ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Yauenkü Migue (segundo de pie de derecha a izquierda) junto a miembros de la comunidad Ticuna. Foto: Fotograma de la Película

Entre mis manos, una copia del fil­me El abrazo de la serpiente (Ci­ro Gue­rra, 2015). Ante mí, un cazador en pe­ligro de extinción. Sin embargo, la al­quimia de la gran pantalla le ga­rantiza eterna juventud a este colombiano delgado y de mediana estatura que encarna en el filme una versión ancestral de sí mismo, y poco se sorprende con lo que llevo en las manos. Sonríe, en todo caso, mientras deja al desnudo un par de ojos rasgados y una mirada serena. Habla despacio y me cuenta que cuando fue a Ibagué, capital del de­partamento de Tolima, Co­lombia, se encontró con esta pe­lícula por allá. «La vi, pero era diferen­te en cuanto a calidad de imagen», explica…Cómo no h­a­bría de notarlo él, testigo y protagonista de tantas horas de rodaje en me­dio de la selva ama­zónica que resguarda indígenas y saberes ancestrales en pleno siglo XXI. De ahí que im­presione el hecho de ver frente a frente, vestido de traje, a quien se nos presenta en pantalla como Yauenkü Mi­gue, un cazador del clan tigre que no lleva puesto ni más ni me­nos: «taparrabos».

Conversamos en el cine Chaplin, durante media hora que pude robarle de esta Semana del Cine colom­biano en La Habana, a donde llegó el representante del grupo étnico Ti­cuna para compartir con los cubanos títulos co­mo La Tierra y la sombra, Polvo carnavalero, Aislados y, especialmente, El abrazo…, coproducción de Colom­bia, Venezuela y Ar­gen­tina nominada al Oscar en la ca­tegoría de mejor película extranjera. Es­ta, aun cuando no la dirigiera un tradicional «hombre blanco», sino un colombiano que creció en la Améri­ca Latina multidiversa y multiétnica, sigue siendo resultado de una visión «foránea» dentro del en­torno indígena. En ese sentido, Gran­ma le preguntó a Yauenkü cómo fue la relación de Ciro Guerra con la co­mu­ni­dad de Ticuna a lo largo de la rea­lización audiovisual.

«Durante el proceso del rodaje, per­­cibí que Ciro como director (Los via­jes del viento, 2009) respeta mucho la política interna de la comunidad, respeta mucho la persona, da libertad para expresar, para uno hacer el papel delante de la cámara. Su visión no se asume desde el exotismo ni el sueño americano, sino a modo de sueño amazónico. Cumplió con el protocolo de que no se puede entrar sin permiso a los lugares sagrados, y en general a los territorios indígenas porque están constituidos por resguardos y cada resguardo es una entidad pública especial».

—¿Cómo llegas al cine? ¿Has tenido que pedirle permiso a las autoridades ancestrales?

—En mi caso, tuve la oportunidad de estar en un documental que se hizo en mi resguardo, cuyo título es El origen del pueblo Ticuna, de un rea­lizador colombiano en convenio con los abuelos y las autoridades. Enton­ces ellos pidieron permiso. Pero cuan­do llegó Ciro para hacer El abrazo… me invitó a participar y para eso yo no tenía que pedir permiso a la comu­nidad, ni a mi mamá, a mi papá o a mi abuelo porque era mi voluntad. Que­­ría estar, conocer, pues desde pe­que­ño me gustaba la actuación. Por otra parte, creo que todas las prácticas o actividades que enseñan, favorecen el crecimiento del ser hu­mano. El ci­ne enseña mu­cho y este pro­yecto me ayudó a crecer co­mo per­sona.

—¿En qué medida crees que el ci­ne, al igual que el Internet, es ventajoso o perjudicial para las comunidades in­dígenas, cuya cultura está asociada a la ritualidad y el culto a lo ancestral?

—Hace dos años implementaron el Internet en las comunidades alejadas de las zonas urbanas, a través de un programa gubernamental que lo llevaba primero a las escuelas. Por ese motivo la mayor parte de los indígenas tenemos acceso a Internet para consultar, para estudiar, para conocer otro mundo. Pero de alguna forma nos trae un problema porque se está perdiendo el pensamiento, la forma de relación tradicional. No obstante, tiene otras ventajas, al permitirnos co­nocer. Allá también ha llegado el teléfono y todo el mundo anda con su celular, hasta celulares de alta gama. Hay ese proceso de formación dentro de las comunidades indígenas en el caso de Colombia, y de Brasil, sobre el Amazonas.

—Desde esa perspectiva, ¿qué es­trategias han seguido para preservar sus tradiciones frente a la modernidad?

—Se trabaja la interculturalidad; se respeta el pensamiento ancestral y el occidental. Lo que hacemos es reestructurar la educación que se venía tra­bajando desde la religión católica, pues debe vincular también la cultura ancestral: los ritos, las prácticas corporales y educativas autóctonas. Esa es nuestra estrategia.

Yauenkü discursa con la fluidez de un chamán que se comunicara con es­píritus. Cuando quisimos indagar más sobre el modo de vida actual de los Ticuna, esta fue su respuesta: «ac­tualmente en la vida cotidiana nos de­dicamos a la pesca, a la ar­tesanía para la venta, a la agricultura (con el cultivo de un conjunto de alimentos llamado chagra); y los trabajos que ha­cemos son para el sostenimiento de la familia. En cuanto a los ritos, en mi pueblo hacemos el ritual de la pubertad, que es de iniciación y se le hace a la niña cuando llega su primera menstruación; es una limpieza del cuerpo».

¿Cómo se posicionan las comunidades indígenas ante el conflicto co­lombiano?

—Todas las comunidades indígenas de Colombia necesitamos esa con­ciliación, después de tanto tiempo, para reconstruir territorial y políticamente los espacios que se han visto afectados directamente por la guerra. Ha habido indígenas dentro de las filas de las FARC-EP y muchos desplazados. Creo que ya es hora de una re­solución, sobre todo para la salvaguarda de los territorios sagrados.

¿Cuál fue tu percepción en torno al reciente plebiscito? ¿Qué garantías legales se les ofrece a los indígenas en Colombia?

—Todos somos ciudadanos y te­nemos todas las garantías legales para votar, o para aspirar a cargos políticos. Hasta ahorita no ha habido ningún candidato indígena a la presidencia, pero sí un senador. Muy poca gente de mi comunidad asistió a las urnas para votar, pues estamos lejísimos y tendríamos que trasladarnos hasta Le­ticia, capital del departamento, y es difícil por el transporte. Pero en el Ama­zonas ganó el sí.

—¿Con qué te quedas de todo esto (la realidad colombiana, la realización y exhibición de la película), y con qué quisieras que se quedaran los cubanos?

—Primero le dije a Ciro «gracias por la invitación, de aquí salí aprendiendo muchas cosas de cómo es el trabajo en equipo, cómo se hace para lograr un buen resultado». Hay mu­cha gente contenta con el mensaje que lleva la película. He ido a cines y he visto que la gente aplaudía. Quiere decir que se pueden revelar, ex­po­ner otras realidades, y no solo violencia.

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