ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

La coreógrafa belga-colombiana Annabelle López- Ochoa ha encontrado en Cuba terreno fértil para sus creaciones. Lleva tres años consecutivos viniendo a la isla y ha concebido obras para Danza Contemporánea y el Ballet Nacional de Cuba (BNC).

Su primer viaje de trabajo fue en 2014 cuando imaginó Celeste, con música de Chaikovski, para el BNC, estrenada en el 24 Festival Internacional de Ballet. Ese mismo año hizo Reversible para Danza…, la compañía que dirige el maestro Miguel Iglesias.

La coreógrafa Annabelle López-Ochoa toma un ensayo en la sede del Ballet Nacional de Cuba de su nueva pieza Oscurio, a la primera bailarina Viengsay Valdés y su pareja en esta ocasión, el joven solista Ariel Martínez. Foto: Nancy Reyes

Ha regresado gracias al auspicio de los llamados Amigos británicos del Ballet Nacional de Cuba, quienes primero subvencionaron Celeste y ahora la nueva pieza que va naciendo.

De la biografía de López- Ochoa destaca que completó sus estudios en la Royal Ballet School de Antwerp, Bélgica y después de una carrera en varias compañías europeas, decidió en 2003 concentrarse en la coreografía.

Desde entonces ha viajado a varios países del mundo para crear coreografías para importantes compañías entre ellas Dutch National Ballet, The Royal Ballet of Flanders, Modern Dance Theater Ankara, Luna Negra Dance Theater, Ballet National de Marseille, Le Jeune Ballet du Québec, Scottish Ballet, The Washington Ballet, Ballet Nacional Chileno, IncolBallet de Colombia, Centro Nacional de Danza Madrid, Ballet Nacional Dominicano, Joffrey Ballet, y el English National Ballet.

Por ejemplo, el pasado año, para la temporada de festejos del 60 aniversario del Joffrey Ballet presentó Mammatus que ha definido como una pieza “surrealista”, y una de sus más exitosas coreografías ha sido la versión completa de Un tranvía llamado deseo, creada conjuntamente con la directora de teatro Nancy Meckler para el Scottish Ballet.

Hija de padre colombiano y madre belga, López- Ochoa recibió una fuerte influencia cultural hispana y de la rica historia de Latinoamérica. Esas raíces la han llevado a crear ballets como Broken Wings, basado en la vida de Frida Kahlo, estrenado en el Sadler’s Wells por el English National Ballet y protagonizado por la primera ballerina Tamara Rojo, o Memorias del Dorado, un tema precolombino para el norteamericano Grand Rapids Ballet.

En El Vedado habanero en la sede de la compañía nacional cubana de ballet, y momentos antes de uno de los ensayos con la pareja que protagonizará su nueva pieza, la exitosa coreógrafa concede una entrevista exclusiva a nuestra publicación.

Usted desarrolló una carrera profesional como bailarina, ¿Qué la decidió a centrarse en la creación coreográfica?

—Mi educación fue de bailarina clásica pero solamente bailé el contemporáneo. Nunca me puse un tutú en mi vida. Yo empecé la coreografía a los 11 años y aunque puedo hablar cuatro idiomas, me siento más libre con movimientos que con palabras. Creo que mi manera de expresarme en el mundo es via la danza.

¿Por eso prefiere contar sus propias historias?

—Si, me gusta narrar, me gusta contar historia. Hago piezas abstractas pero siempre hay como un tema, algo teatral, no soy una coreógrafa que solo hace movimientos por el movimiento. Siempre estoy buscando una forma como decir algo al espectador. Lo que estoy haciendo ahora es para mi la primera vez, trabajar con tutú, es un experimento personal.

¿Qué cambios, de lenguaje u otros, advierte en estos años?

—He cambiado mucho, mis primeras obras en realidad fueron a los 23 años. Si, he cambiado, se enriqueció el lenguaje. Lo que cambió mas es que puedo hacer obras mas rápidamente que antes, que tengo menos miedos, menos dudas, nunca pienso en el resultado, sino en el proceso, busco la atmósfera, que los bailarines me sigan. La rapidez es algo que he desarrollado porque ya he hecho muchas obras. Ya puedo intentar otras maneras de expresarme.

¿Cómo comienza el proceso creativo de sus coreografías?

—De vez en cuando comienzo por el tema, o el país. Por ejemplo la obra para Danza Contemporánea. Quería hacer algo diferente. Había hecho ya una obra con el BNC y me interesaba como vi la gente por la calle, el machismo, y como se expresan de otra manera a otros países. Hice algo sobre esto, lo titulé Reversible. De vez en cuando también es la musica. Yo tenía hace años el Concierto para violín de Chaikovski y lo utilicé para Celeste. De vez en cuando es una observación, por ejemplo el tema del comportamiento de las mujeres. Siempre es algo distinto.

Acaba de decir que la nueva pieza con el BNC es con tutú…

—Así es. Aquí el punto de partida es mi sueño de hacer algo con el tutú, un experimento, ver si tenía la libertad de decir algo. Es muy difícil, porque con el tutú ya hay una idea planteada, difícil de cambiar, es algo rígido. A mi me encanta en lo visual la forma geométrica del tutú. Es lo que estoy montando ahora para la compañía, ¿qué es el tutú para mi? Es el punto de partida, pero la obra tiene un tema, se llama Oscurio, un titulo más enigmático, un anagrama entre oscuro y curioso. Yo quería hacer algo sobre el blanco y negro, por el famoso símbolo del cisne negro y el blanco, y también el ying y el yang. “Es que la gente está dividida en dos partes y quiero hacer un juego de sombras y siluetas. La sombra también detrás del telón blanco. Hay un miedo de enfrentarse a la parte oscura de una persona, pero somos las dos partes. “Depende de en que momento estás, positiva o negativa. Es un diálogo dentro de nosotros. Lo sentí circular, el ying y el yang y el tutú son circulares. Para mi todo se juntó”.

¿En cuanto a la música?

—Primero tuve la idea del tutú que es tan clásico y para la música quise algo no clásico, fuerte para contraponer el romanticismo del tutú. Tengo una musica de Ramy, que es muy contemporáneo y después Weather 2 de Michael Gordon, la primera parte la utilicé con el Joffrey Ballet. Es una música de violín muy fuerte.

La música es contemporánea ¿los pasos?

—Para mi son muy clásicos pero yo veo que los bailarines tienen algunas dificultades para aprendérselos rápidamente porque para ellos son muy nuevos, hay una parte que es subversiva, no clásica. Como nunca bailé el clásico, no me se las variaciones. Se los pasos, no el orden. Y creo que estoy subvirtiendo el orden, es clásico pero no lo es. La estructura no es tan clásica.

¿Con cuántos y cuáles bailarines está trabajando?

—Es una pieza en dos partes, un dúo de cuatro minutos y después el cuerpo de baile de 15 minutos. La pareja principal con la primera bailarina Viengsay Valdés y Ariel Martínez (solista), más cuatro hombres y diez mujeres.

¿Le influencia quien va a ser el protagonista de su pieza? Por ejemplo Tamara Rojo interpretó su Broken Wings, la propia Viengsay, Celeste...

—Pues si, siempre te influye la persona que está frente a ti, si puede girar, llevar la pierna aquí.

¿Qué es la danza para usted?

—Es muchas cosas. De vez cuando para mí el arte y la danza es para hablar de temas que me tocan, que me afectan y de vez en cuando es para hacer belleza, para compartir un momento fuera del mundo. La danza es una carrera que necesita enfoque, dedicación, mucho trabajo, mucho dolor y sacrificios, para un momento de fantasía, de sueños. La danza es mi forma de vida”.

Oscurio, la nueva pieza que Annabelle López-Ochoa, coreógrafa de fama internacional, ha imaginado para el Ballet Nacional de Cuba se estrenará el próximo octubre, en el 25 Festival Internacional de Ballet Alicia Alonso.

Innovar me enriquece como bailarina

la primera bailarina Viengsay Valdés, considerada una de las más virtuosas de la escena internacional, es la protagonista de Oscurio, la nueva coreografía de Annabelle López- Ochoa para el Ballet Nacional de Cuba, que dirige la excelsa Alicia Alonso.

En el salón principal de la compañía, Viengsay terminaba de ensayar Dan-Son (coreografía de Gustavo Herrera que mucho bailó la primera bailarina Josefina Méndez, una de las famosas Cuatro Joyas del BNC fallecida en 2013) y se preparaba para trabajar con Annabelle. Aceptó una rápida pregunta.

—¿Ya hizo Celeste y ahora Oscurio, que le interesa de trabajar con Annabelle?

— Es muy importante para mi, sobre todo a esta altura de mi carrera, poder innovar, probar tipos de movimientos y coreografías diferentes. Eso me enriquece como bailarina, como artista, y me completa es la forma que puedo incluso saber mi capacidad física e histriónica, poder explotar aun mas todo lo que he alcanzado hasta ahora y llevarlo a un siguiente nivel. Annabelle me ha dado esa posibilidad, he trabajado con ella muy bien. Ella es increíble como coreógrafa en el sentido que va probando con el bailarín, según va sintiendo el movimiento, dentro de su propio estilo. Es muy importante para nosotros como Ballet Nacional de Cuba, una compañía que baila los grandes clásicos vernos de pronto con este tipo de coreografías. Este encuentro es muy vital para nosotros, los bailarines clásicos. Annabelle es muy versátil, explota la musicalidad, todos los pasos fuera de eje, posiciones de brazos diferentes, los matices, la parte lenta y rápida, los ataques. Es muy interesante como coreógrafa y a mi me ha aportado muchísimo, y seguiré aprovechando el momento. Esta pieza es con tutú, por eso se ven las piernas, las posiciones, aunque parece académico los brazos son completamente diferentes a lo que hace el bailarín clásico que solo tiene ciertas posiciones redondeadas o muy estéticas, ella rompe con eso. Tiene una mezcla grande pero es interesante”.
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