorial la referencia al viaje que en la España sureña, conoció por parte del genio melódico la intersección de moros y peninsulares, gitanos y hasta africanos.
Madrigal demostró en esta arrancada el exquisito pianismo, la elegancia de un estilo que bordó las evocaciones y apropiaciones lecuonianas, que incorporó y se explayó en piezas como Gitanerías, Alhambra, Córdova, o la imprescindible Malagueña. En esta última se sumaron Josué Tacoronte (guitarra flamenca), Eduardo Betancourt (cajón) y Alexis Torrado (percusión menor) reafirmando desde sus instrumentos la fuerza telúrica de lo hispano, que en lo danzario tuvo en la bailaora Alejandra Salazar, toda una virtuosa.
Las Danzas cubanas al estilo del siglo XIX pusieron sobre el escenario la cultura musical del compositor, heredada por su discípulo e intérprete, Madrigal, quien no se lució menos en los diálogos con África, una parcela donde Lecuona, como es sabido, aportó con personalidad y conocimiento de causa: Danza Negra, La comparsa, La danza de los ñáñigos, Y la negra bailaba… a en la que al pianista se unieron de nuevo Tacoronte y Torrado, el excelente laudista Edwin Vichot, más el gracioso Obini Batá (grupo folclórico femenino) quienes pusieron la nota bailable y cantada, tan afín con este tipo de música.
A propósito de lo danzario, la compañía de Irene Rodríguez brilló como de costumbre tanto en este acertado finale como en Andaluza, una de esas piezas lecuonianas hechas como a la medida de la compañía de baile flamenco.
Fue una noche donde, a pesar de las siempre inoportunas trastadas del audio (por momentos no se escuchaba a los músicos) pudo disfrutarse la coherencia y notable selección del repertorio; la fusión acertada de lo concertante, lo cantado y lo bailado; y el probado talento de todos y cada uno de los artistas participantes, quienes nos trajeron a Ernesto Lecuona en toda su dimensión y grandeza.
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Guillermo Morán Loyola dijo:
1
11 de mayo de 2017
11:16:28
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