ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

La Casa de Bernarda Alba, última obra escrita por Federico García Lorca (1936), y publicada póstumamente en 1945, apareció en el amplio repertorio del Ballet Español de Cuba (BEC) en 1997 bajo el título de La Casa Alba. De esa manera, se integraba a un conjunto de piezas emblemáticas que han matizado, de manera original y certera, el quehacer de esta compañía fundacional, que en este 2017 llega a su aniversario 30.

No por azar, su director, el maestro Eduardo Veitía, seleccionó este importante título para abrir las puertas de las celebraciones en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, recientemente, y que, además, motivarán todo este año con diversas presentaciones en Cuba y otros países, adonde llegará la fiesta de una agrupación, considerada, no por azar, como una de las mejores compañías de América Latina, avalada por el reconocimiento del público y la crítica, en sus actuaciones en diversos rincones del continente americano y Europa, principalmente España.

Como en otras de sus piezas, el director devenido coreógrafo, acerca el drama lorquiano a las tablas vestido de flamenco, y pone en juego algunos temas que descuellan de la importante obra del genial poeta granadino: el autoritarismo de la despótica Bernarda, el deseo de libertad, el peso de la tradición, el fanatismo religioso, el miedo a descubrir la intimidad, y el papel de la mujer…, conjugándolos con simbolismos característicos expresados en La Casa… de Lorca.

Entre otros, el color negro (la muerte), el verde (la rebeldía), la luna (placer), el calor (intensifica la tensión dramática), el bastón (poder tiránico)…, entremezclados todos, con los movimientos, gestos, taconeo, y expresiones de los bailarines, para tejernos una hechizante pieza que vibra en la originalidad danzaria, donde lo teatral se funde a lo más apasionado del baile flamenco. La versión del BEC resalta la progresión dramática del conflicto principal. A medida que progresa la narración, nos adentramos más en la casa y simbólicamente en las almas de cada persona involucrada en la pieza.

La escenografía (Elena Gómez/Dagne Ramírez) aquí es mínima, cerrada, austera como la propia vida de sus habitantes.

En La Casa Alba, en dos actos —prologo/epilogo y ocho escenas—, que en esta ocasión apareció sin intermedio, de forma lineal que agregó en intensidad y nivel comunicativo al no cortar las fuertes secuencias, el espectador pudo reconocer el drama que se mueve detrás de las paredes de la casa de Bernarda Alba, cuyas cinco hijas colorearon de sentimientos el interior de esa prisión donde se esconden pasiones, envidias, celos, tristezas que Veitía puso a bailar en la escena. En este apartado hay que reconocer la fértil entrega de los primeros bailarines: Leslie Ung como Adela y luego en Poncia —la criada— realizó una faena de alto vuelo dancístico e interpretativo—, que junto a Daniel Martínez (Pepe El Romano) ¡excelente! llenaron de ovaciones el auditorio, así como la pareja de los juveniles: el primer bailarín Ricardo D. Quintana y Diancy Martínez, en los mismos protagónicos, quienes dejaron una estela de profesionalismo y un baile preciso que llegó con fuerza a los espectadores.

Pero La Casa… vivió instantes de pleno dramatismo y pasión en la piel de otros bailarines, en primer lugar de la novel Claudia González, quien vistió la Bernarda con la fuerza de la tiránica e indolente madre, así como Lorena G. Martínez (Martirio), María Karla Fernández (Amelia), María Z. Batule (Poncia)…, y una mención especial a los jóvenes alumnos de la Unidad Artística Docente, que en esas jornadas, tanto en algunos personajes como en el Pueblo, dieron lo mejor de sí, y engalanaron con su baile, gestos y acciones, una puesta que marca un punto importante del BEC, en este año del aniversario 30, resplandeciendo y llenando de colorido hispano, las tablas de la Isla caribeña. En abril regresa el BEC, esta vez por dos semanas al teatro Martí con un programa de raigambre española que habla de un largo tiempo sembrando gestos de nuestra idiosincrasia.

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