
Los ganadores del Premio Casa 2017, cuya significación continental y caribeña fue respaldada por el envío de unas 400 obras, fueron revelados en la clausura de las jornadas culturales (16-26 de enero) en la sala Che Guevara de la propia Casa de las Américas.
En la sesión final, que contó con la presencia de los intelectuales cubanos Abel Prieto, ministro de Cultura, Roberto Fernández Retamar y Miguel Barnet, presidentes de la Casa de las Américas y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), respectivamente, los jurados leyeron las actas, donde explican sus decisiones.
Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa, convocó primeramente al escritor uruguayo Milton Fornaro, quien leyó las consideraciones que llevaron al jurado de novela a conceder por unanimidad el Premio a Incendiamos las yeguas en la madrugada del ecuatoriano Ernesto Carrión, sin dudas una sorpresa, pues Carrión es un reconocido poeta, con títulos como La muerte de Caín, «El libro de la desobediencia» y Carni vale.
Los jurados apreciaron que la novela «ofrece un crudo y vibrante retrato social, cuya intención no es solo sondear un paisaje urbano estratificado y violento, donde el desencanto y la pesadilla son las constantes de una ecuación de vida, sino que consigue otorgarle al relato un peso literario específico, que logra aunar una estructura dinámica, con zonas de suspenso bien administradas, personajes verosímiles y conflictos que, lejos de circunscribirse a un contexto específico, arrojan luces sobre una situación humana observable en todo el continente».
El Premio en ensayo de tema histórico-social fue anunciado por la mexicana Berenice Ramírez López y fue para el colombiano Pedro Agudelo Rondón, por su texto América pintoresca y otros relatos acráticos de América Latina.
En el acta, los jurados exponen que Agudelo «reinterpreta el concepto de imaginario, con el propósito de pensar creativamente a la América Latina en diálogo con la tradición cultural en sus múltiples expresiones» y lo hace según ellos con una prosa clara y elegante.
Para la 58 edición del Premio Casa, la literatura brasileña concursó en ficción y fueron enviados 150 libros. Según consta en el acta leída por la escritora Guiomar de Grammont, las palmas se las llevó por unanimidad la novela «Outros cantos», de Maria Valéria Rezende, una importante educadora popular además de gran escritora con una obra que abarca títulos de narrativa como Quarenta Dias y Vasto Mundo y también otros de literatura infantil y juvenil.
Con respecto a Outros cantos, el jurado valoró: «construida a partir de memorias de viajes, la narradora rememora sus elecciones y sacrificios personales cuando trabajó en la alfabetización de adultos en el nordeste de Brasil… La obra reflexiona sobre la sustitución de valores éticos y humanos por el simulacro de una sociedad consumista que sofoca manifestaciones populares y tradicionales…».
El Premio de literatura testimonial provocó una suerte de viaje a la semilla. Las razones de conceder por unanimidad el palmarés al libro Lloverá siempre, de la argentina Liliana Villanueva fueron expuestas por su coterránea Stella Calloni: «es una larga entrevista con la periodista y escritora uruguaya María Esther Giglio, quien coincidentemente obtuvo el Premio Casa de las Américas en testimonio en 1970 (con La guerrilla tupamara), la primera vez que fue convocado el género. Manejada con originalidad, sin preguntas, posee un atrapante lenguaje coloquial, abierto, sincero, y una voz única, cálida, con momentos conmovedores y otros que surgen del humor inteligente que caracterizaba a esta ‘leyenda histórica’ de su país, cuya obra dio una nueva dimensión a los géneros periodísticos y literarios. Su vida, contada sin prejuicios, nos revela a una mujer que fue abogada de los primeros presos políticos del movimiento Tupamaros, y ella misma perseguida y luego exiliada».
Quizá porque hay dos premiados cubanos Fornet dejó su anuncio para el final. De ellos el primero en anunciarse fue el de poesía, en este caso por mayoría, para el título Esto es un disco de vinilo donde hay canciones rusas para escuchar en inglés y viceversa, de Reynaldo García Blanco.
El acta, leída por el hondureño Leonel Alvarado, destaca del poemario su «expresiva claridad de exposición y […] presenta poemas de escritura depurada no desprovistos de un delineado humor y una serena ironía. Con mirada incisiva, el poemario refiere personajes y situaciones de la cultura contemporánea sin extraviarse del verso libre o del poema en prosa».
Luego de afirmar antes los asistentes a la clausura que para él la poesía es un acto de fe, García Blanco concordó en un brevísimo aparte con Granma Internacional que efectivamente en sus textos en general (entre ellos Instrucciones para matar a un colibrí y Campos de belleza armada) intenta apresar el día a día, la dinámica de su país.
El último Casa 2017 en conocerse fue el Premio de estudios sobre la presencia negra en la América y el Caribe contemporáneos. Para el jurado, según su acta leída por el dominicano Silvio Torres-Saillant, este lo mereció por unanimidad, el libro Una suave, tierna línea de montañas azules, de Emilio Jorge Rodríguez, quien « rastrea capítulos importantes de la historia de intercambios entre Cuba y Haití a través del estudio de las relaciones de Nicolás Guillén con escritores, artistas e intelectuales de la sociedad haitiana…el autor documenta la visita de Guillén de ese país, con una rigurosa investigación, riqueza bibliográfica y un uso minucioso de recursos de archivos…»
Emilio Jorge Rodríguez, un ensayista y crítico literario con textos como Literatura caribeña. Bojeo y cuaderno de bitácora y Religiones Afroamericanas, al explicar el título de su obra triunfadora dijo que es tomado de una frase de Guillén de 1943 sobre Haití que él comparte.
A pesar de estar asediado por otros colegas y amigos respondió a una pregunta de esta publicación acerca de cuál fue el indicio que le dio paso a la investigación. Se va a sorprender —dijo— solo hay una referencia anterior a la visita de Guillén a Haití, en un libro de Ángel Augier, es tan sólo una página, y yo he escrito 198!»
Los premios Casa 2017 son ya una realidad. Con 58 ininterrumpidos años de convocatoria continúa atrayendo la atención de los escritores de la región. Los autores confían año tras año en la confrontación y en el juicio de los jurados por una ¿sencilla? razón: en este lauro literario solo cuenta la calidad.
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