
Muy pocos podrían creer que para el experto narrador Onelio Jorge Cardoso resultara una tarea harto difícil definir el modo de hacer un cuento. Ni siquiera él lo supuso hasta el día en que el poeta Roberto Fernández Retamar le hiciera tal petición.
Un telegrama en el que se le solicitaba: “Urgentísimo traer artículo dos o tres cuartillas sobre cómo se hace un cuento para número especial Gaceta dedicado Congreso Cultura”, allá por el año 1962, lo puso en un supuesto aprieto del que temió no pasara de las buenas intenciones cumplir el “generoso” mandamiento.
Para este escritor cubano, nacido en Calabazar de Sagua, en 1914, y fallecido en La Habana, en 1986, que sin proponérselo se esgrimió como el Cuentero Mayor, y es autor de una vastísima obra en la que el ejercicio de narrar fluye con natural desenfado, signó en la citada encomienda que a falta de poder decir cómo se hace un cuento, más bien podría explicar sus experiencias sin que fueran en sí mismas “una regla general ni mucho menos”.
Si se tratara de reglas sería posible hacer un cuento cada vez que a alguien se le antojara aplicarlas, y muy lejos de esta posibilidad es el cuento mismo “el que nos sale siempre al paso”. A veces esta primera idea, explicaba, puede llegar de “un simple choque musical de un grupo de palabras que nos vienen a la mente” y queda atrapado para el momento de emprender la escritura.
“No se trata de un destacamento de ángeles transmisores de ideas, porque el asunto no viene de cosas celestiales sino de muy terrenas” y del submundo que se almacena en los recuerdos.
En esos submundos que nos habitan y hablan de forma especial a los creadores, se guardan personas que son después personajes, pesares propios y ajenos, que a fuerza de presenciarlos llegan a ser “angustia subconsciente” y “patrimonio nuestro”, mientras que el tema —pensaba— era la consecuencia de la simpatía entre el mundo interior y el circundante.
Estos fundamentos expresados con total modestia por el autor de Francisca y la Muerte, Mi hermana Visia, Taita, diga usted cómo, Los tres pichones y El cuentero, entre muchos otros cuentos, no le valían, en su opinión, para dejar constancia de lo que consideró desde antes de asomarse a la página en blanco, una tarea “verdaderamente difícil y casi imposible” de ejecutar.
A 30 años de su fallecimiento su ideario narrativo y su obra misma conservan su brillo propio, como sucede a las obras maestras. A propósito de recordarlo en esta efeméride el espacio Sábado del Libro, en la capitalina Plaza de Armas a las 11 de la mañana, presentará el título Onelio Jorge Cardoso: la opinión del otro, una compilación de ensayos, realizada por Denia García Ronda, con el sello de Ediciones Unión.
Deseo de su compiladora es que con el libro se contribuya a saldar la deuda que existe con la obra excepcional de Onelio, sobre todo por parte de las nuevas hornadas de críticos y estudiosos. Tal vez dé para más, y la sola posibilidad de recordar por estos días su nombre, sea un convite al deleite de sentirlo agitarse en sus escenarios creativos y en su palabra.










 
         
         
         
         
        

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Alberto dijo:
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27 de mayo de 2016
13:39:22
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