ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Mimoclan Teatro representó textos de Georgina Herrera. Foto: Racso Morejón

Una vez más  la poesía constató que en su regazo intangible cabe todo lo hermoso sin que el rigor sucumba a las formas.

El hecho tuvo lugar por estos días en uno de los espacios convocados por la Uneac en los que fueron protagonistas el grupo Mimoclan Teatro (en homenaje a la poeta Geor­gina Herrera) y el narrador Emilio Comas Paret.

Bien lo advirtió desde el principio el poeta Alex Pausides, presidente de la Asociación de escritores de la Uneac, “en el principio toda creación fue poesía”, y aunque nadie dudaría que ella puede presenciar cualquier espacio literario o terrenal, los géneros en sí mismos tienen sus particularidades.

Tarde de poesía, recién celebrada en la sala Villena de la institución, tuvo a bien reservar su primer momento al 80 cumpleaños de Georgina Herrera, galardonada hace unos días con el premio Rafael Alberti del Festival Internacional de Poesía de La Habana. La fiesta la atavió Mimo­clan Teatro, que optó por incorporar la palabra a su habitual lenguaje de gestos —nada común en sus presentaciones— para regalarle la propuesta a la agasajada. “Estamos muy contentos por hacerle este regalo a Georgina, autora tan cercana a las raíces de África. Son textos suyos tomados de Oriki para Georgina. Esperamos le guste lo que va a ver aquí”, dijo a Granma Amelia Biart Alfonso, directora artística del grupo.

Un híbrido perfectamente logrado resultó la actuación en la que Mimoclan Teatro llevó a escena la lírica aguda de Georgina, en la que afloraron, vertebrados por la realidad del desarraigo africano a causa de la esclavitud, temas como la vida en tierra extraña irremediablemente aceptada, la pobreza de las clases desvalidas, la sensualidad femenina, el galanteo ante le varón, la maternidad, el dolor, el desamparo y el intento no del todo conseguido por preservar las tradiciones.

La representación de los 11 textos dejó ver la devoción de la autora por Yemayá, deidad del panteón africano, así como la imposición de un “dios rubio” al que hubo que amar y aceptar sin que este supiera  “si bendecirnos, morir de nuevo o huir” y al que respetaron y dejaron en su sitio eterno, aunque en la sangre “un solo dios universal, Olofin”.

A pesar de los flagelos reseñados no es una puesta marcada por el resentimiento. De ella  emergen con fuerza el derecho de existir, el reconocimiento de la identidad, y la concordia: “El corazón que pide paz ahora”.

Un segundo intervalo se guardó para la presentación del libro Enfrentando la noche, de Edi­ciones Cubanas, un cuaderno en el que el narrador  Emilio Co­mas Paret, dado más a la novela y a la crónica, reúne cuentos inéditos. “Cuando me siento a trabajar a veces me sale un cuento, explica a este diario; se trata de un libro sobre la soledad y mis miedos atávicos”.

A cargo de la presentación estuvo el escritor Alberto Guerra Naranjo, quien considera a Co­mas Paret una especie de conexión entre el tiempo de Nicolás Guillén y el presente porque, nos dice, teniéndolo cerca “se respira Uneac”.

De Comas Paret, que ve con frecuencia en el Hurón Azul de la casona, reconoce su entrega y fervor para contar historias no solo en el papel sino también en la conversación. “Este hombre que ha sido dirigente, maestro de varios niveles de enseñanza, combatiente en Angola, tiene un modo muy peculiar de narrar y hacer periodismo. Todas esas experiencias las escribe”, explica.

En el libro donde está presente el viaje como uno de sus componentes esenciales, está la vida de las cuatro últimas décadas, por lo que el reencuentro con la Historia, vista desde los detalles más insospechados será un hecho.
Para Guerra entre los valores más significativos del libro están la sinceridad e intimidad que consigue con el lector. El autor  se desprende por medio de la escritura de una historia que está guardada dentro de sí mismo “para que haga su papel, que cale el corazón de los lectores” y  lleguen a la catarsis plena y con ella al mejoramiento humano.

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