ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
María Elena Llana, en un reciente homenaje que le dedicara la Uneac por su 80 cumpleaños. Foto: de la autora

Una de las más prominentes es­critoras cubanas cumple 80 años. Dueña de la idea precisa, lo mis­mo en el rigor del periodismo que en el garbo de la literatura, a María Elena Llana mucho le debe el lector cubano, y el foráneo, porque su obra ha sido leída también más allá de la frontera insular.

La prueba más fehaciente de su triunfo en la escritura es que su obra, desplegada en más de cinco “suculentos” volúmenes de cuentos, sigue siendo una prioridad pa­ra quienes entran en las librerías, y toparse en ellas con uno de sus títulos resulta casi un imposible.

Para la escritora y poeta Marilyn Bobes, la Llana es cuentista de altos quilates, y profesional de la palabra en cualquier ámbito en que precise emplearla, ya sea en la crónica o el reportaje o en los guiones de radio y televisión; para el narrador Al­berto Garrandés, esta “mujer discreta, (…) ha construido, libro tras libro, un islote propio, le ha hecho mucho bien a la narrativa cubana contemporánea y ha sostenido un compromiso creativo intacto hasta hoy.”

La autora de Casas del Vedado, por solo citar el más conocido de sus libros —aunque nada desdeñables otros como Ronda en el Ma­lecón, Castillos de Naipes o La quinta puerta— tiene mucho que decirnos sobre la literatura dirigida a los niños, en la cual también ha incursionado con tino, y de lo que da fe la publicación de su novela Sueños, sustos y sorpresas.

“Creo que la literatura para ni­ños exige un toque de fantasía pa­ra balancear el torrente de realidad que supone el aprendizaje de la vida, tanto en lo escolar como en la indagación de sí mismo y del mun­do de adultos en que se inserta la infancia. Los jóvenes son los mismos niños que, superadas las dudas sobre la realidad inmediata, enfrentan interrogantes mu­cho más complejas con el despertar de las inquietudes amorosas y eró­ticas, sin excluir los planteamientos existenciales”.

—Cuando escribe para niños ¿piensa en la niña que fue… en todos los niños? ¿Qué emociones la embargan?

—No pienso deliberadamente, en ninguno de esos niños, pero unos y otros acuden por su cuenta, participan, aportan y esto no es una simple imagen, forma parte de la zona de irracionalidad consustancial al acto creativo. Las emociones quedan para el final. Son un valor añadido al orgullo de haber culminado un propósito. No les doy en­trada mientras escribo porque ten­go que mantener la cabeza fría para ir allanando los escollos con que tropieza la idea en su encuentro con el papel.

Para la autora el cuento está listo “cuando la anécdota, tal como la concebí en un inicio, agotó todas sus posibilidades. No obstante, el primer punto final es simbólico y precario. El definitivo se produce cuando tras releer el material, en­cuentro que dije todo lo que quería decir exactamente como lo quise decir. Nada impide que entre uno y otro punto, se produzcan cambios y alteraciones, variaciones del rum­bo, sustitución de personajes o la vuelta al comienzo”.

¿Se apoya inevitablemente en sus vivencias o busca aquellas realidades que soñó y no pudo alcanzar?

—Todo confluye para mezclarse o integrarse de manera que realidades y fantasías —logradas o no—, constituyan un conjunto ar­mó­ni­co. Incluso lo no alcanzado puede sublimarse y coronar la obra en su totalidad.

—¿Qué diferencias considera esenciales al escribir para niños o para adultos, lo cual es, en esencia, lo que mayormente ha hecho usted?

—No creo que haya mucha diferencia. El reto es el mismo, el esfuerzo, el propósito. Hay que estar siempre a la altura del destinatario de cualquier edad, por impreciso que sea su rostro. Más bien diría que a ambas literaturas las separa una zona de arenas movedizas que debe sortear el autor. Escribir para adultos —una categoría bien definida—, permite lanzar el dardo con precisión, pero no ocurre lo mismo con los niños pues las demarcaciones de la edad son falaces y se corre el riesgo de quedar como tonto ante un lector de ocho años. Riesgo aún ma­yor es ‘sobrepasarlo’, arañar anticipadamente un panorama cognoscitivo y emocional que tiene su propio ‘tempo’. No obstante, creo que escribir es una vocación insoslayable y más que hacerlo para los demás —grandes o chicos— se escribe pa­ra uno mismo.

—¿Cómo asume la responsabilidad que entraña escribir para niños y jóvenes? ¿Qué espera de ese público lector?

—La asumo como parte del todo indivisible e invaluable en que sitúo, para satisfacción personal, mi quehacer tanto periodístico y literario como en la radio y la televisión. Pero, sobre todo, me ilusiona que, pese a la edad, he podido saltar a un vigoroso tren en marcha como es el de la literatura infantil en nuestro país.

“Del público lector nunca me he atrevido a esperar nada, por eso las señales que me ha hecho llegar son como esos puñados de polvo luminoso que lanzaban las hadas en los viejos cuentos”.

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Ana Busquets dijo:

1

26 de agosto de 2016

11:54:51


Felicidades a Maria Elena, uno de los exponentes cimeros de la literatura cubana contemporanea. Siempre es halagador ver como se le rinde homenaje a una persona tan singular y especial en el mundo literario cubano actual. Que la tengamos muchos años mas entre nosotros.

Elaine dijo:

2

31 de agosto de 2016

11:41:43


Muy buena escritora y carismática por demás. Suerte de tenerla para nosotros.