Langosta (Yorgos Lanthimos), de estreno en el Chaplin, permite ponerse en contacto con lo que ha dado en llamarse la Nueva Ola del cine griego, un movimiento surgido a partir de las reiteradas crisis económicas y políticas que han venido asolando a esa nación y que, en buena medida, son traspuestas en pantalla desde los estilos e historias más disímiles.
También conocido como “cine raro”, o cine distópico, no pocas de esas películas son creadas sin tener aseguradas su entrada en las salas comerciales, pero desbordan talento y vitalidad renovadora. Un movimiento que agrupa lo mismo filmes de escaso presupuesto, armados con “lo que aparezca”, como otros, ganadores de importantes premios internacionales, reverenciados por la crítica y con reconocidos actores asumiendo papeles protagónicos, como es el caso de la sorprendente cinematografía de Yorgos Lanthimos quien, a partir del 2009, con Canino, fue desarrollando un universo muy particular de concebir ficciones, influido en cierta medida por cineastas del calado de Luis Buñuel y Robert Bresson. Del primero, el abanico de sorprendentes interpretaciones que se derivan de sus historias, y del segundo, el desasosiego existencial contemporáneo que lo motiva a buscar significados artísticos a tono con los tiempos que corren.
Pero si bien el cine de Lanthimos bebe de los conflictos de sociedades que parecen ir a la deriva, y de ahí su preocupación por un futuro en el que cualquier cosa pudiera suceder a partir de la incomprensión y la violencia, sus conflictos pertenecen a una realidad otra, “rara”, absurda si se quiere en su connotación metafísica, pero punteada por una poética que coloca al ser humano por encima de todos los dilemas.
La parábola, el humor negro y lo inaudito se conjugan en la distorsión de los tiempos narrativos a los que suele acudir el director en aras de crear atmósferas tan absorbentes como enrarecidas, en el caso de Langosta para asumir los avatares de un hombre (Colin Farell) que entra a un hotel muy especial con el propósito de encontrar pareja en una sociedad futurista que obliga a ello. Tiene un plazo de 45 días para lograrlo y, de no hacerlo, se convertirá en el animal que él mismo ha escogido y que le da título al filme: una langosta lista para ser devorada.
Realzada por una visualidad no exhibida en sus filmes anteriores, Lanthimos recrea un mundo fuera de lo normal-convencional, en el que el hotel ejerce el poder de una sociedad-cárcel empeñada en un control absoluto. Primera parte de sustanciosas metáforas que dará paso a una segunda no menos abarcadora en insinuaciones, cuando el protagonista, cansado de tanto reglamento, huye y se une en el bosque a una fuerza de inconformes que, a su vez, impone otras normas arbitrarias que vendrán a conspirar igualmente contra su libertad, cuando para él llegue el amor verdadero y sin fronteras reguladoras, encarnado por Rachel Weisz.
También eso es Langosta en su “rara” manera de asumir el cine: una legítima historia de amor contada revolviendo tiempo y espacio, casi como pudiera concebirse un sueño.
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Hater dijo:
1
31 de julio de 2016
22:14:56
Aram Joao Mestre León dijo:
2
1 de agosto de 2016
08:43:44
Almir Ulises Mestre León dijo:
3
1 de agosto de 2016
08:44:06
Dany Daniel dijo:
4
2 de agosto de 2016
09:18:59
angel dijo:
5
2 de agosto de 2016
15:46:57
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