El fin de semana, los termómetros de los teatros Mella, Nacional y la García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, marcaron altos grados.
El clásico Don Quijote, dejó huellas memorables con Anette Delgado/Dani Hernández (viernes), y ayer tarde con Viengsay Valdés y Osiel Gouneo. Mientras que el sábado los papeles principales (Kitri/Basilio) lo compartieron María Kochetkova (American Ballet Theater y Ballet de San Francisco, Estados Unidos) y Joel Carreño, respectivamente. Sin dudas, fue una función de lujo, de esas en las que los protagonistas marcaron con su fuerza y carisma el rumbo de toda la obra. Y el resto del elenco, inspirado por ellos, llevó a niveles inusitados la historia contada en danza.
Kochetkova enseñó sus mejores credenciales: vitalidad extrema, vertiginosos giros, saltos, y una alegría contagiosa que irradió la escena de buena energía, esa con la que también llenó los espacios un nombre cimero del firmamento actual del Ballet Nacional de Cuba (BNC): el primer bailarín Joel Carreño. En una palabra: excepcional. Con sus mejores armas vistió el personaje, que debe servir a las nuevas generaciones como ejemplo a seguir. Esos giros interminables y terminados a la perfección, un estilo correcto, un fraseo e interpretación singular, unido todo a la labor de partenaire de altos quilates, conjugaron una pareja de ensueño.
No hay dudas, el BNC, sus bailarines consagrados y, especialmente, los muy noveles que han dado todo para que el encuentro sea un éxito, cruzaron por la escena como dignos profesionales. Valga destacar la Mercedes de Ginett Mocho con esa fuerza característica de su baile, quien junto al elegante Javier Torres regalaron una clase de estilo en un dúo muy armónico.
Por estos cauces entraron también Chanell Cabrera (Graciosa) y Francois Llorente (El gitano joven), dando muestras de un despliegue de virtuosismo técnico que acaparó fuertes ovaciones. La reina de las Driadas, fue de excelencia, interpretada por la joven Cynthia González, y el Amor (Maureen Gil) quien realizó una labor digna de elogio, así como el elegante Don Quijote de Yansiel Pujada, joven quien se va acomodando en personajes demi-carácter con fuerzas. El cuerpo de baile merece un aplauso en mayúsculas, por el trabajo homogéneo en toda la función. Funciones así alientan.
Por la sala García Lorca quedaron imágenes para recordar en programas donde la variedad estilística marcó el camino. Las sílfides, con montaje de Alicia Alonso, llenó una de las noches, y transmitió el nivel que siempre ha mantenido nuestra compañía como exponente del estilo neorromántico. Gretel Morejón, demostró la coherencia de su desarrollo artístico, y tejió hasta el último detalle la Mazurka y el pas de deux, que compartió con el joven Francois Llorente (Poeta) quien, en su debut en el difícil papel, realizó una loable labor.
Esa noche pasó también Black Milk, de Odah Naharin, por miembros de Les Grands Ballets Canadiens. Con un vocabulario expresivo de alto nivel, el autor todo lo toca con la interiorización de un mensaje estético traducido por intérpretes idóneos.
La jornada del sábado, quizá una de las más variadas del Festival, brilló por el intenso pas de deux Diana y Acteón, que reunió nuevamente en la escena a la magistral Viengsay Valdés y el fuera de serie Osiel Gouneo, quienes con su quehacer de alto nivel técnico desataron una de las más fuertes ovaciones del encuentro.
Tecnología, lirismo, música, luces e ideas rectoras se unieron en el estreno en Cuba de Cigne (protagonizado por Daniela Gómez y el niño Ernesto Acevedo) de Daniel Proietto, para seducir a los espectadores en esta nueva versión de La muerte del cisne, que recuerda a la Pavlova.
Un fragmento del estreno mundial Línea recta, de la conocida coreógrafa Annabelle López Ochoa llenó la escena con miembros del Ballet Hispánico de Nueva York en una original coreografía. Javier Torres y Lucía Solari (Northern Ballet) acercaron el estreno en Cuba de Little monsters. Al compás de la música de Elvis Presley, sus cuerpos se amoldaron a la perfección para seducir al auditorio.
Se sumó en la noche Presto, por el Ballet West de Estados Unidos. Cerró el programa Dido abandonada, con Sadaise Arencibia (exquisita en el rol protagónico), y secundada por un joven elenco, así como la Orquesta Sinfónica conducida por el maestro Giovanni Duarte, que convocó nuevamente las memorias.
Estos días marcados por la danza dejaron muchas alegrías en los amantes de la antigua manifestación que pudieron acercarse a compañías de otras latitudes que mostraron sus formas de bailar, aunque no con la variedad de encuentros anteriores. Sin embargo, fueron evidentes las ausencias de importantes compañías cubanas de ballet, danza, español y folclor que mucho hubieran podido enriquecer algunos programas.
Es necesario reconocer el esfuerzo de todos los integrantes del BNC, quienes dieron todo para que el Festival saliera adelante. Por supuesto, enaltecer la labor de quienes hacen posible también las obras: maîtres, ensayadores, profesores y otros importantes: técnicos, jefes de escena, vestuaristas, maquillistas…, sin olvidar a ese grupo de profesionales del consultorio médico del BNC, así como el grupo de apoyo del Festival: el SIUM provincial de La Habana, equipo multidisciplinario encargado de velar las lesiones de los artistas, y hasta de críticos que por estos días tampoco han estado exentos de lastimaduras, con mucha pasión y entrega a su necesaria labor.
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maricel dijo:
1
8 de noviembre de 2016
18:08:40
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