Era una deuda personal. Manuel de Falla tuvo mucho que ver con los años de formación de Leo Brouwer. «Sigo pensando —dice— que junto a Bela Bartok, Igor Stravinsky y Maurice Ravel, Falla le dio un vuelco a la manera de orquestar en las primeras décadas del siglo pasado».
De ahí que próximo a conmemorarse el aniversario 140 del nacimiento del compositor español el 23 de noviembre de 1876 en Cádiz, la jornada de clausura del Festival Contratenores del Mundo, efectuada en el teatro Martí, estuviera dedicada a su obra.
No deja de ser curioso el hecho de que partituras vocales, originalmente pensadas para sopranos o mezzos, hayan sido interpretadas por contratenores.
A fin de cuentas el registro más agudo de las voces masculinas se instala en la misma zona, aunque existen diferencias en la emisión, puesto que en el caso de los hombres se logra, generalmente, con el uso del falsete.
Pero al margen de consideraciones técnicas, lo importante va más allá de las cualidades de uno u otro órgano vocal. La grandeza de Falla está en su extraordinaria propuesta estética, y el reto de los que cantan su obra transita por la capacidad para recrear y transmitir esos valores.
Fue, por tanto, una prueba de fuego para los contratenores cubanos interpretar el universo falliano. Sin lugar a dudas, Frank Ledesma es uno de los más carismáticos representantes de ese registro en nuestro país. El público le mima tanto que pasa por alto detalles que tienen que ver más con la concepción y comprensión de las piezas que con el mero canto.
Así lo escuchamos más pleno en la audición de Psyché, para flauta, arpa, violín, viola, cello y voz, con texto de Georges Jean Aubry, y Soneto a Córdoba, a partir de un poema de Luis de Góngora, que en Siete canciones populares españolas, considerada una obra cumbre en el catálogo del maestro andaluz, y que no solo ha sido escuchada aquí por Iris Burguet, sino también en una memorable visita de Victoria de los Ángeles. No es que Ledesma lo hiciera mal, pero tendría que evitar giros superfluos y hacerse entender mejor, y situarse al nivel de la portentosa orquestación con la que Ernesto Halffter arropó la versión original para piano y voz.
Discretos pero efectivos estuvieron Eduardo Sarmiento y Lesby Bautista en el ciclo de las canciones de juventud, muestras del talento de Falla para desde una temprana aprehensión de su identidad cultural avanzar hacia nuevos estadíos de su expresión. Sobrecogedor resultó escuchar Dios mío, qué solos se quedan los muertos, con los versos de un Gustavo Adolfo Bécquer que valdría revalorizar.
En la antesala de la sesión de canto, Yannier Rascón entregó Fantasía bética, punto referencial del pianismo de Falla y de mucho de lo que sucedió después con el instrumento en el ámbito hispánico.
Brouwer fue el gran protagonista de la velada, por la selección del repertorio y su conducción. Al frente de la Orquesta de Cámara de La Habana, a la que se sumaron los quintetos Ventus Habana y Santa Celicia y los percusionistas Osmar Caballero y Sandro Roca, la arpista Mayte Rodríguez y la clarinetista Yelianys Noy, consiguió una interpretación magistral de la orquestación de Siete canciones populares.
Con precisión de miniaturista respaldó al mejor Ledesma en Psyché y le dio vida desde el podio a la que para muchos es la cúspide del pensamiento musical de Falla, el Concierto para clave, flauta, oboe, clarinete, violín y cello, escrito originalmente para la tecladista Wanda Landowska y que contó aquí con el músico francés de origen libanés Ronan Khalil, director del Ensemble Desmarest y esta vez con el coprotagonismo de la flautista Anabel Gil, la oboísta Marlene Neira, la clarinetista Maray Villeya, el violinista Reynier Guerrero y el cellista Alejandro Martínez.
Leo nos enseñó la vitalidad de Manuel de Falla en una ruta que no debemos olvidar.












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jayku dijo:
1
12 de octubre de 2016
11:51:50
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