ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Granma

El Festival Internacional de Ballet nació, por indicativos de su presidenta Alicia Alonso, no sólo para el clásico, sino que incorporó diversas expresiones danzarias.

Esta vigésima quinta edición no fue excepción y el público que lo acompaña, en cifras siempre hablando de miles, y en calidad, de conocedor, pudo disfrutar de una variopinta programación.

Comentamos a continuación acerca de dos de las grandes compañías invitadas, «Les grands ballets canadiens», insertado ahora en la danza contemporánea, y la «Compañía de Irene Rodríguez», de estilo personalísimo entre las que en Cuba abordan las danzas españolas.

LES GRANDS BALLETS CANADIENS: UNA VISUALIDAD COMPLETAMENTE DISTINTA

Ballet canadiense. Foto: Granma

«Les grands ballets canadiens» llegó al 25. Festival con la pieza «Black Milk», una magnífica coreografía para conocer a esta compañía que de la mano de su actual director, Gradimir Pankov, ha ido del ballet clásico a la danza contemporánea.

Parecería un contrasentido que Pankov, un yugoslavo, como él mismo se definió en La Habana, educado en la escuela rusa de ballet, abandonase el clásico.

Para él la explicación fue sencilla. “Con 34 bailarines no podíamos hacer los grandes clásicos. Mi idea es tener buenos bailarines de base clásica y lograr un repertorio único, para no ser comparados con otras compañías”.

«Black milk», una obra sorprendente, cargada de sensibilidad, resultó un buen comienzo para mostrar otro estilo, un modo diferente de danzar, con nuevos conceptos. En escena tan solo cinco bailarines para una pieza a la vez compleja y poderosa, creativa e innovadora, que conmueve al espectador, sin duda gracias también a la perfecta interpretación.

Se trata de un fragmento de unos 15 minutos de una pieza de toda una noche, «Minus One», del israelí  invitado por «Les grands ballets…» Ohad Naharin, un coreógrafo de primera línea.

Pankov tuvo la deferencia de explicar para nuestros lectores el título en si mismo. “Naharin tomó la idea de un ritual en el Mar Muerto, donde la gente va cuando tienen problemas de salud para limpiarse  todo el cuerpo. Es el ritual de  la marca negra, por eso los bailarines se pintan la cara, el cuerpo, en este caso en busca de salud espiritual desde la naturaleza”.

Según Pankov, actualmente un ballet con historia es algo mal visto, pero él no está de acuerdo. “La coreografía contemporánea para mi debe tener no solo movimientos humanos, sino referirse a una historia. No significa que la coreografía diga algo, sino que hay que apreciar esa historia a través de los movimientos, si no es así algo anda mal, o la coreografía misma  o la forma como la representan los bailarines”.

En esa búsqueda de un repertorio original que refleje las distintas tendencias del ballet contemporáneo, Pankov ha comisionado obras de prominentes coreógrafos de diferentes países, y también canadienses, por ejemplo, de un conocido de los seguidores del Festival y del Ballet Nacional de Cuba, Peter Quanz.

Quanz ha creado para la compañía que dirige la diva Alicia Alonso tres piezas: «Le Papillon», de estilo clásico, su homenaje—nos dijo en aquella ocasión—  a la extraordinaria prima ballerina assoluta; la impresionante »Luminous», y el pas de deux «Double Bounce», ambas con un vocabulario diferente.

Existe otro vínculo entre la compañía canadiense y la cubana, como recordó Pankov. En su interés porque su público no deje de ver ballet clásico, todas las temporadas invita a una compañía, como el Houston Ballet, el  Ballet de la Ópera de Lyon, y, en dos ocasiones, al Ballet Nacional de Cuba, que se presentó con «Giselle» y «Don Quijote».

Gradimir Pankov se manifestó muy contento de estar en La Habana en un Festival que convoca Alicia Alonso. “Aunque no somos una compañía clásica no quisimos desaprovechar la oportunidad, a la vez que pensé que el público agradecería ver una coreografía diferente”. Tuvo razón, las ovaciones por la espectacular «Black Milk» así lo evidencia.

COMPAÑÍA IRENE RODRÍGUEZ: TEMPERAMENTO, TÉCNICA, ARTE

Con «Solera» Irene Rodríguez hizo gala de temperamento y maestría técnica. Foto: Nancy Reyes

Con apenas cuatro años de fundada la Compañía Irene Rodríguez ha logrado ubicarse en un lugar cimero entre los muchos cultivadores del género español en Cuba. Testimonio de ello es el hecho de que la diva Alicia Alonso, presidenta del Festival Internacional de Ballet que ahora lleva su nombre, la ha invitado en los últimos tres.

En el encuentro de 2012, la naciente compañía estuvo por derecho propio, pues Irene Rodríguez había ganado el Premio Iberoamericano de Coreografía con «El crimen fue en Granada» inspirada en el poema homónimo de Antonio Machado dedicado a Federico García Lorca.

La propia Alonso, presidenta del jurado, remarcó entonces que la coreógrafa “unió de manera original el flamenco, la danza española y contemporánea con una interpretación con precisión de relojería”.

Dos años más tarde llegaría la invitación al Festival, y la Compañía estrenó «Aldabal», también coreografía de su directora, una seguiriya, uno de los palos del flamencos, junto a la soleá y la bulería. Un tema flamenco pero muy inspirado en lo electro acústico, dándole un matiz contemporáneo.

Ahora, en el 25. Festival se han presentado con tres piezas de su ya interesante repertorio, todas debidas a la propia Rodríguez, y en cada ocasión han levantado a los espectadores que les han concedido resonantes ovaciones.

Con «Solera», un solo de Irene Rodríguez con el grupo musical de la Compañía en vivo en escena, la bailarina deja sin aliento al público tanto por la intensidad rítmica como por el virtuosismo de su taconeo. Una pieza  donde no existe movimiento desvinculado de una emoción.

Mostraron además «Secreto», un zapateado con toda la compañía, y

«El último gaitero de La Habana», de estilo novedoso que transita a través del vocabulario danzario folclórico español. Esta coreografía llevó al escenario 30 músicos, gaiteros, guitarra, batá y otras percusiones, cello, contrabajo, arpa, más el coro «Solfa» de la Schola Cantorum Coralina, y un trío de panderetas de la escuela Rosalía de Castro.

Antes de las presentaciones, en los salones de ensayo de la Compañía en la sede de la  Escuela Nacional de Ballet en el Prado habanero, Irene Rodríguez hace una pausa para un intercambio con nuestra publicación.

“Ante todo un gran honor siendo una compañía de danzas españolas estar invitada al Festival de Ballet. Le recuerdo que nuestra Alicia Alonso desde el primer Festival se ha encargado que no solo sea de ballet. Ella ha invitado a figuras y compañías como la de Vargas Jiménez en los 70, o a María Pagés y otras grandes figuras de la danza española”.

Algunas precisiones acerca del concepto estético de su compañía. ¿Hablamos de fusión?

“El estilo fusión me asusta mucho, hay que tener cuidado a la hora de abordarlo, no me gusta utilizarlo, pero todo aquello que sume y enriquezca es bienvenido. Yo pienso que no  podemos mantenernos en un estilo puro, entre comillas, ni en sus inicios lo fue. Nos alimentamos con la danza contemporánea, moderna, con todo aquel vocabulario danzario que nos sume a la expresión. Siempre estamos renovando dentro de la danza española pero sin perder la esencia, al que nos ve le es fácil identificar que es una compañía de danza española. Aunque estemos sumando técnicas y nuevas tendencias siempre se ve la esencia.  Somos una compañía que intenta ampliarse con otros vocabularios pero que sigue siendo de corte español.

¿Solo flamenco?

“El flamenco a mi me fascina personalmente, es un estilo que internacionalmente por su pasión engancha mucho, pero es solo uno de los cuatro estilo dentro de la danza española, está el clásico español, un vocabulario que hay que tener, la escuela bolera, que nosotros también podemos hacer, tenemos un entrenamiento diario para lograrlo, pues solo así podemos enfrentar temas musicales de Falla, Albéniz, Granado, están las danzas folklóricas, que son miles, y además la estilización, el llevar a escena esas danzas.

Hay muchas compañías de danzas españolas ahora en Cuba…

El hecho de que hayan muchas agrupaciones es muy positivo y dice por si mismo la pasión que sentimos todos los cubanos por ese genero, por esas raíces. Seguimos teniendo la necesidad a nuestra manera, con nuestros criterios y nuestra visión de estilos, de llevar las danzas españolas al escenario. Es cierto, hay en toda la isla. Es muy positivo para el género y se llenan los teatros con las compañías de danzas españolas, cada una con su visión, que es respetable, para eso están los gustos, lo principal es que tenemos algo en común y se demuestra en la Huella de España, somos muchos los que cultivamos el género.

En mayo pasado su presentó en el Joyce Theater de Nueva York, con una crítica positiva en The New York Times ¿Algunas giras?

“A Nueva York llevamos «Aldabal» y si, tuvo gran aceptación. Tenemos previstas para el año próximo otras actuaciones en Estados Unidos, donde hemos abierto un mercado grande, ya hemos ido a Nuevo México, California y Seatle, además de Nueva York”.

La Compañía aun no ha confrontado en España, pero su directora fue invitada nada menos que al Festival de Granada, cuna del flamenco. “Primero me miraban extrañados, allí las bailaoras beben el género desde su nacimiento, pero luego me aceptaron”.

La presencia escénica de Irene Rodríguez es poderosa, como el flamenco, temperamento, sobre todo, y un excelente vínculo entre lo propiamente técnico y lo artístico. Con su Compañía logró brillar en las galas mixtas de los invitados al 25, Festival, un reto sin duda, pues para esas funciones cada figura viene con sus mejores pas de deux, sus mejores obras, con lo mejor de su repertorio.

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