
Cuando los organizadores del Jazz Plaza 2016 anunciaron la presencia de Christian McBride, recordé un impresionante solo que introdujo hace pocos años una sesión del notable compositor y pianista Chick Corea.
De cara a los espectadores que se reunieron para escuchar, en el teatro Mella, a este contrabajista norteamericano, de 44 años de edad, nacido en Filadelfia y educado en esa ciudad y en el prestigioso conservatorio Julliard, de Nueva York, se le pudiera equiparar a un Paganini de su instrumento, por la capacidad para devorar escalas y anular velozmente las distancias entre una y otra posición de las cuerdas con la mano izquierda.
Pero eso no le haría justicia. La creatividad con que acomete los desarrollos temáticos y la sagacidad improvisatoria lo consagran como un intérprete fuera de serie, ingenioso y de honda comunicación.
En la línea de Ron Carter y con una clara conciencia de la herencia cultural asimilada, McBride mantuvo en vilo al auditorio por algo más de una hora.
Del jazz al rythm & blues todo lo incorpora a una expresión singular que se ha curtido en sesiones y conciertos junto a Ray Brown, Milt Jackson, McCoy Tyner, Roy Haynes, Herbie Hancock y Pat Metheny, pero también al lado de Chaka Khan, Queen Latifah y Natalie Cole.
No es remiso al pop, sabe que es la tendencia predominante en la industria, pero resalta la permanencia de los clásicos: «A Louis Armstrong y Duke Ellington nadie los olvida, vuelven una y otra vez».
McBride no vino solo. Alienta una trinidad que se completa con otros dos ases, el pianista Christian Sands, de sobrados méritos como ejecutante y compositor, y el baterista Jerome Jennings, a quien no le basta sostener la marcha sino también llena espacios con sutiles elucubraciones en las texturas de fondo.
A McBride lo precedieron en la escena la banda XX, femenina al ciento por ciento, bajo el liderazgo de la baterista Yissy García y el saxofonista y compositor César Alejandro López, esta vez al frente de un cuarteto sui generis, bajo, guitarra y timbales/tumbadoras, en un derroche de buen gusto, invención y un muy musical sentido del humor.
En la trama del festival destacó asimismo el esfuerzo por mantener un foro para pensar el jazz y potenciar acciones educativas, que incluyen clases magistrales y proyecciones audiovisuales. Esta vez el coloquio se desarrolló en la Fábrica de Arte Cubano (FAC), a unos pasos del puente de hierro sobre el río Almendares, con Equis Alfonso como gestor principal.
Se honró a Leonardo Acosta, uno de los más agudos y certeros intelectuales cubanos de nuestra época, no solo con dar su nombre al evento. La sesión dedicada a su memoria contó con testimonios y valoraciones de Radamés Giro, Ailer Pérez, Norberto Codina y Fernando León Jacomino, la presencia de su viuda Michi González y la audición de dos piezas grabadas en 1956 en las que participó Leonardo como saxofonista.
Otros momentos pasaron revista a la impronta de Chicho O’Farrill en el jazz, a la trayectoria del grupo Síntesis, a la permanencia de la revista Clave y a los 30 años de la Agencia Cubana del Derecho de Autor Musical (ACDAM).
Lamentablemente fue escasa la asistencia de músicos, musicólogos, educadores, promotores, comunicadores y público en general. Se trata de un empeño que merece un mayor compromiso institucional.












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Pedro Hernández Soto dijo:
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19 de diciembre de 2016
08:03:41
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